Continuó hablando con lentitud, tratando de convencerla: —En realidad, no hay brujas, Idylla. Sólo existen en la imaginación de los incultos o de los estúpidos. —¿Está... seguro... de eso? —Completamente seguro. ¡Y también le prometo esto: yo la cuidaré y la protegeré! Nadie volverá a lastimarla. Los finos dedos temblaron entre los del Marqués y después de un momento él pregunto: —¿Me cree? Ella le dirigió una profunda mirada y como la respuesta que encontró en los ojos grises de él la tranquilizó, contestó: —Le creo. Después, separó sus manos de las del Marqués. —Me parece que ahora debe descansar— sugirió el Marqués—, cuanto más descanse y más duerma, y por supuesto, cuanto más tome de las pociones mágicas que prepara Nanny, más pronto se pondrá bien. Idylla esbozó una sonrisa