Con el nombre de Ezra Wilde como mi nueva marquesina, mis días comenzaron a ser mejores. Trabajaba la mitad de las horas, estaba con Clarice la mitad de la otra parte y al final del día hacía uno que otro trabajo para Reed. Ellos solo me llamaban cuando me necesitaban; del resto, era un hombre tan libre como cualquier otro. El único inconveniente que comenzó a incrustarse en mi vida, fueron esas malditas visiones. Todo comenzó al salir de la cárcel en ese motín que el mismo Maximiliano logró conseguir. Me escondí durante mucho tiempo en la oscuridad, esperando el momento indicado para acabar con todo eso. Cuando la solución a mis problemas tocó la puerta, supe de inmediato que nada de lo que hiciera de forma legal lograría sacarme de ese hoyo n***o en el que estaba sumergido. Por esa razó