La pregunta me dejó en la banca. Era la primera vez que alguien me decía algo tan crudo con tan poca edad. La lengua se secó dentro de mi boca y mis oídos no creían lo escuchado. ¿Acaso Alma era la persona que me haría recapacitar sobre mi vida? Apenas tenía trece años, no era una sabia o una de esas personas que leen el futuro. Era una niña insolente que me decía anciano cada vez que podía, sin siquiera tener una cana. —¿Por qué me dices eso, Alma? —pregunté sin desear conocer la respuesta. —Porque sé que no la amas —respondió de forma contundente—. La forma en la que mirabas a Andrea, como sujetaste su mano, la simple idea de volverla a ver y como me hablaste de ella, me indica que no has dejado de quererla. ¿Por qué no lo admites? —Estoy casado con Skyler. —Pero tu corazón no es de