Capítulo 4

4150 Words
Solo cerré los ojos y esperé a que se fueran Mi corazón estaba desgarrado, el dolor que había en mí era más grande que mi propio cuerpo. Cuando me desperté estaba lloviendo y oscurecía. Aunque estaba un poco fuera de sí me esforcé para poder correr lo más rápido posible; había estado dentro de una masacre. Sólo veía siluetas de grandes bosques, toda la noche estuve corriendo sin rumbo fijo, al final empecé a llorar al recordar a Alejandro. Pequeños sollozos salían de mi garganta mientras el sol empezaba a salir debajo del cielo nublado. Mi cuerpo no podía más, al final vi rastros de nieve, el piso empezaba a moverse y el cansancio pudo más, además que una droga recorría por mi cuerpo ¿qué era lo que me habían inyectado? Sentí que caí en algo y me golpeé el cuerpo con algo duro. Me levanté del suelo que era de baldosa blanca, miré y vi que tenía puesto un vestido de tiras, era azul, el cuarto estaba bastante tibio, no hacía nada de frío; nunca había visto ese cuarto ¿qué está sucediendo aquí?, abrí la puerta y vi una sala grande con muebles de cuero n***o, una chimenea y una pared de vidrio que miraba hacia un bosque que ya había visto antes, me acerqué a la pared de vidrio y vi detenidamente. Ese era el bosque donde me ocultaba con la Niña si... aquel lugar ya se me hacía muy conocido. Sentí la presencia de alguien detrás de mí y volteé rápidamente muy asustada. —      Tranquila —un joven de cabello n***o y piel muy blanca era ese ''alguien'' que nunca en mi vida había visto. Dio dos pasos atrás y mostró una sonrisa. —      ¿Dónde estoy? —pregunté mientras me abrazaba a mí misma. —      En mi casa, te encontré mientras caminaba por el bosque, estabas inconsciente y quise ayudarte, ¿cómo te sientes? —respondió mientras miraba por toda la sala y después se sentó en un mueble de cuero n***o que estaba en frente de nosotros. —      ¿Quién me quitó la ropa? —pregunté con la mirada centrada en el suelo, mis mejillas se sonrojaron. —      Mi esposa, tranquila —mostró una tierna sonrisa. Él y su esposa eran muy buenos conmigo, creo que les causaba lástima o algo parecido a eso. Estuve tres días en su casa, me convertí algo depresiva, sí, estaba tan triste que no quería comer, pero sabía que con estar así no iba a conseguir nada productivo. Él se llamaba Andy y su esposa, Lina. Un día me senté en uno de los muebles negros que estaba al lado de la pared de vidrio, afuera todo estaba cubierto de nieve, era la frontera norte de Neval. Sin saber, me quedé dormida y recordé a aquel niño que me había ofrecido el pan; su tierna mirada, esos bellos ojos azules nunca los olvidaré. Me desperté en el mueble donde me había quedado dormida y dije: —      Iré a la cocina y comeré algo —al recuperar mis fuerzas caminé hasta la cocina y a un lado había una escalera, en ese momento escuché voces en la sala, caminé y al llegar vi a Andy y a Lina. Ellos me sonrieron alegremente; ese día me dijeron que viviera con ellos, como no tenía a donde ir decidí aceptar la invitación, además ellos me agradaban mucho. A los nueve meses Lina quedó embarazada y después que nació el bebé decidí mudarme a Neval, no sabía cuándo, pero lo iba a hacer. Duré dos años pensando en ese loco plan, me gustaba dibujar a Lina mientras alimentaba a su hija Freydis. Un día ella se sentó a mi lado cuando miraba la pared de cristal. —      Siempre te pones aquí muy pensativa, ¿por qué? —preguntó jugando con un mechón de mi cabello. —      Anteriormente viví en este bosque, debía tener como unos diez a once años, creo —respondí. —      ¿Tan pequeña? —preguntó dudosa. —      Sí... —respondí mordiendo mi labio inferior. —      Vaya, sí que tienes una vida para contar —subió sus piernas al sofá. —      Lina, quiero mudarme —empecé a contar— a Neval. —      ¡¿Que?! ¡¿Por qué?! ¡¿No te sientes a gusto aquí?! —empezó a preguntar asustada. —      No es eso, me gusta estar aquí con ustedes, pero... Quiero ir