Trabajo
Un sonido recurrente me levanta de mi profundo sueño. Con molestias tomo mi teléfono, al verlo me doy que el identificador de llamada de mi teléfono muestra el nombre de “Esclavista”. Mi rostro de molestia al haber sido despertada en la madrugada, mi rostro cambio a enojo automaticamente.
-¿Qué?
-Muy buenos días, señorita Mercedes, espero que estes lista en veinte minutos pasare a recogerla.
Parpadeaba varias veces obligándome a despertar notando la hora.
-Señor Jackson…..usted se ha dado cuenta que son las cinco de la mañana.
-Mientras mas temprano mas dinero entra en la bolsa señorita, no tarde mucho hoy si quiere que sea amable y le compre su café.
La llamada era corgada a lo cual con un leve grito de enojo lanzo mi teléfono desde donde estaba hasta el otro lado de la cama
-¡¡Te odio!! Necesitas buscarte a alguien así me dejas en paz por una buena ves.
Me levantaba a regaña diente dirigiéndome al baño para hacer mis necesidades y tras esto cambiarme con un traje de falda. Había cortado hace poco mi cabello castaño para poder seguirle el ritmo tan agitado al cual el señor Jackson me tenía expuesta. Él es uno de los empresarios mas poderosos en los estados unidos. Un tiburón en los negocios, cruel para algunos, astutos para otros, y un hijo de p—a para los que perdían sus vienes en contra de el y la mayoría de sus empleados. Dicen las malas lenguas que el vendió su alma al diablo solo para poder seguir trabajando y no morir junto con sus empleados. Liam Jackson era un magnate millonario que se encargaba de inmobiliarias además de que comenzó a incursionar en los hoteles, todo lo que tocaba era un éxito. Cualquier negocio que el quisiera hacer se volvía una mina de oro, pero eso solo significaba que el trabajo que tenía me exigía demasiado. Yo comencé a trabajar con el al terminar mi universidad en finanzas en la universidad de Stanford hace dos años, una novata que para poder llevar el ritmo de aquel hombre debía consumir alrededor de cinco cafés con varios shot de expresos. Al conseguir el trabajo pensé que era lo mejor que me podía pasar pues el jugoso salario era el mas peleado en mi área, mas para una persona que no tenia experiencia en nada. Pero todo aquello era una vil trampa, aquel horrible hombre solo daba alto salarios para que las personas se quedaran con el, aunque no quisieran. Aunque todos en el trabajo me admiraban pues era su secretaria más longeva. Mi teléfono suena el cual contesto.
-Si señor Jackson.
-Ya estoy aquí, puedes bajar.
Baje enseguida recogiendo mi bolso, la tableta y el teléfono de la emprensa y baje enseguida. Presione el botón del elevador el cual no llegaba después de un rato.
-¡Genial! Se daño el elevador de nuevo.
A regaña diente comencé a bajar por las escaleras de mi edificio. Vivía en un edificio en el Bronx situado en Pelham Bay, un área tranquila pero el problema era que en mi edificio se dañaba ese elevador como si a este le pagaran para eso. Después de bajar las escaleras del noveno piso respirando agitada me dirigía al auto n***o que todas las mañanas me esperaban. Entraba notando al señor Jackson teclado con rapidez en su teclado.
-Vaya señorita Mercedes, llego tres minutos tardes, eso significara que no le daré ningún café hoy.
Maldije para mis adentro pues desde temprano quería pegarle con su laptop en la cabeza, o mejor aún apuñalarlo con el lapicero que me regaló hace poco. Me reprendí mentalmente intentando recordar que estaba trabajando con ese tipo principalmente por mis deudas estudiantiles. Todo eso hubiera sido mas sencillo si no hubiera perdido a mis padres en un accidente cuando tenía dieciséis años. He aprendido a valerme sola y trabajar para todo. Al encontrar este trabajo pensaba que había sido un regalo del cielo pues estaría a cargo de uno de los pelinegros mas atractivos de todas manhattan con un sueldo de lujos….para morir con él estaba dispuesta sin imaginar que literalmente iba a morir por el....por el trabajo.
-Señorita Mercedes, que tenemos para hoy.
Revise mi tableta respirando suavemente para calmarme.
-Hoy tiene dos reuniones con unos inversores una a las onces y otra a las tres, también tiene una reunión con los directores de los hoteles en Miami, California, Hawái y el nuevo hotel en Washington. También tiene una cena con el Señor Harrison sobre los nuevos inmuebles que piensa adquirir en Hudson Yards.
