CAPÍTULO TRES Dejar la Escuela de Videntes siempre era difícil para Oliver. No solo porque esto suponía dejar atrás a los amigos y profesores que adoraba, sino porque la escuela estaba situada en 1944, justo en mitad de la guerra, y eso significaba que marcharse de allí era siempre arriesgado. Oliver oyó que Hazel silbaba a su lado. La miró y vio que estaba mirando fijamente alrededor a la fila de ruidosas fábricas, todas construyendo cosas por el esfuerzo de la guerra. Sus altas chimeneas escupían humo al aire. Las escaleras de incendio de acero estaban colocadas en zigzag en sus exteriores. Unos pósteres grandes adornaban cada edificio, instando a los hombres a unirse a la guerra contra el telón de fondo de banderas americanas. Unos peculiares coches negros que parecían directamente sa