Capítulo 5

8055 Words
Después de muchos esfuerzos me pudieron reanimar, aunque fue muchas horas duras para todos. Andy llegó desesperado a la ciudad y se encontró con la noticia que casi me pierde, algo que para él era como el infierno total:   —      Bueno dicen que hay que esperar a cómo reacciona — explicaba Iris bastante alterada. —      ¡Yo sabía que mandarla sola era mala idea, pero es tan terca! —prácticamente gritaba de la desesperación y se frotaba el rostro, sobaba su cuello, le daba uno que otro golpe a la pared mientras trataba de esperar.   Al pasar los días yo no reaccionaba y fue hasta que después de dos semanas de preocupación lo hice:   —      ¡Ah...! Qué alivio —dijo Andy aliviado cuando me vio abrir los ojos.   Casi con los ojos cerrados trataba de mirar, después pude abrirlos bien, pero tenía algo en la boca que me impedía hablar, era horrible. Sentía mucho mareo y después volvía a dormir, hasta que al pasar los días ya estaba mejor, no hablaré de cómo fue la recuperación porque no fue algo de mucho agrado para mí ya que odio los hospitales. Pero lo malo era que no podía ver ni una sola pintura, me aterraba coger un pincel o un lápiz, sólo lloraba, tenía un trauma que no se... porque me había dejado el accidente. Sólo no lo podía superar; Andy estaba siempre a mi lado, con su esposa Lina y su linda niña Freydis, algo que me daba un poco de paz, pero tenía que volver a pintar, ese era mi trabajo, ese era mi don, pero no podía hacerlo. Iris me dijo que no me preocupara que con mucho esfuerzo y dedicación iba a vencer ese trauma. Andy y su familia debían volver a sus vidas y a sus trabajos por eso un día sólo se fueron, yo había dicho que no era un problema ya que estaba bien. Era como si me hubieran arrancado una parte de mí, cada quien nació para algo y yo ya no tenía ese algo, tenía que buscarlo. Una tarde volví al mirador para poder pensar y ver un atardecer, llevé mi cuaderno de dibujo, pero al mirar los dibujos me daban muchas ganas de llorar, tenía un lápiz con el que podía dibujar muy bien, pero sólo no podía hacerlo. Me senté en la misma banca donde esa vez había conversado con Dylan, empecé a ver mis primeros dibujos, la vez que había dibujado un pájaro que había observado con Andy. Le daba vueltas al lápiz entre mis dedos y después de un suspiro empecé a dibujar lo que sentía, al principio salían temblorosos los trazos, recordaba una y otra vez el accidente, mi amiga llorando, cómo explotó ese aparato, los gritos de Iris advirtiéndome que tuviera cuidado. Recordé las mañanas en las que estaba sentada tratando de dibujar y terminaba destrozando algo y gritando, recordaba a Andy corriendo a donde estaba y me abrazaba para tranquilizarme:   —      ¡Ya Gendy tranquila! —decía una y otra vez.   Tenía que soltarlo, tenía que dejar ese trauma, sin darme cuenta estaba todo el papel mojado, lo puse a mi lado, miré cómo estaba ahí, reposando en la banca y yo acá a su lado contemplando el dibujo a medias, llorando sin cesar. Después limpié mis lágrimas y poco a poco me fui hundiendo en mis pensamientos, tomé mi cuaderno y comencé a caminar hacia mi casa y vi el mirador, me senté en el mismo bordillo y empecé a recordar a ese muchacho; pero quise irme más allá, recordé cuando éramos niños y le pedí su pan; eso me sacó una buena sonrisa, así que quise pintarlo. Comencé a recordar su rostro, su sonrisa, así que traté de imaginarme cómo nos veíamos, miré detenidamente ese panorama en mi mente y no me di cuenta de cuando se oscureció y yo todavía estaba ahí haciendo el último detalle al dibujo: —      Gracias Dylan por conseguir que volviera a pintar —dije en mi mente y miré complacida el dibujo—es hermoso.... —dije para mí misma muy contenta, abracé el cuadernillo y después miré a mí alrededor, vi que era de noche y estaba helando.   Corrí al edificio, me encerré en mi apartamento y cuando me iba a dormir vi el balcón, me acerqué y observé la ciudad, que linda, sentía que era yo otra vez. Al pasar los días veía el dibujo y recordé que en tres días debía llevar una muestra de mis dibujos al museo de arte. No estaba muy segura de si ese dibujo estaba bien para llevarlo de muestra, estaba en juego mi trabajo. Pero quería arriesgarme, entonces tomé el dibujo y con un sentimiento muy grande en mi pecho que necesitaba sacar a flote por medio de hermosos trazos empecé a hacer el dibujo, era él y yo de cuando pequeños mirándonos fijamente, él dándome el pan y yo muy feliz con ojitos chinos recibiéndolo, pero después de terminarlo y quedara casi igualito a como yo lo recordaba sentía que eso no contaba toda la historia y después dibujé en otra parte cuando yo me lo comía en sus manos y después cuando él retiraba sus manos y yo todavía seguía teniendo pan en mi boca. Era una imagen arriba y la otra abajo, pero en el mismo cuadro. Eso me hacía sentir completa; después dejé que la pintura se secara y ahí quedaron los dos cuadros, ya era tarde y recuerdo que un rayo de sol se coló por las cortinas blancas del balcón, eso hacía ver una imagen de paz y de tranquilidad en el cuarto lleno de pinturas. Decidí salir a dar un paseo, de lo que no me había dado cuenta era que un poco de pintura me había quedado en la mejilla, miré el mirador y me acerqué, recuerdo que llevaba un café caliente en mis manos y sonreía al ver el atardecer; sentía bastante seguridad en lo que había hecho, podía sentir que a lo lejos alguien me miraba, acomodé mi gorro porque sentía mucha incomodidad por esa persona, la busqué con la mirada, pero, no la encontraba. Después a lo lejos vi a Dylan que desde ese momento se había vuelto mi ángel por haberme rescatado, aunque él no lo supiera. Sonreí y vi que él se burlaba de mí, se acercó y dijo:   —      Tienes pintura salmón en tu mejilla —traté de quitarme la pintura de mi mejilla, pero no podía, estaba seca—tranquila así te vez hermosa, me hace recordar en qué trabajas. —      Es que, acabo de terminar dos cuadros, todo el día había estado trabajando en ellos, los voy a llevar de muestra al museo —expliqué, después le di un sorbo a mi café. —      Se nota, estás pálida y tienes ojeras, pero hay algo en tu cara que te hace ver bien, aunque estas desgreñada y tienes pintura en tu rostro, pero aun así eso te queda bien —explicó con en tono de burla. —      Vaya, parece que eso es un elogio con algo de sarcasmo —miré el paisaje del mirador. —      Tal parece que así es —respondió si dejar de mirarme. —      ¿con qué fin dices eso? —      Eres muy hermosa. —      Vaya gracias, pero no soy ese tipo de chica que le endulzan el oído, la llevas a la cama y después haces como si nunca la hubieras conocido —expliqué decentemente— además al mirarte a los ojos sé que no eres ese tipo de chico, aunque trates de demostrar que lo eres, no te conozco bien, pero con solo mirarte siento que te he visto toda mi vida —Dylan quedó con la boca medio abierta y sólo me reparaba una y otra vez, volví mi mirada hacia él. —      Eres muy rara —exclamó. —      Lo sé, eso me hace saber que soy diferente —solté una carcajada. —      Oye... ¿Qué día van a estar tus cuadros en el museo? — preguntó cambiando la conversación radicalmente. —      El martes, en la inauguración del festival de arte — respondí tranquilamente. —      Espero que hayas hecho un buen trabajo y que ir allí no sea en vano —mostró una mirada pícara. —      Ni que fueras el chico más importante de esta ciudad — me burlé; Dylan no lo hizo y sólo frunció su frente, después dio un suspiro y miró como anochecía— sólo era una broma —repliqué, seguí mirando su rostro porque quería encontrar lo que escondía.  Pasaban los días y no lo podía ver en ningún lugar. Empecé a sospechar de su manera de ser, ocultaba algo y yo quería saber que era. Miraba su dibujo cuando llegó el día de llevar mi muestra al museo de arte. Entré a un cuarto que estaba lleno de pinturas famosas de este tiempo, el cuarto era blanco y en sus paredes había dibujos de mariposas moradas que hacían que los cuadros pareciese que cobrarán vida y en una mesa marrón estaba un señor de cincuenta años de bigote y cabello n***o, tenía una camisa blanca bastante larga manchada de pintura, estaba mirando un dibujo bastante grande de una niña corriendo por un bosque que reposaba en la mesa, alzó su cabeza y dio un suspiro: —      Hola Gendy —saludó con una leve sonrisa. —      Hola señor, buenos días —estiré mis brazos con una caja en mis manos, el señor se acercó y tomó la caja, después la abrió y sacó uno de mis cuadros. —      Era sólo uno —respondió sacando el otro. —      Los dos hacen parte de la misma historia señor — expliqué y después tragué en seco. —      Son muy hermosos y... Sería un desperdicio si nadie los reconoce tal y como son, esto fue cerca de aquí ¿cierto? —me miró y sus ojos brillaban. —      Sí señor —respondí y dejé salir una sonrisa. —      ¡Es muy lindo, no puedo creerlo...! ¡Este niño...! —me miró nuevamente— ¡serán los cuadros principales del festival, hay que darles el puesto que merecen! —se notaba la emoción en sus palabras. Los volvió a observar por unos segundos y su boca quedó entreabierta: —      ¡Gracias señor muchas gracias! —agradecí muy contenta, mi piel se erizaba de la emoción. —      No Gendy, Gracias a ti por hacerme recordar algo tan bello. Me eché a reír y después me fui. Al segundo día fui al museo y vi que la pintura más importante era la mía, la quedé detallando y recordé el primer día que lo vi, ese día que lo conocí, me preguntaba si ese era su lugar favorito. No me había dado cuenta que a lo lejos él me observaba y se estaba limpiando una lágrima de su mejilla; después Dylan volvió a mirar los cuadros: —      Quiero comprarlos —le dijo a una chica que trabajaba para el museo. —      Lo siento joven pero estas pinturas le pertenecen al museo —respondió ella. —      No me importa, quiero hablar con su jefe —insistía.   Miré y vi a la muchacha que lo llevaba a las oficinas, tenía días que no lo veía así que lo seguí, ya que quería saludarlo. Las personas al verlo lo saludaban y se sorprendían en gran manera, todos lo trataban con respeto. Subieron al ascensor de cristal, así que los perdí, solté un suspiro de decepción; volví a donde estaba mi pintura y la reparé fijamente: —      ¿Porque eres así conmigo? Se supone que eres mi inspiración... —le dije a la pintura como si hablara con él —eso no es justo, estoy enojada contigo —me estaba apartando y al dar vuelta en una esquina del museo vi que venía el señor Neval, me asusté y quedé paralizada mientras me recostaba en la pared, no me agradaba ese señor cómo para encontrarme con él y entablar una conversación sobre mi pintura "como si me fuera a saludar" me burle, pero aun así seguía escondida y no sabía por qué. —      Claro que me interesa ver la primera pintura que le hicieron a mi hijo —escuché que dijo. —      Es muy hermosa señor, le va a encantar, está en la sección más importante, claro, ese es el lugar que se merece —escuché decir, sabía de quién era esa voz, era el mismo señor a quien le había dado mis pinturas. Pero... ¿de qué hablaban? ¿De mi pintura? Cuando sentí que se acercaban a la sala principal donde estaba la sección más importante corrí a esconderme para no distraerlo, había un pasillo al fondo donde se iba a las oficinas así que me oculté ahí, ellos entraron. El señor Neval era muy guapo y joven, no me cabía en la cabeza que alguien tan joven como él tuviera un hijo como de mi misma edad; era