El día que encontré a Nicholas Eastwood en la feria, creí que estaba bajo los tenues efectos de una de las drogas que Reed vendía. Pero al cabo de las horas y los días venideros, entendí que era la viva imagen de mi rencor. Lo había encontrado en un lugar que nunca imaginé, aun cuando estaba en presencia de una persona que no existía. Para el resto del mundo, Nicholas Eastwood era un simple fantasma en el cementerio. Aun al paso de los días seguía pensando en Nicholas. Sabía a ciencia cierta que era el hombre que paseaba con una niña por los alrededores de la feria, y lucía más repuesto que el mugroso carcelario de la prisión. Nicholas se había repuesto con el paso de los años, portaba ropa más costosa, su vocabulario cambió de forma abismal y sentía que todo era posible, gracias al costo