Ser padre era una de las cosas más difíciles que tuve que hacer en toda mi vida. No era sencillo despertar en la madrugada para cambiarle el pañal o alimentarlo, pasar toda la noche con él cuando estaba enfermo, velar su sueño si tenía hipo o el pecho se le trancaba. Y aunque Naomi hacía la parte más pesada, me acostumbré tanto a dormir toda la noche, que una personita llorado en la madrugada, en ocasiones me asustaba. Naomi se había convertido en una madre excelente. No la había escuchado la primera vez quejarse de las veces que se levantaba en la noche, lo inflamados que se ponían sus senos, los lamparones bajo sus ojos, los múltiples cambios de humor que tenía el bebé o lo mucho que la cansaba el no dormir lo suficiente, y eso sin mencionar lo que la pediatra nos había comentado sobre