alto, de ojos azules y cabello n***o. Podría decir que se parecía mucho a Dylan, sólo que ellos no son nada, si lo fueran yo no estaría enamorada de él... —      Claro que no es su hijo... —removí mi cabeza y me saqué ese pensamiento de la cabeza. Me asomé y vi que él se acercaba a mi pintura, me asusté al ver que el director sonreía y señalaba mis pinturas ¿qué está haciendo? El señor Neval empezó a repararla y con una mano tocó el vidrio de seguridad y mostró una sonrisa: —      Vaya es muy impresionante, recuerdo muy bien ese día... —expresó. —      ¿Ese día? —preguntó el director. —      Por su abrigo, ese día su tía se lo había regalado cuando llegó a la ciudad y yo lo había llevado a ese mirador — explicó. Al escuchar semejante historia sentí que mi vida se vino abajo, me agaché en ese mismo instante, recosté mi cabeza a la pared y mi respiración se agitó. —      Papá ¿qué estás haciendo aquí? —escuché esa voz de ese joven del que me había enamorado, allí estaba, hablando con su padre... —      Estaba viendo tu retrato ¿no te parece que son muy parecidos? —preguntó el señor Neval con una sonrisa muy orgullosa. Dylan soltó un suspiro y se dirigió a la salida, su padre lo siguió y por el rabillo del ojo pude ver que empezaron a hablar; dejé correr una lágrima por la tristeza y la impotencia... Al esperar por un largo tiempo se me ocurrieron muchas ideas de hacerle la vida imposible a Dylan por haberme mentido. ¿Porque me oculto quién era? Bueno, no es como si tuviera que hacerlo. No teníamos mucho tiempo de conocernos, por eso mismo no tenía derecho a enojarme con él y arranqué esa loca idea de mi cabeza, traté de entenderlo, a mi mente llegaron un sinfín de excusas por las cuales él no lo había hecho. No sabía si debía ignorarlo de ahora en adelante, si seguía hablando con él tendría muchos problemas, era un hombre importante.  Al día siguiente mis pinturas eran un ¡bum! Salí a llevar unos cuadros al museo y me acompañó Iris. Caminábamos un poco lento al regresar, después ella me dijo con rostro de afán: —      ¡Ay se me olvidaron unos trajes en la tintorería, amiga te dejo lo siento, pero creo que tendrás que regresar sola a la casa! —se fue muy acelerada. Yo quedé mirando cómo se alejaba. —      Como siempre esa es mi amiga —solté una risita y empecé a caminar. Caminé sin afán a mi apartamento y después al pasar por el lago vi un hermoso atardecer que siempre posaba resonante en las montañas que hacían su espectáculo con sus hermosas sombras jugando con la luz triste y apagada del sol que se despedía una vez más de nosotros. Pensé en el descubrimiento que había hecho y una nostalgia abarcó todo mi pecho. Sentí que unas manos grandes cubrieron mis ojos:   —      Nunca te di permiso para que me dibujaras de pequeño, señorita Gendy —soltó una risita. —      Lo siento, pero ese recuerdo también es mío —me destapó los ojos, me miró muy cerca y soltó una carcajada— no tengo que pedirte permiso. —      Losé —miro el atardecer— este es mi lugar favorito para llegar a despejar la mente —explicó. —      ¿Entonces porque no llegas más a seguido? —le pregunté. —      Estaba enfermo —respondió; después dejó salir un suspiro. —      Se nota —dije mirando su muñeca que tenía un parche pegado en ella —escondió la mano. —      No te avergüences cualquiera puede enfermarse —le dije alegremente, volví mi mirada hacia el mirador; sentía un juego de emociones en mi pecho. —      Es que... —bajó un poco la mirada— odio que me tengan lastima. —      Ay, pero yo... —dije sin saber que preguntarle. —      ¿vives cerca de aquí? —me preguntó rápidamente. —      En el edificio cristalino y blanco que está en la derecha —le respondí mirando el edificio. Me miró, esa mirada tan tierna y dulce, tenía algo que me deslumbraba, sus ojos azules y ese cabello n***o y sedoso que jugueteaba con el aire que me hacía sumergirme en su mirada, todo de él me empezaba a enamorar y ese era mi problema ahora que lo sabía todo:   —      ¿Qué tanto me miras? —frunció su ceño muy incómodo. —      Ay —parpadee varias veces— lo siento es que tu rostro tiene algo que... Me atrae demasiado y no te puedo dejar de mirar —dije sinceramente. Se sonrojó mucho y su mirada se perdió en el paisaje, después volvió a mirarme y soltó una sonrisa retorcida. —      Nunca vi una mujer decirle a un hombre que le atrae – dijo Dylan mientras yo me moría de la vergüenza. —      No, no, no... No me atraes —él quedó confundido—bueno, sí me atraes porque eres muy guapo y a veces seductor —él entreabrió su boca— ¡Ah... no! Bueno — bajé la cabeza de la vergüenza. Tenía ganas que la tierra se abriera y me tragara. —      Oye tranquila... —sus manos acariciaron mis mejillas e hicieron que subiera mi rostro— te ves muy tierna así de confundida —soltó una risita— se ve que nunca has tenido novio— yo bruscamente me aparté de él— ¿es cierto? —      Ah... Bueno es cierto —respondí mientras me moría de la vergüenza, se me hizo un nudo en la garganta. —      Así que nunca has besado —yo abrí mis ojos al escuchar eso— nunca había visto a una chica como tú —empezó a quitarse el guante derecho, algo estaba planeando. —      Por favor no sigas, me muero de la vergüenza. —      Tranquila, además tú misma te delataste —se acercó más a mí— ¿sabes? —con su mano derecha ya sin el guante hizo que lo mirara fijamente, se humedece los labios —a los hombres nos encanta ver a una chica, así como tú, porque nos atrae toda su pureza —di un paso atrás. —      Claro y por eso te quieres aprovechar —me enfadé. Apartó su mano de mi mentón y dejó salir un bostezo perezoso. —      Claro que no... —empezó a jugar con el guante que se había quitado —al contrario, estoy que busco otro lugar favorito —lo miré confundida— tengo miedo de lastimarte. —      Solo quiero que un día de estos me muestres quién eres en realidad —empecé a acercarme a él. —      Claro que no... Terminaría lastimándote —expresó en un tono fuerte.     