Capítulo 3

4567 Words
Pero en ese momento un robot blanco le lanzó una bola de fuego, bajé mi cabeza para que no me quemara el fuego, puse mis manos en mi cabeza para protegerme, así que al alzarla noté que ya no estaba en peligro y salí corriendo con mis pocas fuerzas lo más lejos posible y cuando deje de correr todo se tornó n***o. Al despertarme me encontré con una muchacha que era de cara morena, y cuerpo muy hermoso, era muy buena conmigo. —      Hola pequeñita por fin despiertas, estabas ardiendo en fiebre y eso me tenía preocupada, estabas tirada en la nieve cuando te vi por primera vez —explicó mientras se limpiaba las manos con un pañuelo marrón. Traté de levantarme y reparar mí alrededor, pero, sentía mi cuerpo muy pesado. —      Yo... ¿dónde estoy? —pregunté con los ojos entreabiertos. —      Estás en la sección de renegados —explicó cubriéndome con unas telas que tenía encima. —      ¿Eso qué es? —pregunté. Ella acariciaba mi frente mientras humedecía sus labios para empezar a explicar. —      Es un lugar donde todas las personas como tú y como yo llegan para vivir con personas iguales a nosotros y.… tratar de no ser tratados mal por las personas que tienen... —me miró y vio que la escuchaba con atención— que son personas como las que tu viste — empecé a llorar— ¿qué sucede? —      Ellos me trataron muy mal... Me empezó a mirar con ternura y lástima, sus ojos empezaron a brillar como si quisiera llorar. —      Bueno aquí no vas a sufrir, si quieres te puedes quedar conmigo y vivir feliz ¿qué te parece? Mis ojos se abrieron rápidamente. —      ¿Pero tú si querrías a alguien como yo? —      Tenía una hermana así de pequeña como tú, pero, un día el Gran Grupo me la quitó de mi lado —explicó bajando la mirada— y cuando te vi ahí tirada en la nieve inconsciente yo... quise... —      ¿Qué es el Gran Grupo? —pregunté curiosa. —      Bueno el Gran Grupo son unas personas que son las dueñas de esta ciudad, el mundo está repartido en varias ciudades y una de ellas es la Ciudad de la Lluvia, la Ciudad de la Arena, la Ciudad de la Nieve que en realidad se llama Neval porque es la que manda a las demás ciudades. —      ¿Porque ella es la que manda? —pregunté— además ella nos trata muy mal. —      Bueno un día de estos cuando estés frente al dueño pregúntale a él y después me dices —se me acercó  con una mirada muy seria —nunca, escúchame bien, nunca te vayas a enamorar de un chico de esa ciudad porque ellos solo te van hacer daño, yo lo hice y mira a donde vine a parar —se levantó de donde estaba y miró a su alrededor, yo también hice lo mismo y observé una casa hecha de metal que era muy pequeña; sólo había una pequeña luz que salía de un rincón del cuarto y no sabía de dónde provenía; solo vi que era muy pobre y lo único que había era esa pequeña cama en la que estaba acostada que en realidad solo era un montón de trapos viejos.      Me dio comida, en la noche ella salió con una ropa muy corta y al rato llegó con un señor a la casa, hacían mucho ruido, yo abrí un ojo y vi que forcejeaban, estaban desnudos, a lo último el señor le dejó unos papeles, estaba pequeña, pero, sabía que eso era dinero. Entendí que ella hacía eso para poder tenerlo. Por eso todas las noches lo hacía, a veces me decía que la esperara a las afueras de una casa que tenía música muy alta, ella se disfrazaba y bailaba alrededor de un tubo que estaba en una tarima, ahí se quitaba ese disfraz y los hombres le pegaban dinero en todo el cuerpo. Podía ver eso cuando el robot que parecía humano se quitaba de la entrada, algo que hacía cada hora, corría rápidamente y podía entrar, aunque después el mismo robot me sacaba. —      Tienes que esperar aquí —decía con una