a Neval, desde que mataron a mi familia yo siento que no encajo en ninguna parte... yo... —de repente ella me mostró una linda sonrisa. —      Vale, dejaré que te vayas, pero te estaremos vigilando, nosotros te adoptamos, así que nos perteneces, por lo que no te mudarás, nosotros te echamos —soltó una carcajada que yo acompañé con la mía—. Voy a extrañarte mucho —quedó pensativa por un momento y después abrió sus ojos y dio un pequeño salto del que yo me asusté un poco— ¡mi madre! —      ¡¿Qué pasó con ella?! —pregunté un poco dudosa. —      Ella trabaja en el museo de arte de la ciudad, te podrá ayudar a que te contactes con ellos —chasqueó los dedos y después dio varias palmadas de alegría—, ¡yo te ayudaré a que consigas un buen apartamento, así, bien grande! —movía sus manos en el aire mientras se imaginaba cosas que yo muy poco entendía, pero me gustaba verla feliz.   Ahora estaba sentada en el mismo bordillo donde ese niño me había regalado un pan. Nada había cambiado, estaban los mismos robots y la misma laguna, el mismo parque, los mismos edificios que eran más altos que los rascacielos, ahora yo vivía en uno de ellos. Lo que cambiaba era que yo no tenía siete años, aunque lo que quería ver era a ese niño, yo digo que ahora tiene que tener unos veintiún años ya que él se veía que no era tan niño cuando lo vi por primera vez. ¡Pero qué ven mis ojos! Es ese niño. No, niño no. Es todo un hombre, lo puedo reconocer. Por esa cara de tierno, sus labios delgados y rosados, sus ojos azules claros y porque está en el mismo lugar en el que estaba la primera vez. Hay una gran carretera que nos separa, es muy ancha, pero yo no soy tímida así que iré y lo saludaré. De pronto no me recuerda, pero todavía puedo saborear ese pan en mi boca, además, puedo recordar perfectamente su voz. Lo bueno es que ya no huelo desagradable y no voy a pedirle nada. Bueno, aunque si quisiera pedirle algo, y es, si puedo ser su amiga. ¿Será que el destino quiere que nos veamos nuevamente? Me levanté y crucé la carretera, él estaba mirando el lago y como unas parejas patinaban muy felices. Estaba tan concentrado pensando que no sintió cuando yo me acercaba a él. Un rayo de luz ya casi muriéndose, rozó su rostro e iluminó en gran forma sus ojos azules ¡qué lindo se veía! Su cabello n***o se iluminó y en ese mismo momento mordió su labio inferior, eso hizo que mi piel se erizara y mis manos sudaran de los nervios. —      Hola —saludé sonriente. No me prestó atención—hola, —pensaba que no quería hablar conmigo— hola —"me está ignorando" pensé, sentí que mi sonrisa me hacía ver patética. —      Lo siento, estaba muy concentrado —dijo y cuando volteo me quedó reparando, miraba mis ojos, mostró una tierna sonrisa, trataba de hablar, pero sus palabras se atoraron en su garganta haciéndole un nudo. —      ¿Me recuerdas? —le pregunté emocionada— soy quien te pidió el pan. —      Ah... quien me mordió el dedo cuando le di el pan, como olvidarte, si fue la primera y única vez que alguien comió un pan en mi mano y hasta me mordió un dedo —exclamó el joven, pero después de ver mi rostro forzó a que su sonrisa se guardara. —      ¿Solo me recuerdas por eso? —le pregunté tristemente. —      No, también por cómo tenías el cabello, lo tenías de punta, muy corto y era muy gracioso, pero por eso no podría recordarte ya que tienes el cabello muy largo y hermoso —confesó, sonrió y entre risas se burló— no creas... Solo es una broma, puedo recordarte porque siempre me han gustado tus ojos. Sus ojos brillaban con gran intensidad algo que hizo que mi corazón latiera con fuerza tanto que parecía un zumbido y creía que me iba a morir de un paro cardíaco. —      Ay, gracias —agradecí sonrojándome. Dejó salir un suspiro helado, subió sus manos hasta su boca y pude apreciar sus guantes negros de cuero, sus labios estaban de un rosado intenso. Sentía que era el chico más guapo que había visto en mi vida, además, era como