Se iba a apartar cuando de un solo golpe lo detuve y mis manos se fueron a su cuello y mis labios a los suyos. “¿Y después de esto que va a suceder Dylan?” Pensé, sabía que si seguía un mar de problemas llegarían. Después de darle un impresionante beso él quedó impresionado y solo sabía mirarme, yo también quedé impresionada porque ¡cielos! No me había dado cuenta de lo que había hecho, yo nunca había planeado hacer algo así. —      No creo que seas capaz de lastimarme —susurré. —      Entonces no me culpes cuando te desilusiones —se fue de un solo tiro y yo quedé ahí sorprendida de todo lo que había pasado. Llegué a mi apartamento y me tiré en la cama, mi respiración era agitada, dejé salir una sonrisa y puse una mano en mi pecho y pude sentir como mi corazón latía fuertemente.       Mis cuadros eran bastante famosos, todos los medios sólo hablan del chico en el cuadro. Al cierre del festival yo era el tema de todos los días, Gendy por aquí, Gendy por allá. Perfecto... Lo que menos me gustaba me estaba pasando. En el museo había muchos reporteros hablando de mi cuadro, Iris estaba bastante confundida conmigo al terminar de ver el cuadro: —      ¿esto es una broma Gendy? —preguntó. —      ¿Qué? —      Dibujaste a mi primo y se supone que no lo conocías, pensaba que eras diferente, ahora entiendo porque tu cuadro es tan popular —renegaba observando los cuadros. —      ¿Qué? —pregunté. —      Si... El del cuadro es Dylan, mi primo Dylan, el hijo del señor Neval —me miró con lástima— ya veo que no sabías, pero por esa razón es que tus cuadros son famosos, porque lo dibujaste algo bastante tierno y como nadie lo ha visto desde que era sólo un niño y además que él es el tema de estos días por su regreso, es de esperarse que tus cuadros cojan fama— dejé salir un suspiro, ya todo lo que decía yo lo sabía, no tenía que recordármelo— bueno yo por ti si tanto lo odio quemaría esos cuadros de una vez, bueno mejor no lo hagas, cuestan una millonada ahora mismo. Se me había olvidado, era cierto; aunque yo no le había contado que ya sabía quién era ese niño; pobre Iris, me miraba con mucha lástima, dio dos golpes suaves en mi hombro izquierdo, estaba en un gran trance en ese momento, abrí un poco mis labios y miré los cuadros que estaban encerrados en cristal, se acercaban personas sonrientes y miraban, tomaban fotos y al verme se llenaban de emoción. Decidí ir al baño, Iris miraba de lejos:   —      No debí contarle... —se rascó la cabeza y después arregló un poco su vestido, miraba como me alejaba y su preocupación la aturdía.       Caminé muy rápido al baño, estaba a punto de llorar, todos mis sentimientos y pensamientos me estaban matando, no sabía qué hacer, había besado a una persona que se suponía que debía tener a metros, pero que ahora amaba..., me miré en el espejo grande que había en el baño. Escuché que estaban dando comienzo a la última presentación de la noche. Me limpié las lágrimas y salí mientras me tranquilizaba, me dirigí por un pasillo largo y blanco hasta un salón de eventos donde había una tarima y todos estaban mirando a un señor que era el presentador, estaba hablando de mí y después cuando me vio entrar: —      Por favor acércate a la tarima que todos vean quien fue la que pintó esos hermosos cuadros —enfocaron una luz blanca a donde yo estaba y todos aplaudieron, yo sentía que él estaba ahí y que era hora de quedar en ridículo enfrente de él— ¡presentando con ustedes a la pintora Gendy Alizah, esta hermosa chica fue quien pudo dibujar con tanta perfección al futuro sucesor dueño y señor de Neval! —subí a la tarima cuando dijo esas últimas palabras, miré desde allí a todos y lo buscaba con la mirada, todos volvieron a aplaudir. Saludé al presentador con una sonrisa muy hipócrita. Yo no quería estar allí. Había unas sillas de cristal muy bonitas y bastante a la moda en la que me hizo sentar y en otra se sentó, yo sabía que tenía que hablar sobre los cuadros e iba a contar que lo conocí cuando de pequeña, pero había pensado en eso cuando no sabía quién era, ahora ya no sabía qué decir. —      Bueno mi niña, quiero que me cuentes ¡más bien que nos cuentes! —soltó una carcajada— ¿Cómo pudiste hacer esos tan hermosos cuadros? —      Bueno —miré al público y vi que en un segundo piso estaban los camarógrafos grabando atentamente— eso es una historia bastante larga —sonreí. —      ¡cuéntala! Además ¿tú eres la niña del dibujo? — sonreía y todos quedaron muy atentos. El silencio me empezaba a ahogar. —      Bueno... —vi que el presentador bajó la cabeza y después me detuve porque él abrió los ojos. —      Amigos míos, me acaban de informar que entre todos ustedes Dylan Aslam ¡va a salir porque quiere verse cara a cara con quien pintó su primer cuadro! —todos empezaron a gritar de la emoción y miraban hacia todos lados— ¡además va a dar una entrevista! —la multitud empezó a aplaudir y se levantó de su puesto. De repente sólo lo vi caminando por la alfombra roja que se dirigía hacia donde estábamos, sentí que esto pasaba como en un trance, las personas aplaudiendo y los reporteros casi explotando de la emoción y el flash invadió toda la sala. Bajé la cabeza por un momento, pero después la subí, me sentía tan absurda en ese momento. Él llegó y el presentador se levantó y le ofreció una silla justo a mi lado, Dylan me saludó como si no me conociera, pero su mirada era como un (te lo advertí). Esa mirada fue tan penetrante que casi me hace sacar una lágrima. —      Amigos míos esto es épico —explicó el