Cuando entraron en la casona de nuevo, Mirkov estaba tiritando del frío, pero nada que un buen abrigo y un chocolate caliente no aliviaran. Heracline se dispuso a atenderle, él mismo no podía sentir frío o calor, tenía sensaciones térmicas distintas, podía soportar mucho más. Le buscó uno de sus mejores abrigos de cuero sintético, el cual le quedaba perfecto al humano, fue tanto así, que le dijo que podía quedárselo si gustaba. El pelinegro se encontraba feliz a pesar de todo, por haber mantenido tan larga conversación con el vampiro, el universo era tan vasto y tan interesante como la propia naturaleza del de cabellos largos. Mientras el humano bebía de su taza de chocolate caliente sentado en el elegante sofá de la estancia, Heracline se encontraba frente a él en un sillón individual