si ahora que lo veía ya no me podía separar de él y quería encontrar una razón lógica para esto que estaba sintiendo, pero no lo encontraba, además, no me consideraba alguien que se enamorara a primera vista. —      Has crecido mucho, pero parece como si no hubiera pasado el tiempo, estamos en el mismo lugar en el que estábamos hace muchos años, bueno, espero que no te tire mi guardaespaldas al pavimento —dijo el chico. —      Espero que no —solté una risita nerviosa. —      Esta vez sí lo mataría —miro el atardecer y el hermoso sol que se moría en las montañas bañadas en nieve, era como si brillaran por sí solas. —      Qué lindo, oye, por cierto, me llamo Gendy —estiré mi mano derecha y él sonrió. —      Que nombre más hermoso —elogió el chico—. Me llamo Dylan Aslan —me estrechó mi mano. Pensé que el Aslan era su apellido, pero después reflexioné y supe que era su segundo nombre, yo nunca diría mi segundo nombre. Sentía que mi corazón latía a millón cuando nos agarramos las manos para saludarnos. —      ¿Cuál es tu segundo nombre? —preguntó al soltarme mi mano suavemente— es de mala educación que sólo digas uno, deberías saberlo. Fruncí mi frente con mucha confusión. —      No sabía eso —vi que abrió sus ojos impresionado—. No he vivido aquí durante años, me parece más lógico decir el primer nombre y el primer apellido. —      Es un signo de confianza que se transmite, por eso se hace, es como decir que en realidad quieres ser amigo de la persona con quien entablas la conversación —explicó decentemente y se veía muy amable. —      Bien, bueno, mi segundo nombre es Alizah, pero no me gusta para nada, por eso solo dime Gendy —expliqué y él sonrió dulcemente. —      ¿Qué te habías hecho? Llegué a pensar que habías muerto. —      Bueno, pero no estoy muerta, he vivido a muchas cosas —expliqué. Caminábamos despacio sin rumbo fijo y llegamos a parar en un parque gris, donde tiernamente caía la nieve, había bancas de cristal muy frías y mi cabello jugaba con la brisa. —      ¿Y después de ese día que hiciste? —me preguntó mientras miraba el parque donde no había nadie. —      Empecé a vivir aventuras —le contesté— aunque hubo momentos buenos y malos —quería mirarlo fijamente a los ojos, pero no podía porque él dejaba perder su mirada en el paisaje. —      ¿Empezaste a viajar? —me preguntó. —      Si, tuve una amiga que ese estúpido grupo me quitó —le contesté rabiosa— pero eso no importa porque... —él enseguida me interrumpió. —      ¿Odias al Gran Grupo? —me preguntó curioso, me miró fijamente. —      Sí, me han hecho mucho daño —le dije sentándome en una banca del parque—, aunque, no importa; el pasado se queda atrás. —      Pero... ¿qué tipo de daño te han hecho? —me preguntó sentándose a mi derecha. —      Por culpa de ellos perdí a mi segunda familia, era una familia que me había recogido en la Tierra Tropical, los quería tanto, pero un día llegaron con sus idiotas máquinas y los mataron a todos en frente de mí, como me gustaría que se... Lo siento, sé que uno no debe desear el mal a nadie, pero ese que inventó esos robots no sé qué estaba pensando cuando los creó —le dije muy enojada. —      Tal vez él no sabía que sus creaciones estaban arruinando tu vida. —      Pero también los que están de su lado hacen daño a la gente de la calle y yo lo sufrí —le dije— oye... —pero él interrumpió haciéndome una pregunta. —      Oye, ¿y cómo pudiste llegar a este nivel en el que estás ahora? —      Porque, bueno, primero fue esa familia que me educó y me ayudó mucho en mis momentos más difíciles, pero, cuando los mató el Gran Grupo me tocó salir huyendo y después en un bosque un joven me recogió y su familia me adoptó; ahora vine a esta ciudad a cumplir mi sueño con mis pinturas que voy a mostrar en la Feria del Arte, tengo que hacer una pintura que relate mi vida y para eso me va a ayudar una gran pintora que es la madre de la esposa de quien me adoptó —le expliqué. Estaba