Camila.
Flor—. Hola gordita, en camino.
Cami—. Dale, te espero.
Flor—. Estoy por pasar a la panadería, ¿quieres alguna cosa?.
Cami—. Me gustaría un cañoncito de crema pastelera.
Flor—. Buenísimo, ahí compro y voy.
Cami—. Te espero.
Me levanto desarmando la cama como cada día, ya es costumbre, mi mama siempre nos dijo que debíamos desarmar la cama al levantarnos asi se ventilaba el colchón porque era muy de sucio levantarse y estirar la manta sin que se ventile, y que tengamos personas que nos ayuden no quiere decir que no nos comportemos como personas civilizadas y altaneras, como que porque p**o hago lo que quiero y tienen que hacer lo que digo, nunca hicimos eso y si lo llegábamos hacer nos daban nuestros buenos golpes, yo no tengo a nadie que me ayude con la limpieza, mi mama dice que debo tener pero la limpieza me ayudaba en un momento a distraerme, pero como estoy viviendo sola lo hago sola, pongo sabanas nuevas que compre para esto, abro las ventanas para que entre el aire fresco y no encuentren olor feo, reviso el cofre que tengo donde dejé las cartas y espero las encuentre sin mucho esfuerzo para que entiendan que no es algo apresurado del momento, como que me levante loca y lo hice, sino que lo pensé mucho aun cuando no quiero, después voy al ropero, saco la soga, le saco la traba a la puerta y me subo a la silla llorando, no quiero hacerlo pero debo, porque la vida que llevo no es vida, veo como todo el mundo disfruta de sus vidas, o se esfuerza por algo que aman, yo no tengo metas, mi meta es irme de una vez por todas de este mundo, quién sea que este ahí arriba no tuvo ni tiene piedad de mi, me mataron ese día y lo hicieron cada día al despertar y recordar lo que me hicieron, sentir sus manos, oír sus voces, cada día al despertar me odio mas, y ya no puedo con esto, sé que no es la forma pero no encuentro otra manera, porque a donde sea que me vaya en este mundo miserable y de gente mala eso me va a seguir, y ya me esta pasando factura todo, no como, no me baño, no duermo, las pastillas para dormir ya no hacen efecto y me recetaron una dosis mas grande y aun asi no me hace nada, me despierto en las noches desesperada y ya no duermo, voy cambiando de psicólogo tres veces este año, la última me dijo que soy una paciente intratable y que no podía atenderme mas porque no me dejaba ayudar y era muy poco sociable, no entiendo que mas quieren de mi, digo todo, respondo a todo, dibujo todo, hago todos los ejercicios, no sé que mas quieren de mi. Cierro los ojos para terminar con esto de una vez y solo espero que no duela tanto, que sea rápido, y lo lamento por Florencia, pero ella debe ser la que me encuentre, porque ella sabe que me tiene que dejar ir, se lo digo siempre aunque me dice que no digas esas cosas y que no piense en la muerte, pero es lo único que viene a mi mente, lo único que pienso día y noche.
—Bueno... —me paro en el borde de la silla respirando hondo y tomando el coraje, abro los ojos y la veo, a Mili en una foto en mi heladera sonriendo, fue de su último cumpleaños, tan feliz que estaba, gritaba de alegría en su cumpleaños porque era todo lo que quería, sus dibujos favoritos y recibiendo todos los mimos posibles que le encanta.
—Camiiii ya... QUE CARAJOS HACES. —viene corriendo tirando todo y me envuelve de las caderas haciendo fuerza hacia arriba.
—Flor...
—Sácate eso... RÁPIDO SACATE ESOOOO. —me la saco la soga y la agarro de los hombros porque de tanto que me alza me voy para adelante.
—Flor ya... No pasa nada.
—Noooo. —apoya la cara en mi vientre llorando y apretándome con fuerza, tanto que no me deja respirar bien—. No lo hagas, por favor... —cierro los ojos llorando de nuevo y le agarro la cabeza—. No me dejes, por favor Cami no me dejes.
—No voy a hacer nada.
—Ahora porque llegué justo, ¿Qué voy a hacer si te vas? ¿Quién me va a cuidar?.
—No voy a hacerlo Flor, no pude... —tira la cabeza hacia atrás hipando de tanto que llora, acaricio su cara doliéndome mi alma porque se que no la van a pasar bien cunado me vaya, pero tienen que entender que yo no estoy bien, y nunca voy a estar bien—. Vamos a tomar un té y nos calmamos.
—Ahora no me voy a ir, me voy a quedar.
—Sabes que puedes quedarte cuando quieras, —saco la soga de la biga del techo y corro la silla viéndola llorar desesperada y vuelve a abrazarme—. Ven, vamos a sentarnos un poco.
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