Él esperaba abajo cuando llegué a recepción. Sonrió de la misma manera que la primera vez que nos vimos en Gresham. Le emocionaba mucho que estuviese allí, así fuera solo un par de días. Él acortó la distancia y me besó delante de la chica de recepción. Fue un beso tonto, pero lo bastante lindo como para desear otro. —Hola, preciosa —saludó. —¿Qué tal? —Mordí mi labio al observar las gotas de lluvia en su cabello. —Mojado —emitió con una sonrisa—. ¿Quieres posponerlo? —No. La lluvia no será un impedimento. Quiero ir. Él asintió, entrelazó sus dedos en los míos y abrió el paraguas para cubrirnos de la lluvia torrencial. No había llovido así en semanas, quizá meses, y se le ocurrió caer sobre nosotros justo en ese momento. Y aunque me fascinaba la lluvia para ver películas y engordar en