presentador al público que ardía de la emoción— ¡tenemos al futuro gobernador de Neval sentado justo frente a nosotros junto a la chica que lo retrató por primera vez! ¡Y cuando estaba pequeño! ¡Dándole un pedazo de pan a una niña de la calle! Todos aplaudían y silbaban. Empezaron a gritar el nombre del joven. Mis piernas temblaban en gran manera por el miedo del momento, quería correr, deseaba que todo parara. Él me miró fijamente y pude ver que tenía ganas de llorar, pero su rostro estaba serio y lleno de impotencia, eso me hizo sentir aún más mal: —      Son personas que guardan muchos secretos, no muestran quienes son en realidad, siempre son hipócritas y ese hijo de mi hermano, es muy problemático, siempre está desafiando a su padre — explicó el señor Will que tomaba un puñado de palomitas. —      Debe ser muy mimado —respondí sarcásticamente. —      Si... Además, sólo porque es quien crea todos esos robots que andan por ahí se cree la gran cosa, lo odio —comió palomitas y al tragar se echó a reír— pero qué más da es mejor apartar lo que hace daño y dejar lo que hace bien ¿no crees Gendy? —asenté con la cabeza y dejamos ese tema atrás. Recordé cuando me dijeron ese momento, aunque yo ahora no sabía qué pensar.   —      Bueno Dylan Aslam podrías contarnos ¿Qué piensas tú de estos cuadros que viste? —preguntó el presentador sentándose en una silla al lado de nosotros. —      Me parecen que son unos cuadros hermosos y que quien los pintó tiene un gran don —expresó con facilidad. —      Vaya —me miró— bueno Gendy Alizah ¿Qué piensas de este elogio? —      Es muy bello de su parte —respondí como si nada. —      Espero que nuestra querida pintora nos cuente y le cuente a este apuesto muchacho ¿de dónde salió semejante inspiración? —      Bueno... am, yo vivo cerca del lago y recordaba muy bien aquel día que lo vi con ese pan y sólo nació —expliqué para poder rodear la pregunta. —      ¡qué bello de su parte! —exclamó el presentador con gran alegría.   Después sólo las preguntas eran para él pues en realidad todo este alboroto fue sólo por Dylan. Cuando por fin me dejaron bajar de la tarima y a él también; quise escapar a mi apartamento, pero este empezó a seguirme, trataba de caminar rápido y tenía la cabeza en otro lugar que se me olvidó buscar mi abrigo y mi bufanda. —      ¡Gendy espera! —gritó, pero yo no le presté atención. Seguí caminando, pero me detuve al sentir el fuerte frío que hacía estremecer mi cuerpo, recordé que había dejado mi abrigo; di media vuelta, pero en mi rostro se notaba que me estaba congelando. Vi que en su brazo derecho tenía mi abrigo y mi bufanda, corrió a abrigarme: —      ¡pero que despistada eres! —me ayudó a ponerme el abrigo. —      ¿Qué quieres? —pregunté con la mirada gacha. —      solo quería darte tu abrigo —respondió. —      Bueno ya puedes irte, tu público te espera —me iba a ir cuando me detuvo tomando mi brazo. —      ¿crees que no me siento mal por todo esto? —      ¿y tú crees que no me siento demasiadamente absurda ahora para responder? —dejé salir mis lágrimas. —      ¡Yo te lo advertí una y otra vez, pero eres muy terca! —      Tranquilo no estoy enfadada contigo; el problema soy yo —tapé mi boca con una de mis manos y después bajé el brazo— es que me enamoré de la persona menos indicada y... —él me abrazó fuertemente.   La noche era muy oscura y empezaba a nevar; la carretera estaba bastante sola y el frío no se podía soportar. Me aparté de sus brazos, el rechazo lo frustra demasiado y la incomodidad se notaba más que nada, dio dos pasos en la espesa nieve: —      Por favor sólo deja de insistir en esta tontería de tener algo conmigo y sigue tu vida normal —metió sus manos a los bolsillos de su grueso abrigo n***o.   Decidí apartarme y seguir mi camino:   —      ¡Tan sólo déjame llevarte a casa! —gritó, para mi mala suerte empezó a nevar fuerte; corrió y me obstaculizó el paso— vamos no seas terca..., dijiste que no estas enfadada conmigo, sólo olvida lo sucedido y seamos amigos ¿es mucho pedir? —no podía mirarlo— te vas a enfermar con tanto frío.   Busqué paso y seguí caminando, él me dejó de seguir y se fue:   —      Sabía que sólo tenía cargo de conciencia —pensé. Limpié mi nariz con mi mano derecha, los pies los tenía cansados y mis piernas empezaban a dormirse— mierda… Hubiera aceptado su proposición. No estaba bien vestida como para aguantar tanto frío. De pronto sentí que detrás de mí venía una bola de cristal, miré rápidamente y vi al señor Will y a Iris que abrieron la capucha del aparato: —      ¿Qué haces niña? Te vas a congelar entra rápido — ordenó el señor, yo si ningún reproche hice caso y me senté en la parte de atrás, ellos tenían encendida la calefacción y eso me hizo sentir muy bien, dejé salir mis lágrimas: —      Bueno no es tan mala persona Gendy —explicó el señor Will. —      ¿Qué? —pregunté. —      Él fue quien nos dijo en dónde estabas y que no estabas bien vestida para esta tormenta de nieve —explicó Iris— le dije que entonces por qué él no te llevaba y me dijo que sería imposible, que tú no lo querías ver ni en pintura, nos prestó su bola de cristal y mira aquí vamos, mi padre no trajo la suya porque no creíamos que fuera a nevar tanto y nos hubiera costado un siglo mandar a buscar la nuestra. —      A Iris él no le cae tan bien, bueno a nosotros no nos cae bien él— dijo el señor Will, hizo una mueca con su rostro— y nadie de la familia —dejó salir un suspiro— pero eso no quiere decir que no puedas ser amiga o algo más de él Gendy, hiciste un retrato de ustedes dos juntos, habías hablado con él y además lo besaste –explicó el señor Will– que no supieras quién era, ni de qué familia era, no es impedimento para ser algo y mucho menos para convertirlo