24 Martín

1384 Words
Me cuesta mucho estar en el mismo espacio que ella. Me duele recordar cada palabra. En verdad me creí todo como un crío necesitado y me sentí usado y humillado como nunca lo hice antes. Le creí cuando se acercó. Le creí cuando me dijo que la había pasado bien conmigo, que me había extrañado, que en verdad quería conocerme. Me enamoré como un estúpido y le presenté a mi familia. Expuse a mi familia para su farsa. Ese día al llegar a casa agotado de todo, ni siquiera saludé a mi madre ni a nana. Corrí escaleras arriba y me encerré en mi cuarto. Toda la tarde esperando que se retracte de sus palabras y nada. Ni siquiera me miró. Noemí se preocupó cuando me vio. Solo le contesté que habíamos peleado como siempre. Espero que lo haya creído porque no soy tan valiente para admitir que caí como ella. Mamá golpeó mi puerta para avisarme que estaba la cena. -Esta bien, ma. Ya comí. -¿Cenaste con tu novia? Es muy temprano cielo. -Con unos amigos- responí- Si me da hambre, bajo mamá. Necesito estudiar. Eso la dejó tranquila por ese día, aunque en algún momento debo decirles que terminamos. Los siguientes solo preguntó cuando invitaba a Alfonsina a comer, cuando conocería a sus padres, porque no estaba tanto con ella como siempre. Solo atiné a decirle que estábamos ocupados preparando los exámenes de fin de curso. Noemí se apareció por casa, reclamando que la había abandonado, entonces opté por aceptar su invitación cuando era algo en el apartamento de Matías. Supongo que nuestro historial peleando, bastaron para no tener que hablar de como me humilló frente a todos nuestros compañeros. En la universidad, Volvió a sentarse junto a Victor por unos días, hasta que Noemí se acercó a amenazarlo y Alfonsina lo dejó. Mis amigos me ofrecieron a ser el padrino de su bebé y acepté sin dudar. Ellos no tienen nada que ver y no le iba a hacer el feo por ella. Con ignorarla cuando estábamos en la misma habitación, tiene que ser suficiente. ¿Qué duele? Por supuesto que me duele. Dos meses después, duele como en ese momento y presiento que dolerá por siempre. Por suerte para mi, las clases están terminando y no la voy a ver por un par de meses. El día se vuelve más largo y no quiero ir a los lugares que fuimos con ella. Esa playa donde caminamos siendo solo amigos, el campo de tulipanes donde nos besamos por primera vez, no quiero tocar la play station que compartí con ella. En la oficina no hay mucho para hacer, más que controlar el servidor que instalé, para que él pueda trabajar desde Uruguay donde se fueron hace unos días. Navidad está cerca. Camino en el centro comercial. Tengo que pensar en los regalos de mi madre, de mi nana, de mis amigos y de mi ahijado o ahijada. Aun conservo ese vestido que compré para ella, en su bolsa y acompañado de la remera que le quité el único día que estuvimos juntos. A veces la huelo y mi mente viaja al día en el campo de tulipanes y lloro y río solo. La extraño mucho. Un escaparate repleto de cosas de bebé llama mi atención. No sabemos que es, por lo que escojo un enterizo verde con un elefante en el pecho, escarpines blancos, botitas de peluche en amarillo con conejitos, un oso de peluche con forma de mariquita abrazado una frazada roja, un par de baberos y un juego de mamilas. Para mi madre, dos vitrinas más allá, compro una gargantilla delicada que termina en una gota de agua. Para nana, un bolso de esos que le gustan, una petaca con maquillaje y un juego de aretes con prendedor. Me dirijo a una tienda de computación, dispuesto a regalar a mi amigo una play. Le gusta jugar y Noe le tomó cariño a la competencia. A ver si practicando logra ganarme alguna vez. Mi celular vibra con un mensaje de mamá. 