voz de computadora entrecortada. —      Quiero entrar —renegaba. —      Tienes que esperar aquí —volvía a repetir. —      Ya lo dijiste, pedazo de chatarra —él no respondía— ¿quién te creó? —pregunté mirándolo a los ojos. —      Información clasificada —respondió. Ya tenía nueve años cuando seguía en esa rutina, me encantaba vivir con la joven morena, que, por cierto, se llamaba Lucy, ella me amaba mucho, aunque vivíamos en muy mal estado, para mí, que vivía en mi propio mundo de fantasía no existía nada más que ella. Siempre la esperaba a la salida de su trabajo que no duraba más de tres horas, esperaba juiciosa sin alejarme de la parte de atrás del bar donde sólo estaba ese viejo robot. Caminaba por las calles angostas una y otra vez mientras esperaba a que ella terminara. —      ¡Gendy! —escuché. Volteé rápidamente y la vi acomodándose un viejo abrigo n***o. Siempre lo hacía al salir y yo corría a abrazarla, ella me tomaba en sus brazos y así me llevaba hasta la casa. —      ¿Compramos dulces? —siempre preguntaba lo mismo. Me hice amiga de una niña que era mayor que yo, entendía más este asunto y ella también lo hacía, pero era diferente, ya que la obligaban a hacerlo y no le daban dinero. Era hija del dueño de ese lugar y hasta su padre también le hacía lo mismo que los demás hombres. Ella me dijo que mi nueva mamá era prostituta. Desde ese día mi infancia acabó. Pero no era por lo que me había contado mi amiga, mi nueva madre (Lucy) me dijo que me apartara de esa niña ya que si me veía su padre me podía hacer lo mismo que le hacía a su hija. —      Quiero que esperes en la casa todas las noches, ¿entendiste? —se agachó hasta mi altura, apoyaba una mano en una de sus rodillas, y con la otra me mostraba su dedo índice. —      ¿Por qué no puedo ir contigo? —pregunté una noche a las afueras de la casa. —      Si ese señor te ve te va hacer muchas cosas feas Gendy, sé que estás pequeña, pero debes entender —trataba de explicar mientras miraba a todos lados. Empecé a llorar— Gendy tengo que irme —se incorporó. —      Yo voy contigo, prometo portarme bien —le abracé de su cintura— ¡por favor...! —tenía cerrado los ojos, después abrí uno para ver su rostro. —      No, Gendy —me soltó de su cintura y me mostró una sonrisa—. Prometo que cuando venga voy a traerte un dulce. Miré su rostro fijamente y sonreí mientras retiraba las lágrimas, acepté haciendo un brusco movimiento con la cabeza. Ella se fue con su acelerada forma de caminar, arreglaba su cabello con las manos y de lejos veía como los hombres le decían cosas que ella solo ignoraba. Decidí ir tras Lucy sin que esta supiera. Al llegar miré de lejos y no vi el robot con cara de humano por ahí cerca; la noche era más oscura de lo normal y solo lo que daba un poco de luz era un bombillo que colgaba en la entrada del bar. Con pequeños pasitos acomodé el gorro blanco que llevaba puesto y mi saquito n***o, entré y vi el pasillo largo con luz blanca que era un poco opaca; a lo lejos se escuchaba música, empecé a caminar tranquilamente y no veía a nadie, solo estaban las paredes blancas desgastadas y el piso curtido lleno de barro y estaba un poco resbaladizo; quería entrar y saludar a mi amiga, eso era lo único en que pensaba. En ese momento el padre de mi amiga me vio al abrir la puerta de madera, detrás de él observé una luz verde y muchachas bailando en los tubos, la música inundó el pasillo y yo sólo estaba paralizada de miedo. Él cerró la puerta rápidamente, me reparó de pies a cabeza, se acercó y empezó a tocarme las piernas. Yo solamente estaba recostada a una pared sin saber qué hacer, él empezó a olerme y me dio mucho miedo, si apenas se me ocurrió gritar. —      ¡Déjala! —se escuchó una voz femenina. —      ¡Cállate, prostituta! —gritó ese señor que miraba con ojos muy grandes y llenos de desesperación y me pasaba la lengua por la cara.  