tan emocionada que el miedo se me pasó y él solo me miraba detenidamente con una sonrisa tierna en su rostro, en ese momento me imaginé por un momento cuántas chicas estarían deseando que fuera su novio, eso me hizo caer a la dura realidad; bueno, de seguro tenía novia, así que en ese momento dejé de hacerme ilusiones. Más bien, me imaginaba una flecha enterrándose en mi mente con un letrero grande que decía "tiene novia". —      Qué bien, me alegro mucho por todo lo que has conseguido —felicitó mostrando una sonrisa. —      ¡Ahora, cuéntame de tu vida! —le dije muy emocionada. Me acomode en mi puesto y los dedos de mis manos jugaban entre sí. —      Eh..., en mi vida no hay nada emocionante, solo es estudio— apartó su mirada para decirlo— creo que tu vida es más interesante que la mía, no gastemos el tiempo en algo tan insignificante —volvió su mirada hacia mí y dio un suspiro. —      ¿O sea que nunca has salido de esta ciudad? —pregunté, los nervios me estaban consumiendo. —      Si... Pero sólo para excursiones y todas esas tonterías que hacen los estudiantes —respondió, se quitó un guante y sus manos empezaron a jugar con él. —      Yo no soportaría vivir así, en un solo lugar —empecé a meditar mientras los nervios se calmaban. —      Ojalá yo tuviera esa misma libertad que tú tienes —me dijo con una sinceridad en sus palabras. —      ¿Cuántos años tienes? —pregunté, dejé salir una sonrisa tierna. —      Veintidós —me respondió. —      Pensaba que tenías unos veinte —le dije riéndome; él me sonrió. —      ¿Y tú? —preguntó. —      Diecinueve —respondí. Él miró una esquina del parque y vio un muchacho que lo miraba fijamente. —      Me tengo que ir, nos vemos otro día —me dijo levantándose de la banca. —      Oye —se concentró en mi— ah.... —su sonrisa se borró de su rostro— adiós —le dije muy alegre. —      Adiós —se despidió algo serio.  Me levanté de la banca y pensé en si otro día podría encontrarlo y hablar con él nuevamente como lo había hecho ese día, pero después al mirar al mirador y ver que las montañas ya no dejaban escapar los rayos del sol supe que sólo había sido mera casualidad. Aunque, mi corazón decía que no matara mis esperanzas. —      ¡Estúpida! ¡Le hubieras dado tu número! —pensé y me di varios golpes en la cabeza— ¡Que tonta! Llegué al edificio donde ahora residía y al entrar observé a las personas que entraban bien vestidas con sus abrigos de pieles y sus sonrisas desbordantes, no me había dado cuenta de que yo ahora era como ellas.  Al pasar por una pared que estaba enchapada de una baldosa negra que reflejaba a las personas que pasaban por allí, me paré en frente de ella y me vi con mi abrigo n***o y mi bufanda blanca, mis botas marrones gruesas que me arropaban muy bien para no sentir frío, además, miré el gorro que llevaba puesto, ese mismo gorro gris que me había regalado Andy para que mi cabeza no se congelara, me hizo reír al solo recordarlo. Seguí caminando y al subirme al ascensor de cristal vi que a chica que se montó conmigo. Era una joven de cabello rubio y ojos grises, era muy linda, con un porte muy elegante, tenía un abrigo que recargaba en su brazo y vestía un uniforme azul oscuro, era de una falda corta, medias veladas color n***o y con unos tacones bastante altos que hacía verla más hermosa. Me sentí insignificante en ese momento. Vi que el uniforme tenía una chaqueta con un bordado blanco, su cabello largo hacía que cubriera el escudo, había entrado con una pantalla enfrente de su rostro, la pantalla iluminaba un azul oscuro y ella hablaba al parecer con alguien, su voz era perfecta, dejé de repararla y miré el paisaje que me brindaba el ascensor, se podían ver los imponentes edificios y además las bolas de cristal que volaban por todo el cielo. Más allá estaba el puente que apartaba a las grandes familias y era allí donde estaba el Gran Grupo, después del puente, los edificios eran más altos, se podía apreciar las pantallas