'Ya tengo todo pronto para mañana, hijo. Solo me falta un mantel nuevo. ¿Serías tan amable? Te amo' Ma 'Lo llevo. No necesitas convencerme. Yo también te amo' yo. Doy a enviar y un golpe seco hace que todo lo que tengo en las manos vuele al piso. Debajo de mi, siento un cuerpo. Me levanto de golpe y la ayudo a levantarse. -Perdón. No te vi. Venía distraido- me defiendo. -No importa- larga a reise- Yo estaba igual que tu. Nos reímos mientras juntamos nuestras cosas y comprobamos que cada uno tenga su bolsa. -Yo te conozco- afirma mirándome con los ojos entrecerrados. -Estemmm- rasco mi cabeza y la analizo. Morocha, pelo crespo, ojos grandes y oscuros. Miro sus manos y veo que lleva la caja de una computadora. Ya se quien es. -Reparé tu computadora hace un tiempo- admito extendiendo mi mano- Martín. -Oh, ya lo recuerdo- sacude mi mano levemente- Trabajas en la tienda de Ramiro. -Trabajaba- comento- ¿Tuviste problemas con la reparación? -No en realidad- comenzamos a caminar hacia la tienda- Mi hermana menor quiere una computadora y mi madre me pidió elegir una nueva para mi como regalo de navidad. Pienso en sus palabras mientras muevo mi cabeza trazando posibilidades. -Yo le habría comprado la computadora para ella y para ti otra cosa- opino. -No si tu hermana, tiene 10 años y la va a usar para jugar video games.- me señala riendo. Debo reconocer que la mujer es linda y simpática. -Te vi con tu novia hace un tiempo- declara dejándome estático en el lugar- En el campo de tulipanes. -Mmmm- rasco mi nuca incómodo antes de acotar- Ya no es mi novia. Ni siquiera lo fuimos de verdad para ella. Por primera vez, le digo en voz alta a alguien más o menos lo que pasó. -Desde la colina se veía muy real- gesticula una sonrisa tensa a labios cerrados- ¿Qué pasó? Si me quieres contar, claro. La observo más detenidamente y se me hace conocida de algo, pero no lo sé a ciencia cierta. -¿Quién eres en verdad?- inquiero.- ¿Cómo nos viste? -Mi familia trabaja en ese campo hace años, Martín.- informa antes de mirarme directamente.- ¿Martín era, verdad? -Si- rasco mi cabeza- ¿Eres hija de Oscar Olazabal? -Si. ¿Conoces a mis padres? -Mi madre, Fanny de Lucas y mi padre, Francisco Arrieta, le compraron bulbos de tulipán desde siempre. Ahora lo hace mi madre y tu papá me deja entrar al campo. -Ya se quienes son- recuerda con pena- Lamento lo de tu padre y tu abuelo. -Gracias. Entonces ¿te ayudo a elegir la computadora...? -Oh, claro. Tahina- extiende su mano al decir su nombre y la sacudo suavemente- Que mejor que un experto para auxiliarme. Poniéndonos al corriente, eligiendo el resto de los regalos, se nos fue la tarde hablando como si nos conociéramos de siempre. Navidad y año nuevo pasaron como por arte de magia frente a mis ojos. Ver la felicidad de nana y mamá por sus regalos, mis días se hicieron menos tristes. La oficina se hizo mi lugar para pensar y Tahina, una amiga con la que solía pasar las tardes. Es buena compañía y me mantiene en la tierra. Por cosas de la vida, o porque es demasiado insistente, le terminé contando todo lo que pasó desde que la conocí. -Tiene que haber algo más, Martín.- sacude su cabeza- Nada se veía falso desde lejos. -Ya no importa Tahina. Déjalo estar como lo hago yo.- le aconsejo- Ella no me quiere y no la voy a obligar, asique... -Pero podemos- interrumpe y yo lo hago de regreso. -Asique vamos a dejarla por ahí. No me hace bien y quiero poder verla el año que viene sin llorar como un niño. -Ok, pero debería de insistir en que todo fue muy raro. Algo no me cuadra- comenta poniendo una mano sobre la mía. -Lo que ni cuadra, es que seas tan terca, mujer. Lo que no sabía y jamás podría adivinar, es que los planes cambiarían y la vería antes de ese tiempo. La vida es cojonuda y el destino acomoda cada cosa en su lugar. Espero que esta vez, sea lo correcto.
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