Lucy desesperada se agarraba el cabello, no sabía qué hacer, pero se notaba que estaba llena de impotencia. Ella lo empujó y él le arrancó un mechón de cabello. —      ¡Corre...! ¡Vete...! —me gritaba mientras ese señor la cortaba con un cuchillo que había sacado rápidamente. —      ¿A la casa? —le pregunté mientras sentía que el miedo congelaba mi cuerpo. —      ¡No...! ¡Corre...! ¡Vete lejos, aprende a cuidarte por ti misma...! ¡Corre...! ¡No confíes en nadie! —en ese momento el señor le cortó el cuello. Supe que tenía que correr, en la huida se me calló la bufanda que llevaba amarrada en el cuello. El señor con su ropa llena de sangre iba tras de mí, tenía mucho miedo, miraba hacia atrás y lo veía con el cuchillo en la mano salpicando sangre, yo gritaba una y otra vez, tenía el recuerdo de Lucy en mi mente y sus palabras ''corre'' querían hacer explotar mi cabeza; pasaba por calles llenas de gente, sabía que debía ir más lejos pero, cuando pasé por un callejón solitario quise mirar para ver si el señor me perseguía y resbalé. Al caer me golpeé la cabeza, quedé por un momento tirada en el suelo, todo estaba borroso, pude ver a ese loco lanzarse a mí con gran impotencia, pensaba que ese era mi fin, pero una silueta de un hombre apareció justo en ese momento y empezó a pelear con él, sabía que debía correr y eso hice, aunque me caí en varias ocasiones. Llegué a donde había muchos robots que eran de una marcha que se estaba haciendo, me pude perder entre la multitud de personas que miraban el desfile, me sentía un poco mareada por el golpe. Las personas reían como si estuvieran viviendo el mejor momento de su vida. Todo estaba borroso para mí; escuchaba a las personas como si estuvieran muy lejos. Todos empezaron a mirar el cielo, muchos fuegos artificiales lo iluminaron; pero ellos no miraban eso, miraban las bolas de cristales que volaban, hasta ese momento solo rodaban, pero ahora su tecnología estaba rebasando los límites, creía que era lo mejor que había en el desfile hasta que salió un robot gigante entre la muchedumbre, todo su cuerpo era gris y sus ojos negros, la cara la tenía cuadrada, la muchedumbre empezó a gritar como locos. Pude saber en dónde estaba, las cosas en mi cabeza se habían aclarado. Seguí corriendo, cada vez veía a las personas mejor cambiadas, esta vez sus abrigos eran de pieles, sus peinados muy elegantes y estaban maquilladas, sabía que había entrado a la zona alta. Vi un puente muy alto; cerrado en cristal, el dividía la ciudad, del otro lado era donde vivían las personas más importantes de todo el mundo (El Gran Grupo).  Ese era el lugar que había creado el Señor Neval para poder separar los estratos sociales.  Debajo del puente estaban las alcantarillas; bajé hasta allí para poder esconderme. Me agaché cerca de una alcantarilla, olía a rata muerta y unos señores tenían unos sacos amarrados en el cuello, me miraron, uno se me acercó y me dijo: —      ¿Estas asustada? Vi que tenía un diente que le colgaba, los demás estaban podridos y no tenía ni uno que estuviera completo y su aliento era peor que el olor de la alcantarilla. —      Mucho —respondí. —      Si quieres puedes venir con nosotros, mamá cucha puede cuidarte —sugirió. Abrazaba mis piernas con mis brazos, al momento me negué rotundamente, pero, después, al no soportar el frío, acepté ir. Entramos a uno de los tubos del alcantarillado donde había muchas moscas, cucarachas y estaban asando ratones. Muchos niños los estaban comiendo, ya que era lo único que tenían para comer. Pude notar