en una tragedia. —      ¡¿te besaste con él?! —gritó sorprendida Iris. —      ¿usted cómo sabe? —pregunté demasiado sorprendida. —      Bueno estaban cerca de donde vivo yo pasaba por ahí y vi —explicó muy relajado. —      Bueno eso fue... —trataba de explicar. —      No sabías quien era, pero te empezó a atraer su forma de ser contigo —explicó el señor Will— los he visto una que otra vez contigo y esa vez que te cubrió los ojos con las manos y hablaron, después discutieron y ese beso... que prácticamente tú le diste... Cielos eso fue muy lindo —dejó salir un bostezo— él en realidad no trata a cualquier chica así, él es algo más seco, se nota que le gustas, además últimamente me ha tocado estar cerca de él y ¿sabes algo? Él iba a comprar los cuadros justo el día que los pusieron en exposición dijo que sería capaz de pagar cualquier suma que fueran por ellos ya que dijo ''el recuerdo que tengo de ellos es más valioso que todo el dinero del mundo''. Eso me hizo sentir como un zapato. Después de dos días de estar pensando encerrada en mi apartamento decidí salir y dar señales de vida, quería saber que iba hacer de mi vida de ahora en adelante, además era mi primer día de clase.   *** —      Bueno sabes que el instituto queda después del puente así que por obligación te toca ir, debes terminar tus años escolares para poder trabajar en el museo de arte, además no eres mayor de edad todavía— me iba diciendo Iris cuando caminábamos rumbo al colegio, íbamos a estar en diferentes salones de clase y eso no me gustaba para nada.   El colegio era inmenso, todas las chicas eran creídas y una que otro normal, pero todas parecían muñecas perfectas y los chicos bueno, se creían los más hermosos de la tierra, aunque había uno que otro normal, y había otros que no les importaba lo que sucedía a su alrededor, muchos me miraban y me reparaban como bicho extraño, pero casi todos en el colegio hasta los profesores sabían quién era, eso era de esperarse y no me estaba gustando para nada. Prefería estar en el anonimato. Entré a un salón de clases y vi que era muy raro, bueno parecía más bien el salón de eventos del colegio, era grande y para explicar mejor, parecía una sala de cine. Era oscuro, con una gran pantalla digital y me tenía que sentar en el puesto (5 – f):   —      ¿Dónde queda eso? —me pregunté a mí misma.   Empecé a subir los escalones y vi que debajo de ellos decían (4 – C) ¿pero y la silla? ¿Cómo iba a saber en dónde era? Después observé bien y decía (25) (menos mal...) ya sabía dónde era, me senté y vi un botón rojo que estaba a mi derecha y flotaba ¿debería tocarlo para ver qué pasa?   —      Yo por ti dejaría de observar ese botón —escuché una voz. Miré y vi que era Dylan quien se iba a sentar justo a mi izquierda —este botón sirve para cuando el profesor esté explicando y tú debas hacer una narración, por eso en el colegio no se trae libretas, sólo debes venir, no como es como los otros colegios del mundo. —      Am... ¿tú fuiste quien creó esto? —pregunté tímidamente. —      Creo que sí... —respondió. —      Vaya es un invento bastante cómodo— respondí tratando de mirar a otro lado y no seguir hablando con él. " Momento incómodo" —      Oye si quieres me cambio de lugar, claro, si te incomodo —sugirió. —      No, no, no —respondí rápidamente— no debes hacerlo, además no estoy incómoda —lo miré fijamente. —      Bueno lo digo por lo que tu... —trataba de explicar. —      ¡no! —grité. Pero nadie volteó a vernos— además deja eso en el pasado —sonreí— gracias por el gesto de la otra vez, fue muy lindo de tu parte, ellos me explicaron todo. —      Me preocupaba que te fueras a enfermar. —      Gracias por el gesto —respondí y trataba de quitar ese incómodo aire que había entre nosotros— disculpa por cómo me comporté. —      Tranquila, tenías todo el derecho, tuve que haberte contado todo antes.   Me acomodé en mi puesto, vi que los estudiantes entraban y se sentaban; miré a mi alrededor y sentía la garganta seca; deseaba hablar con él, pero mi mente me decía que eso no podía suceder. Una de las cosas que tenía más claras eran las fronteras que había en el colegio, estaba rotundamente prohibido hablar con personas de un estrato más alto que el mío y él era el futuro gobernador, era imposible que entre los dos hubiera algo.   —      Vamos Gendy, ya no estés así conmigo, sigamos como la primera vez. —      ¿qué? —pregunté volviendo mi mirada hacia él. —      ¿Sabes? Siento que debo darme la oportunidad contigo —mostró una sonrisa. —      Sabes que eso está prohibido —trataba de no clavar mi mirada en él.   En el cambio de clase él no se desprendía de mi lado; yo no quería jugar con fuego, había pasado mucho tiempo para poder llegar a esta estabilidad que tenía ahora; no quería que nada cambiara, aunque me dolía mucho haberme enamorado de la persona equivocada.   —      No me importa lo que digan los demás por tu estatus social; sólo quiero besarte como la primera vez Gendy —me susurró al oído mientras el profesor daba clase; se notaba que se divertía. —      Basta —lo aparté; me concentré en la clase del profesor; sentí que me mordieron la mejilla, era él, mi cuerpo se erizó totalmente.   Yo era muy débil en esos tiempos y fácil de convencer; a la salida de clases me convenció a acompañarlo a un lugar; así lo hice y llegamos a un parque bastante alejado de la ciudad, la nieve caía lentamente, los árboles secos estaban rodeados de bombillos de colores; como ya estaba cayendo la noche ellos alumbraban con todo su esplendor; enfrente del parque se podía ver la vista del mar, el agua gritaba cuán fría estaba, corrí al mirador y vi lo alto que estaba del mar. Esos tipos de lugares me hacían muy feliz, Dylan desde la primera vez pudo ver mis gustos; se acercó a mí y abrazó mi espalda:   —      Vamos Gendy dime que sí —me susurró al oído, sus brazos eran tan fuertes que me derretía. El atardecer era muy hermoso y una brisa fría empezó a pegar suavemente: —      ¿Eres consciente de los grandes problemas que tendríamos? —pregunté. —      Eso no importa — recostó su cabeza a mi espalda—además, yo sé que tú quieres —mi silencio lo confirmó todo.   