-Cancela mi reunión de las once, mueve la de las tres a las doce. Quiero enfocarme totalmente en la reunión de los hoteles así que muévela para las una y dile a Harrison que venga a mi oficina, haremos una comida allí, encárgate de ordenar.
Mientras escribía todo y repasábamos todo lo de su día llegábamos alrededor de las siete de la mañana al edificio. Caminaba de manera acelerada detrás de mi jefe mientras llegaba cerca de su oficina este tiraba su saco el cual yo paraba en el aire tras unos años de experiencias ya había encontrado la manera de hacerlo mejor pues este se enojaba si caía en el piso. Mientras este caminaba a grande sarcadas yo literalmente corría para poder llegar junto a el para poder encender su maquina de cafe para entregarle una taza de café.
Aquel hombre comenzaba a lanzar indicaciones la cual yo de manera eficiente realizaba hasta que su café estaba listo. Un café tan n***o y molesto como su animo en la mañana. Le entregue su taza para regresar a mi espacio de secretaria hundiéndome en trabajo. Llegue a un punto que para las once de la mañana tenia mi cabeza recostada de mi escritorio.
-Debería morir así no tendría tanto trabajo.
-Dudo que puedas morir tranquila, conociendo a Liam este te perseguiría o te contactaría con la ouija hasta los rincones del más allá para que termines algún papeleo.
No pude evitar reír levantando la mirada notando a un hombre rubio de ojos verdes sonreírme entregándome un café. Tome aquel liquido que el olor podia revivir hasta a los muertos notando que le habia puestro miel, sonrei aun mas pues me gustaba que recordara mis gusto. Aquel hombre se llamaba Steven Joiner. Un hombre con una personalidad tan encantadora que hacia que cualquier mujer en aquel edificio se derritiera por el con solo verlo, excepto por mí. Steven era un accionista en la compañía de mi jefe además de que eran amigos de la infancia.
-Steven es gracioso porque sería cierto.
-Bueno ire a encantar a la bestia así puedes tener el fin de semana libre.
-Buena suerte.
Este me guiño un ojo dirigiéndose a la oficina del señor Jackson algo que agradecí pues eso significaba que no tendría mas trabajo. Aquel día paso volando lo cual agradecí llegando mi hora de salida donde me encontraría con mi amiga Mary de contabilidad. Ambas éramos buenas amigas e incluso bromeaba conmigo de cuanto tiempo falta para que muriera. Llegaba mi hora de salida y noto un mensaje de ella la cual me hace sonreír.
“!Hoy noche de chicas!”
Sonreía mientras me apuraba para salir escuchando una voz proveniente de la oficina de mi jefe.
-Señorita Mercedes, ya se va.
-Si señor Jackson, ya me retiro.
-Le importaría llevarse estoy informes a su casa y revisarlos. Envíame un informe sobre importancia y ganancia.
Noto como el apuntaba a su escritorio. Al notar todo lo que me enseñaba unas cinco carpetas repletas de documentos, al verlo intente no hacer una mueca de rabia pues ese trabajo significaba que todo mi fin de semana iba a significar trabajo.
-Pero eso significa que debo trabajar todo el fin de semana.
-¿Algún problema con eso?
-…No, señor Jackson.
Intentaba no rabiar mientras tomaba las carpetas dirigiéndome hacia mi casa. Mientras estaba hundiéndome en mi miseria pues el ascensor aún estaba sin arreglar lo cual eso significaba cargar con todo ese peso hacia mi departamento.
-¡Odio mi trabajo! ¡Te odio señor Jackson! ¡Porque no me dejas en paz! Sabes que hare, te voy a meter laxante en tu café este lunes para que así me des un descanso de ti por un solo día.
Hablaba para mi mientras subia las escaleras. Estaba cansada y ya no quería hacer nada a lo que mi teléfono suena.
-Buenas, chica ¿ya revisaste los boletos de la lotería?
-¡Ash! Para que si no creo en eso.
-Dicen que la suerte es loca y a cualquiera le toca.
Respiraba hondo revisando el bolso que use el jueves buscando los números de la lotería. Yo no jugaba, pero mi amiga Mary siempre pensaba que algún día se sacaría. Ese día me había obligado a jugar pues era el acumulado mas grande de los Estados Unidos. Al buscar los números de la loteria y revisar los mios me sorprendi que eran los mismos. Revise varias veces a lo cual lanze un fuerte chillido.
-¡OH DIOS MIO!
Grite mientras mi teléfono cayo.
-¡OH DIOS MIO! Acabo de ganar el premio gordo.