un hilo de agua sucia de corría de la alcantarilla, el lugar se iluminaba por unas antorchas que habían pegado en las paredes del alcantarillado y no sabía cómo habían hecho para romper el metal. Ahora que estoy grande y puedo entender mejor la situación sigo sin entender cómo hicieron para romper el metal. —      Hola, niña —saludó una vieja muy flaca, tenía unas cuantas melenas echadas sobre el rostro y eran tan pocas que la cara se le podía conocer. Tenía una verruga a un lado de su nariz y era morena, jorobada, nariz ñata y su vestido era de bolsas negras de basura. —      Hola —saludé. —      ¿Cómo te llamas? —me preguntó. —      Gendy —contesté un poco tímida. —      Que nombre tan lindo —me di cuenta que solo tenía un diente—, ¿quieres comer? —no sabía si responder, pero el hambre me ganó. —      Sí, claro —era carne frita con un sabor a frutas podridas.  Pensaba que esa señora no podría comerse esa carne con un solo diente, pero creo que ella se lo comía con más rapidez que todos.  Ya habían pasado tres días, en ese tiempo no había salido de la alcantarilla y no había hablado con nadie, me sentía muy triste al no tener a Lucy a mi lado; pero me dijeron que fuera a tratar de conseguir algo en la calle. Era un grupo de niños sucios con abrigos desgarrados y malolientes los que partieron conmigo, aunque, yo estaba incluso peor que ellos. Sabía que no debía estar en ese lugar, tenía que salir de ahí cuanto antes, pero una niña me dijo: —      Ten cuidado, los robots andan vigilando y si te ven, te matan. —      ¿Qué? —pregunté cuando salía de la alcantarilla. —      Sí, yo siempre he querido escapar de este lugar, pero nunca he podido. —      Ven conmigo y podrás salir de aquí —le dije emocionada. La tomé de una mano. —      No sé... Me da miedo —ella era muy hermosa y con un rostro muy tierno, aunque tenía que ser mayor que yo por unos tres años.   Después de convencerla salimos corriendo sin rumbo fijo, por dos días estuvimos escondiéndonos en esa zona que vigilaban los robots y después nos entramos al bosque donde encontramos frutas y una pequeña cueva que la volvimos nuestro hogar, la niña no tenía nombre así que siempre la llamaba niña. Todo era como un cuento de fantasía. Así duramos tres meses viviendo en esa cueva y conocimos muy bien el bosque, hasta había un pajarito que siempre llegaba en la mañana y le dábamos fruta para que nos tuviera cada día más confianza. Hasta una vez encontramos un lobo que creía que me iba a atacar, pero no fue así, sólo quería la carne que llevaba en mi mano y llegó hasta donde estaba y lo comió en mi mano; eso me hizo acordar de la primera vez que había llegado a la ciudad y me acordé de ese niño, hizo que sintiera felicidad, llamé al lobo ''Guin'', la niña decía que estaba loca porque ¿quién se iba a ser amiga de un lobo? Pues yo. Pero un día llegaron una pareja conociendo el bosque y la niña estaba recogiendo leña por ese lugar y ellos se encariñaron con ella y se la llevaron a otra ciudad, yo al ver que ellos la estaban montando en una de esas bolas de cristal corrí para tratar de alcanzarlos, pero eso volaba muy rápido y no pude alcanzarlos. El único que se quedó a mi lado fue Guin que le encantaba dormir en la cueva por lo caliente que estaba. —      Por favor, no te apartes de mí, Guin —le dije esa noche, dormía a su lado para estar más caliente. Me acuerdo que miraba muy fijamente el fuego porque era lo único que no me hacía sentir triste. —      ¡Esperen no se la lleven! —recordé. Ese era mi último recuerdo de ella. Limpié una lágrima que salió rodando por mis mejillas. Un día mientras caminaba cerca de una montaña vi una flor que estaba cerca de un pino, no sabía que había flores