CAPÍTULO CUATRO Chris estaba en el campo fangoso en la sombra de la Escuela Obsidiana de Videntes. Estaba cubierto de barro hasta la cintura. La lluvia caía sobre él de forma torrencial. —Otra vez —exigió el Coronel Caín. Sus inquietantes ojos azules destellaban. Chris apretó los dientes. Estaba agotado. Había estado dando vueltas corriendo durante lo que parecían horas. Pero entonces recordó su misión –matar a Oliver- y su motivación regresó. Su riguroso entrenamiento para el combate había empezado de inmediato. Y mientras, por una parte, estaba emocionado por ser el único vidente que existía en poseer el poder de la materia oscura, los entrenamientos de buena mañana le estaban destrozando el entusiasmo. Chris siempre había sido un chico fornido –prefería picotear que hacer deporte-