El Marqués se puso rígido. Le disgustaban las referencias a los amoríos de su padre, que habían sido la comidilla de la generación anterior, al igual que los suyos andaban de boca en boca de sus contemporáneos. Pero comprendió que su nodriza, que lo había amado desde que era un bebé, era tal vez la única mujer en el mundo que deseaba sinceramente su felicidad. El no recordaba a su madre, quien había muerto cuando él sólo tenía tres años, y fue Nanny quien le brindó el único afecto que conoció durante los años en que su padre se empeñaba en ignorarlo. Ella lo había mimado y regañado, malcriado y castigado. Le había enseñado sus primeras lecciones y, aún ahora, estaba siempre pendiente de él entre bastidores. El Marqués comprendió de pronto que, mientras estaba perdido en sus pensamient