gigantes que avisaban que el hijo del señor Neval estaba en la ciudad, ese hijo que tenía algunos años de no mostrarse a la sociedad como tal; "tenía mucho tiempo" pensé, nunca lo había visto pero tengo que aceptar que eso era el ¡bum! De la alta sociedad en los medios de comunicación social. —      Es muy lindo el paisaje, ¿cierto? —escuché una voz. Miré hacia atrás y vi a la joven ya sin esa pantalla en su rostro que estaba hablándome. —      Ah... Si es muy lindo el paisaje —contesté mientras mis mejillas de ruborizaban. —      Me llamo Iris Betsabé —estiró su mano hacia mí con una gran sonrisa. —      Yo soy Gendy Alizah —estreché su mano. —      ¿Eres nueva aquí? —preguntó mientras miraba el paisaje. —      Si... apenas hace dos días me mudé, estoy viviendo en el piso cuarenta y cinco —respondí con mucha naturalidad. —      ¡Qué bien yo también vivo en ese piso! —se alegró— te ayudaré a hacerte amigos aquí. —      Muchas gracias; la verdad es que no puedo acomodarme bien, no conozco a nadie y se me hace un poco intimidante estar en un lugar sola —empecé a hablar con libertad. Llegamos al piso y al pasar por el pasillo que tenía una gran alfombra roja y la luz era de color mostaza. Me contó que vivía con su padre nada más y me dijo que ella podía ayudarme a acomodar mi apartamento, me invitó a pasar a su apartamento que estaba a cinco puertas del mío y al llegar pude apreciar un lugar muy limpio y lleno de mucha tecnología, además, ella fue quien lo decoró y se veía muy bien. Me mostró todo el lugar y a la media hora llegó un adulto como de cuarenta años quien tenía un semblante muy cariñoso con quien me llevé muy bien, le encantó saber que era una viajera, me hicieron contar cómo era el clima tropical y les contara sobre mis pinturas, después ella me obligó a que le mostrara una de ellas, al pasar los días me empezó a ayudar a organizar mi apartamento que en realidad era un desastre, le regalé dos pinturas que le encantaron, una de una paloma blanca soltando el vuelo, y otra de una bailarina haciendo un piqué. Supo ubicar los cuadros, le dije que por favor los conservara muy bien ya que eran únicos en el mundo y que, además, mis cuadros se iban a presentar en la feria de arte en el Museo Nacional y sabía que esos cuadros eran bastante caros y yo se los había regalado. A Iris le encantaba observar mientras yo pintaba, ella se hizo mi mejor amiga y hasta el momento lo ha sido. El apartamento tenía dos pisos y era muy grande, pintamos una pared que era la de la sala principal, la pintamos de un color verde manzana y acomodamos unos muebles negros en forma de (L) con una mesita de cristal en el centro que tenía un plato de cristal con unas manzanas que hacía que se viera estupendo con el piso blanco brillante. Nos encantaba pasar tiempo juntas, hasta llegué a dormir en su apartamento y ver películas con su padre mientras cuestionamos a los protagonistas, al señor Will (así se llamaba su padre) le encantaba cantar karaoke y ponerse disfraces y actuar como si fuera un príncipe, prácticamente se volvió el padre que nunca tuve. Hasta que un día me contaron algo. —      Somos parientes de los dueños de Neval —contó el señor Will esa vez que estaba pasando la noche con ellos. —      ¿Qué? —pregunté. Sentí que un puño atravesaba mi pecho. —      Si... —explicaba Iris mientras traía unas palomitas en un recipiente de cristal— mi padre es el hermano del señor Neval, pero como no tienen una buena relación muy poco visitamos a la familia, es muy raro que le contemos a las personas porque no nos gusta hablar de eso, pero, desafortunadamente yo como estudiante del instituto me toca verme con esa familia todos los días —estábamos tirados en la sala— pero, eso no importa ahora que tú vas a entrar voy a tener una buena amiga y no tendré que soportar a las creídas —soltó una risa y se sentó en el piso. —      ¿Por qué no se llevan bien con la familia? —pregunté. —      Son