—No puedo hacerlo... es imposible!— decía Carmela una y otra vez. Pero sabía que su voz empezaba a debilitarse y que no sería capaz de resistir, la insistencia de Emily mucho tiempo más. Siempre había sido igual desde que eran niñas. Cuando Emily decidía hacer algo, era tan obstinada y convincente, que no había forma de decirle que «no». —Se darán cuenta de que soy una impostora— protestó Carmela. —¿Por qué habían de hacerlo?— preguntó Emily—, ninguno de ellos me ha visto, desde que tenía cinco años y hasta ahora, como sabes bien, no se han interesado para nada en mí. Hizo una pausa antes de agregar con amargura: —La carta del primo Patrick es lo único que he recibido de mi familia. Ninguno de mis otros primos, ni mis tías abuelas, me escribieron para pedirme que viviera con ellos c