que nacían en invierno, bueno, en esta ciudad siempre había nieve y no lograba imaginarme una ciudad sin nieve. Escuché el eco de un disparo. —      ¡Guin...! —grité muy fuerte que sentí mis cuerdas vocales desgarrarse. Corrí lo más fuerte posible y al llegar cerca de la cueva lo vi a él tirado en la nieve, alzó tembloroso su cabeza y sus ojos azules estaban brillantes, soltó un chillido, la nieve a su alrededor se volvió roja, empecé a llorar, me arrodillé a su lado y acaricié su cabeza. —       Guin... —volvió a soltar otro chillido y después sólo murió—, no me dejes sola, por favor. Lo único que me puse hacer fue a llorar; después me fui cerca de las montañas y caminé por varios días, también viví allí, sabía en dónde podía encontrar agua y comida. Y un día llegué a un lado de una montaña donde el clima era cálido y no había nieve, había muchas frutas y comida, ríos, lagunas, bosques. A mis doce años había aprendido sobre la supervivencia, la Niña sabía mucho sobre cómo encontrar comida en los bosques y ella me había enseñado, además que Lucy también me habló mucho sobre supervivencia. Aparte que crecí en un bosque cuando vivía con mis padres. Seguí viajando y por mucho tiempo no había visto una persona, pero un día caminando encontré a un niño, estaba bastante lejos de mí, pero se acercó rápidamente al verme. —      Hola, me llamo Alejandro ¿y tú? —me preguntó acercándose. Debía tener unos trece años. —      Gendy —le respondí acercándome también, aunque, algo nerviosa. —      ¿Qué haces con toda esa ropa encima? Hace calor, ¿no tienes en donde vivir? —sus ojos me repararon totalmente. —      Es la única que tengo y no tengo donde vivir —respondí—, he estado viviendo en el bosque. —      ¿En el bosque? —preguntó dudoso—, bueno con nosotros tendrás todos los vestidos que quieras —me explicó. Miró a un señor que estaba detrás de él—, llévala a que se bañe y se cambie de ropa.  El señor me llevó a un cuarto muy grande y me dio un vestido liviano que era de tiras y era blanco, pero, primero me dijo que me bañara en un cuarto donde el agua cae del techo y te tienes que untar en todo el cuerpo con algo que es duro y a la vez cremoso, huele delicioso, pero te lo tienes que quitar con el agua que cae del techo y todo eso que se hace en ese cuarto, se reduce en la palabra que dijo el señor “dese un baño”, ''baño'' ese es el nombre que le dan a ese cuarto. Después me peinaron el cabello, me pusieron unas sandalias nuevas y muy bonitas, me pusieron un lazo en la cabeza de color blanco y me echaron en el cuerpo cremas, colonias que me dejaron oliendo muy rico. —      Se ve hermosa —dijo una joven que me había puesto el vestido blanco—, tiene el cabello muy largo. —      Tengo años que no me he cortado el cabello —expliqué mientras me veía en un espejo. —      ¿Quieres que te corte el cabello? —      Bueno, pero, lo quiero recto —entrelacé los dedos de mis manos y di un fuerte respiro. —      Le va a quedar hermoso ya que las puntas están abiertas —dijo la joven. Me cortaron el cabello, no fue mucho ya que quedó largo, pero se me veía hermoso. Bajé y Alejandro me reparó, en eso salió un señor que me sonrió y dijo: —      Te vez hermosa. —      Gracias —le agradecí. El hombre debía tener unos treinta años. —      Vamos a comer —sugirió el señor. —      Ay sí, porque tengo mucha hambre —acepté abiertamente. Él mostró una hermosa sonrisa. —      Bueno, si es así no esperemos más ¡sirvan la comida! —soltó una carcajada. Vi que el techo del comedor se abrió y en la mesa apareció mucha comida servida. —      ¡Nunca en mi vida había visto tanta comida! —grité, di varias palmadas; Alejandro sonrió tiernamente, se sentó y mordió su labio inferior. —      Bueno, siéntate y come todo lo que quieras —dijo una señora que estaba detrás de mí. —      ¿En serio? —pregunté volteando a verla.  