CAPÍTULO DIECISIETE Angelica podía ver la gran casa a lo lejos, su deterioro era una ofensa para su sensibilidad. Un noble debía mantener su hogar, aunque solo fuera para anunciar a los de su alrededor que estaban cumpliendo con su papel natural en el mundo. Dejar que una gran casa cayera en el abandono era una declaración de mediocridad, de bajo estatus y de debilidad. Aunque en realidad, no era una casa habitada, sino un c*****r, que pretendía ser una declaración con la misma certeza que podría serlo una dejado en una horca. La declaración era simple: aquellos que enojaran a la Viuda sufrirían por ello, dijera lo que dijera la ley acerca de que el poder real fuera limitado. Esta era una razón más por la que Angelica no pensaba fallar en su encargo. ¿Su encargo? Llamémoslo por lo que e