Cerca del parque había un restaurante donde fuimos a cenar; Dylan hacía comentarios de las personas que entraban, era muy gracioso, me dijo que cerca de ahí había una feria a la que me llevó, me di cuenta de lo detallista que era cuando vio que me había quedado observando una pulsera en una ventana de vidrio, me tomó de la mano y me hizo entrar para comprarla, la vergüenza me comía cuando me puso la pulsera. Muy entrada la noche debíamos volver al parque, ya que ahí había dejado la bola de cristal; desde el andén si se miraba a la derecha se podía ver el mar, el sonido de las olas eran música para mis oídos; Dylan quedó viendo mis tacones altos, se detuvo:   —      Sube a mi espalda —se agachó. —      ¿Qué? —pregunté totalmente sonrojada. —      ¡Vamos! Quiero hacerlo —con bastante miedo dejé que me cargara en su espalda. ¿Quién no se enamoraría por cosas como estas? Recordé que cuando estábamos en la feria si veía algún dulce que se veía provocativo me compraba uno, además había concursado en un juego y había ganado un peluche que ahora lo llevaba en una de mis manos, era rosado y muy tierno.   —      ¿Qué te pareció la tarde? —preguntó después de un rato de silencio. —      Hermosa —recosté mi cabeza a su espalda, era cálida, aunque hacía mucho frío sentía la calidez de su cuerpo, él siempre traía bufanda, la aprecié por un momento y después llevé una de mis manos a su cabello "¡cielos es muy liso!" dejé salir una sonrisa; él también iba muy sonriente. —      Ahora no me opongo —le susurré al oído— quiero conocer hasta tus demonios. —      ¿Qué? —preguntó, mostró una sonrisa— no quisieras conocer eso de mí, seguro te lastimaría. —      Bueno, te dije que no me importaba ser lastimada. —      Está bien, te mostraré absolutamente todo de mí, pero por favor, después de conocerme bien no me abandones —dejó salir un suspiro— no lo soportaría, eres la primera chica a quien le voy a revelar quién soy en realidad —soltó una carcajada— ¡no pesas nada! —      ¡Sí, soy delgada! Pero no soy ese tipo de chica que hace dieta, como esas que has conocido y de seguro las has llevado en la espalda también —trataba de defenderme. —      Eres la primera —explicó— la primera que llevo en la espalda y que le he rogado para que esté conmigo.   Eso me dejó atónita; también hizo que me enamorara más de él, para ser sincera, no quería que esa noche acabara. Le di un beso en una de sus mejillas y abracé su cuello, solté una risita al ver que se sonrojó: —      Así que tienes tus partes débiles señor seductor. —      ¡Basta Gendy! Llegamos al parque; me bajé de su espalda y no podía dejar de reír y él me miró un poco extraño, por eso me forcé a dejar de sonreír; Dylan se sentó en una banca, me senté a su lado, la noche cada vez se hacía más fría, vi que él se empezó a quitar los guantes, yo vine a reaccionar cuando vi que me los estaba poniendo:   —      No debes salir sin guantes, esta ciudad es muy fría. Tus manos están congeladas —estaba pasmada con su capacidad de atención hacia mí. Era la primera vez que conocía a alguien como él. —      ¿Qué quieres ganar con toda esta atención? —pregunté cuando me miró con una sonrisa y mordió su labio inferior. —      Tu corazón no, porque sé que ya lo tengo —contestó con mucha seguridad— sólo me preocupo por lo que me importa. —      Me cargaste porque viste mis tacones y sabías que cansaban, me compraste la pulsera porque notaste que me gustó, me llevaste a cenar porque sabías que en toda la tarde no quise comer nada y sabes que amo las cosas dulces. —      También eres observadora —soltó una pequeña carcajada; yo me sonrojé, sentí sus brazos rodearme y me dio un beso en la frente— cuando te veo siento una necesidad de cuidarte; sólo quiero que olvides tu pasado y te retes a ser mía.   También lo abracé y sin darme cuenta dejé que me besara; sentía que él podía controlarme fácilmente. Pasó esa noche, todo tiene su comienzo y su final. Al día siguiente en el descanso me ayudó a buscar a Iris quien lo trató sarcásticamente y después prácticamente me arrebató de él; caminó seriamente después que cruzamos un pasillo:   —      ¿Qué tienes? ¿Por qué estás así? —pregunté bastante enojada. —      ¿Qué hacías con él? —preguntó bastante celosa. —      Está en mi grupo, no puedo hacer nada —respondí—además, yo puedo estar con quien quiera. —      Sabes que me cae mal... —replicó— se supone que a ti también te cae mal —bajé la mirada; no sabía cómo afrontar ese dilema. —      ¡Él no es como tú crees que es! —trataba de explicarle, movía mis brazos ya que estaba bastante desesperada. —      ¡Tú no lo conoces en realidad Gendy, sólo quiere jugar contigo, yo lo conozco desde que tenía diez años! —ella también estaba desesperada. —      ¿Qué? —pregunté. —      Desde que me mudé a esta horrible ciudad lo conozco, tenía diez años cuando creía que era así como tú dices que es, pero con el tiempo me demostró que no es así, es como muestra ser, siempre inventando cosas que sólo dañan a las personas y... Vuelven el mundo un caos y matan personas, por eso me gustó saber que tú también piensas lo mismo —me miró de pies a cabeza — pero veo que él te está haciendo cambiar de opinión. —      Es mi vida y yo puedo hacer lo que quiera con ella. —      Vaya ahora es tu vida, dile eso a la sociedad cuando te la vuelvan una pila de basuras ¡abre los ojos! Sabes que no puedes estar con él —se puso las manos en la cintura — ¡piensa muy bien lo que haces y termina con este patético juego, reflexiona! —      ¡Ya basta Iris, gracias por dañarme el descanso! ¡Gracias! —di media vuelta para irme. —      De nada, llegarás a mí arrepentida —decía muy enojada, voltee para verla— si te lo digo es porque ya he visto casos y conozco a mi primo — Iris me miró fijamente, se retiró caminando rápidamente por el pasillo y yo quedé inmóvil, miré hacia atrás y vi la pared de vidrio, observé los copos de nieve, no sabía qué hacer, mi palabra estaba en juego por mis sentimientos.   