personas que guardan muchos secretos, no muestran quienes son en realidad, siempre son hipócritas y ese hijo de mi hermano —el señor Will tragó un puñado de palomitas— es muy problemático —decía mientras masticaba, después tragó— siempre está desafiando a su padre —se limpió las manos con su pijama. —      Debe ser muy mimado —respondí sarcásticamente, hice un gesto de desagrado mientras apoyaba una mano en el suelo. —      Si... Además, sólo porque es quien crea todos esos robots que andan por ahí se cree la gran cosa, lo odio —dijo Iris, comió palomitas y al tragar se echó a reír— pero qué más da, es mejor apartar lo que hace daño y dejar lo que hace bien, ¿no crees Gendy? —asenté con la cabeza y dejamos ese tema atrás. Esa mañana acompañé a Iris a comprar unos materiales para hacer una maqueta que tenía que presentar en la clase de tecnología, al caminar por las grandes carreteras vi las pantallas gigantes que hablaban sobre ese joven que al parecer iba a presentar su nueva y reciente obra, era sobre una nueva marca de robots espías que se iban a infiltrar en algo llamado ''PRST''. —      ¿Qué es eso? —pregunté a Iris que respondió un poco afanada. —      Es un nuevo grupo que está bajo vigilancia por rumores de que fueron los causantes de una explosión en el centro de Neval. Recordé enseguida, si... ese día yo estaba ahí y casi me matan. Pensaba que se me había olvidado, pero sólo al escuchar las palabras de mi mejor amiga mi piel se me erizó, me detuve a mitad de la carretera porque sentí un fuerte dolor de cabeza, llevé una mano a mi nariz porque sentí un líquido que salía de ella. —      ¡Gendy, cuidado! —escuché la voz de Iris que sonaba chillona del miedo que estaría pasando en ese momento.   Sólo sentí que las luces se apagaron, recuerdo que me vi pintando a mitad de un prado verde, estaba dibujando a la persona que más amaba, pero no podía ver la pintura, sólo me veía a mí misma. —      ¿Qué dibujas? —pregunté, pero sentí que ella no me escuchaba— ¡responde! —      Debes saberlo, se supone que lo pintas a cada momento —me miró, yo vi el rostro de alguien en ella, pero no puedo recordar de quién era. Solo se convirtió en alguien a quien le sonreí y lo abracé con mucha fuerza.  Sentí que me arrastró algo muy fuerte. —      ¡La estamos perdiendo! —gritaba el doctor. Me estaban reanimando. —      Eres a quien esperaba todo este tiempo —dije abrazando a un joven, pero, no podía ver su rostro. Miraba todo el paisaje de un valle, de repente, vi a Lucy. —      Espera, por favor... —caminé a donde estaba ella— llévame contigo —sonreí al verla, vi que se apartaba— ¡no te vayas, por favor! —      ¡No responde! —decía con desesperación el doctor al tratar de reanimarme. —      Debes quedarte aquí —me dijo Lucy mirándome con esa ternura que recuerdo muy bien. —      Yo estoy bien —respondí— estoy aquí, viva —sonreí en forma de burla— Lucy, sólo quiero estar a tu lado, tú me salvaste y eso nunca lo voy a olvidar, por eso quiero estar contigo —mi rostro se puso muy triste, pero ella mostraba su mismo rostro dulce— quiero vivir contigo, por favor, porque sí estoy viva, ¿verdad? —      No lo estas —tomó una de mis manos— mira. Vi mi cuerpo en la camilla y el doctor reanimándome, a su lado varias enfermeras y un tubo entraba por mi boca. —      ¿Qué me sucedió? —pregunté. —      Trata de recordar —agarró una de mis mejillas. Entonces recordé, Iris me había gritado, vi que una bola de cristal chocó contra mí y perdió el equilibrio y se fue de frente contra un edificio, explotó y yo quedé tendida en el suelo, tenía un gran golpe en mi cabeza, pero estaba viendo todo, bueno, solo veía, pero no reaccionaba, no movía mi cuerpo. Iris corrió hacia mí y me gritaba, yo no podía escuchar nada, solo veía a mi amiga que lloraba a chorros y un joven se acercó, pero no podía ver su rostro porque en ese momento todo se puso oscuro.      
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