Me sorprendí al ver que ella tenía un ojo diferente al otro, el derecho era de color gris y el izquierdo era de color azul, la señora debía tener unos treinta años también. —      Si niña, todos los que son amigos de mi hijo puede tener entera libertad en esta casa —me dijo muy sonriente. Su belleza me traumatizó. —      Bueno, gracias —empecé a mirar por dónde comenzar. Se me antojó comer primero un poco de pollo— el pollo se ve muy gustoso —dije muy contenta. —      Yo comenzaré por la sopa —pidió Alejandro. Empezaron a servir la sopa y a mí me sirvieron dos muslos de pollo que estaban crocante y por dentro estaba la carne muy jugosa y suave. Después de comer y saciarme con pollos, sopas, frutas, cereales y helados, salí al jardín a jugar con Alejandro que me enseñó los juegos de esas tierras tropicales, y después en la noche me llevaron al mismo cuarto donde dormí plácidamente y al día siguiente me llevaron más vestidos, me empecé a familiarizar con el baño, hasta con ese aro blanco donde uno desecha lo que comió el día anterior, y ese papel con el que uno se limpia. Solo lo que hacía era pasear por esas tierras y no sabía porque ellos eran tan amables conmigo, solo me decían que era por ser amiga de su hijo. Yo si veía que ellos tenían cuartos grandes donde guardaban bolsas llenas de un polvo blanco muy fino. Varias veces vi que se llevaban esa cosa blanca en las bolas de cristal en la que viajamos varias veces. Los padres de Alejandro se llamaban Neyda y Jefer. —      ¿Por qué se llevan el polvo blanco en las bolas de cristal? —le pregunté una vez a Alejandro. —      No preguntes nada si quieres seguir viviendo tranquilamente, Gendy —explicó mientras caminábamos por una caballeriza. Miró a un caballo n***o—, es mejor no saber nada y seguir normal. —      Bueno, yo sólo quería saber. Él volteó la mirada a donde estaba, me acarició el rostro con una de sus suaves manos; miré sus ojos cafés que empezaron a brillar. —      No quiero que te suceda nada malo Gendy, eres como la hermana que nunca tuve y quiero protegerte, lo he querido hacer desde el día que te vi caminando como un perrito sin dueño por las tierras —me abrazó.  Pero como yo estaba pequeña no entendía la palabra narcotraficante. Eso era mi nueva familia. Yo solo lo que quería era que mi vida continuara como era en ese lugar donde me enseñaron buenos modales, a nadar, escribir y leer, las cuatro operaciones básicas de la matemática y después todo lo avanzado. Hasta encontré mi don que era pintar, dibujé muchos paisajes, tenía profesores que me enseñaron las técnicas de la pintura. Me daban todo lo que quería y llegué a llamarlos papá, mamá y hermano. Sin darme cuenta empecé a volverme una señorita y era muy bien educada; no paraba de viajar por muchas ciudades y una vez cuando ya era una adolescente de dieciséis años fuimos al museo de Galván en la Tierra del Sol; me encontré con una señora de cabello ondulado blanco que miraba un cuadro atentamente, se me hizo tan curioso ver lo que estaba mirando. —      Es muy lindo ese cuadro —me dijo repentinamente. —      Sí, está muy precioso; el pintor tiene mucha imaginación —estaba a su lado, acaricié mi mandíbula con una mano. —      Se llama ''soltando mis alas'' —respondió la señora. —      ¿Y porque ese nombre? —pregunté bajando mi mano y acaricié la punta de mi vestido blanco de tiras azul claro. —      Es porque antes de partir el pintor hizo el dibujo, dijo que el día que soltara sus alas podría vivir en paz y seguiría la voz de su corazón, siempre quise ver el cuadro y por fin hoy mi