Dejé salir un suspiro; quería organizar mis pensamientos, pero simplemente no podía. Seguí caminando y de lejos vi a Dylan que hablaba con un chico y de repente de su chaqueta sacó a un robot muy pequeño que estaba sentado en su mano derecha, se puso de pie y alzó un brazo, en su cabeza dos luces circulares de color azul oscuro salieron donde se supone que están los ojos, miró a Dylan que sonreía:   —      ¿Qué debo hacer? —me pregunté a mi misma, quería seguir caminando para no tener que hablar con Dylan. —      ¡Gendy! —escuché su voz. —      Hola —saludé acercándome, desafortunadamente. —      ¿Qué sucedió con Iris? —preguntó acariciando al pequeño robot. —      Nada importante —contesté subiendo los hombros, él me miró fijamente, en ese momento supe que no le gustaba que le mintieran. —      Claro —respondió con una mirada sarcástica, metió su pequeño robot en el bolsillo de su chaqueta, dio media vuelta y se fue. —      ¿Eh? —me pregunté a mi misma, lo enojé.   En serio, se estaba yendo; a su lado iba ese amigo con el que estaba hablando; no sabía si tenía que seguirlo o simplemente tomar esto como excusa para dejar de hablar con él y dejarme de todas estas bobadas; sólo tenía que decidir. Recordé la noche anterior; peiné mi cabello con una mano.   Decidí ir por mi amiga y hacer las paces con ella, la busqué en su salón de clases que tocaba en ese momento, ella llegó a las afueras de su salón y me miró con un rostro muy aburrido y enfadado:   —      Amiga discúlpame por lo que te dije, no quise ser grosera contigo, pero entiéndeme por favor —rogaba con una sonrisa muy insegura. —      ¿Qué bicho te picó? —preguntó un poco confundida. —      Que no quiero estar enojada contigo ¿es que a ti te gusta? —expliqué moviendo las manos para ayudarme. —      ¿Entonces no vas a volver a hablar con él? —me preguntó. —      Pero es que ese es otro tema, ayer la pasamos muy bien y en serio no quiero dejarlo —tragué en seco. —      No sabes en él enredo que te estás metiendo, esa familia, ¡mi familia es muy complicada! —dejó salir un suspiro —pero que puedo hacer, eres mi amiga. —      ¡Gracias amiga! —ella me dio un abrazo y después vimos que el profesor de su clase se acercaba y yo me fui a la mía.   Dylan no entró a clases, algunos compañeros me explicaron que casi siempre era así, cuando quería entraba a clases y cuando no quería solo no entraba. Así fueron tres horas seguidas; después en el almuerzo lo buscaba con la mirada y no lo encontré; sólo decidí tener un almuerzo tranquilo.   —      Hola —escuché, miré y vi que saludaban a Iris, después el chico se alejó. —      Él no come junto a los demás estudiantes, tiene su lugar apartado donde le cocina un chef, ahí comen los hijos de las personas más respetadas del mundo, ya que este es el colegio donde los hijos de los dueños de las ciudades vienen a estudiar —explicó Iris. —      No lo estoy buscando, sólo estoy mirando el lugar porque es nuevo —expliqué revolviendo mi comida. —      Sí, claro —respondió ella tomando un vaso de jugo de naranja y le dio un sorbo.   Empecé a mirar los mesones largos de madera y los estudiantes que eran ordinarios sentados en ellas, de este lado había mesas redondas de cristal con un florero lleno de flores exóticas donde estaban sentados los estudiantes con una clase algo mayor. Miré a mi derecha y vi otra pared de cristal donde se veía un parque congelado casi abandonado. —      ¿Por qué hay un parque si nadie va a pasear en él? Hace tanto frío... Sólo un loco lo haría —pregunté, después metí la cuchara llena de comida a mi boca. —      Se dice que se utiliza en la descongelación, eso sólo sucede cada veinte años, los que lo han podido ver dicen que ese parque se vuelve el más hermoso de todos —explicó Iris con mucha calma.   —      Si solo así congelado es hermoso no puedo imaginármelo en primavera, debe verse tan diferente... Lleno de vida —exclamé con una sonrisa. —      Sí... —ella sonrió, después sólo terminamos de comer, nos paseamos por el colegio y así pasó el día, después de clases fuimos hacer compras, compramos mucha ropa, también fuimos a comer y de regreso hicimos las tareas y vimos una película.    Pero no podía dejar de pensar en Dylan ¿será que podré seguir con él? Al día siguiente él no llegó al colegio, al parecer no le importaba; me conocí con unos amigos de Iris que me agradaron mucho y, además, hice un nuevo compañero de clases que era muy cariñoso conmigo, era el segundo mejor alumno del grupo y eso me agradó ya que la materia que más odiaba era tecnológica y de seguro él era bueno; estábamos en la clase de informática y él me preguntó:   —      ¿Qué eres de Dylan? —yo lo miré confundida y él sólo se acomodó los lentes. ¿Que podría responder? ¿Que sí? Yo ni siquiera sabía a ciencia cierta. —      Nada, sólo sin querer nos conocimos ayer y ya, te aseguro que entre él y yo no sucede nada —no me creía ni una sola palabra de lo que estaba diciendo, también estaba muy mal por haber dicho mentiras ¿por qué lo hice?
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