sueño se cumplió —la señora miró con ternura el cuadro. —      ¿Seguir la voz de mí...? ¿Corazón? —balbucee. Miré atentamente la pintura que era un dibujo de una paloma con las alas en llamas, era muy imponente. —      Gendy —me llamó Alejandro—, ya nos tenemos que ir —lo miré, la señora me vio por última vez y mostró una sonrisa. Al llegar a la casa me pareció ver un robot detrás de un arbusto, pero todo fue muy rápido y no presté atención. —      ¿Qué te parece si practicamos con el arco? —sugirió mientras traía unas flechas. —      Me parece buena idea —respondí buscando con la mirada los arcos en la sala. —      Voy a esperar en el jardín trasero mientras buscas los arcos —salió y yo me quedé buscando. Al llegar donde él estaba me pareció ver una caja negra bastante pequeña desde un arbusto que daba hacia el bosque. —      Ale, ¿trajeron robots hoy? —pregunté acercándome a él. —      No...  —respondió tomando una flecha del suelo y yo le pasé un arco— ¿porque la pregunta? Iba a responder cuando vi su rostro palidecer y sus ojos se llenaron de miedo. —       ¡Agáchate! — se lanzó a mí, eso hizo que cayera al suelo. Sonó una explosión, perdí la conciencia por unos segundos y al abrir los ojos miré a mi derecha y todo estaba en llamas, las personas corrían de un lugar a otro. —      ¿Qué está sucediendo? —llegaron unos señores en las bolas de cristal y empezaron a disparar a todos, a mi lado estaba Alejandro y le sangraba la cabeza—, hermano, despierta... —le decía, pero él no contestaba—. Alejandro tenemos que correr... —unos señores de los que habían bajado de las bolas de cristal se acercaban a nosotros, sabía que nos iban a disparar. “No quiero que se vuelva a repetir la misma historia, ¡no por favor!” pensé. —      Gendy, corre...  —escuché como si fuera un chillido que provenía de donde estaba él. Miré y vi que él trataba de hablar mientras agonizaba. —      No... Vamos los dos, manito, por favor no te mueras... —forcejeaba con mi cuerpo para poder levantarme—, vamos yo te ayudo, pero tienes que acompañarme —me puse de rodillas y lo abracé— por favor, levántate, ahí viene alguien que nos va a matar. —      Corre Gendy, corre... —decía tratando de abrir los ojos—, sabes que te quiero proteger. En ese momento sentí que me tomaron de la espalda. Era ese señor que empezó a forcejear conmigo y pudo vencerme; me apartó, no podía verle el rostro ya que lo tenía cubierto con uno de esos cascos que ellos siempre traían encima, todo su uniforme era n***o y robusto. —      Vamos, camina...—me susurraba al oído. —      ¡No...!, ¡suéltame, estúpido...! —estremecía todo mi cuerpo para poder soltarme de sus brazos. Él me lanzó cuando estábamos apartados de todos y se sentó en mi vientre. —      ¡¿Qué haces?! —grité con mucha fuerza. Sentí que me inyectaban en el cuello algo que hacía retorcer del dolor. —      ¡AH...! —mis ojos se nublaron y todo se puso n***o.  Vi que un punto blanco iba apareciendo en mi vista y cada vez se hacía más grande. El hombre al verme que ya no forcejeaba se levantó y por un momento me miró fijamente y después se acercó a Alejandro; yo lo veía todo, era un fondo blanco donde sólo podía ver esa imagen. —      ¡No, por favor! —gritaba dentro de mí— ¡HERMANO!  Mi cuerpo estaba totalmente inmóvil; quería correr a socorrerlo, pero no podía, mis ojos estaban entreabiertos y luchaba para moverme, pero era imposible. Pude ver que él antes de que le dispararan volteó a donde yo estaba y me mostró una sonrisa, una gota de sangre rodó por una de sus mejillas y esto creó que una lágrima brotara de uno de mis ojos. Mi mirada era pesada y sabía que ese era el final.        
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