El rascacielos con mayores ventanales de la capital tiene por nombre Burgoz, con una señal de radio en la azotea es la torre más alta de todas, cada año se le suma más a la construcción de la antena para seguir en el primer lugar y transmitir desde allí todas las noticias de enjundia.
Los dueños de la torre Burgoz comercian todo tipo de automóviles de lujo, llegando una flota diaria de diseños exclusivos y también precios únicos, solo disponibles para la élite del lugar.
Mirkov Burgoz es el único descendiente de Mireia Burgoz, creado genéticamente e insertado en un vientre de alquiler, ya que el útero de la madre biológica era demasiado débil para formar vida por sí solo. A pesar de ello, la unión entre ambos siempre fue inquebrantable, dejándole claro desde pequeño su lugar en el mundo.
Mireia nunca se casó, prefirió trabajar e invertir tiempo en su empresa desde siempre, siendo ese el único legado de sus progenitores. Su idea de tener hijos fue solo para continuar con el negocio, pero apenas miró los ojos mieles de su pequeño al nacer, no pudo evitar enamorarse y querer cumplir con su rol de madre, cuidaría de él a toda costa y le daría un futuro digno.
Mireia había llegado a una edad avanzada, en donde ya no podía hacerse cargo sola de la empresa, y no tenía ningún problema en dejar a cargo a su querido hijo, siendo ese su plan principal desde hacía algunos años.
Era el segundo año consecutivo en que Mirkov se hacía cargo de la vida económica de la torre Burgoz, contando con veintiocho años de edad, había tenido una educación de primera clase en cuanto a negocios y había aprendido todo de la mejor, Mireia.
Siendo el aniversario número ochenta y tres de la empresa, debía asistir a un par de reuniones con los clientes más relevantes. El ojimiel se encontraba en su oficina terminando de redactar algunos acuerdos y firmando permisos para ampliar las distintas franquicias a nivel mundial. Su asistente, Delilah, una chica delgada de baja estatura le hizo un llamado al comunicador.
—Al habla águila alfa ¿Me copias, águila arpía?— soltó con tono confidencial, haciéndose el gracioso como si estuvieran en alguna especie de agencia de espías.
—Buen intento, Mirkov, pero no me harás reír. Llamo para decirte que tienes que asistir a un viaje de negocios con urgencia, sales esta noche hacia el este, no sé exactamente a cuál destino, puesto que el grupo Abyl te llevará junto a su representante hacia el punto de encuentro con los líderes de la zona, buena suerte— con eso dicho, la voz aguda de la mujer dejó de escucharse, había cortado la comunicación.
—Aish... Esta niña debería aprender a reírse un poco— negó con la cabeza un par de veces y se rio entre dientes.
Sabía que debía de haber un viaje cercano a esas fechas, por lo que ya tenía listo su equipaje, siempre tenía una pequeña maleta lista con lo necesario tanto en la oficina como en casa.
Delilah le mandó la información completa a su correo, como siempre muy detallado y con las dudas resueltas.
No podría llegar a casa esa noche, así que sabía que debía informarle a Evie sobre su ausencia. Su esposa siempre estaba dispuesta a escucharle y comprender su situación, cada viaje y cada conferencia.
Estaban casados desde hacía tres años, manteniendo una convivencia intermitente a lo largo de los días, los cuales la mayoría se la pasaba en la empresa, encargándose de cada detalle. Era un jefe dedicado, que convivía con los empleados y se encargaba del bienestar de todos, incluyendo contar chistes malos para alivianar el ambiente y motivarlos cuando era necesario.
Entonces, le marcó a su esposa al móvil esperando su respuesta, la cual obtuvo al segundo tono.
—Querido ¿Cómo va todo? ¿Almorzaste ya? No quiero que enfermes como la vez pasada— fue lo primero que escuchó del otro lado de la línea.
—Calma, Ev, estoy perfectamente. Quería avisarte que hoy es el aniversario de la empresa, y por ende de los convenios también, debo salir de viaje una vez más. Sé que es la segunda vez este mes, pero solo será una semana, te prometo que estaré aquí lo más pronto posible— dijo pausadamente, con tono centrado.
—Bien, te veré en unos días entonces, intenta cuidar lo que comes, querido. Insisto en que estás muy débil— al oír aquello solo pudo soltar una pequeña risa.
—Querida, ya no soy un niño, por favor, no te preocupes tanto, todo estará bien, te lo aseguro—.
—Eso espero, recuerda lo que hablamos y que te amo ¿Vale?—.
—Vale, también te adoro— habló, alargando la "a" en el vale como un niño pequeño.
Con eso, la comunicación finalizó.
El resto de la tarde se la pasó supervisando cada uno de los departamentos para verificar que todo estuviera en orden.
Cuando dieron las 8:00 p.m. ya no había un alma en toda la torre a excepción de él y el personal de seguridad, el avión privado de Abyl saldría a las nueve y solamente quedaba el camino hasta el puerto en auto. Salió con aire triunfador hasta llegar a su propio auto.
No le gustaba que condujeran por él, amaba la sensación de libertad e independencia que daba hacer todo a su manera.
Condujo alrededor de cuarenta minutos hasta el punto indicado en el mapa que le había enviado Sergio, el representante de Abyl con quien viajaría hasta Aten, el centro de comercio más famoso de todo el continente. No sabía más detalles de la llegada, nadie quería ampliarle información, pero no podía quejarse, estaba cómodo.
Se encontró con Sergio en el puerto y le instó a subir al avión, brindándole luego una copa de vino rosa champanizado. De inmediato alzaron vuelo.
—No quise decirte hacia donde vamos porque para ser honesto, tampoco lo sé, el piloto tiene la información y me indicó que es confidencial. Algo entre Aten y mi superior— dijo y después se encogió de hombros, restándole importancia —¿Brindamos?—.
—Hombre, cuánto misterio ¿Quiénes somos? ¿Agentes de SHIELD?— soltó con una risa, tomando después un trago de su vino —Brindemos— acercó su copa a la del contrario, diversión brillando en sus ojos.
El ajeno soltó una estruendosa carcajada —Mi Dios, claro que sí, somos invencibles— contestó sin dudarlo y se reclinó más en su asiento.
Durante veinte minutos más estuvieron charlando animadamente, se llevaron bastante bien, tomando en cuenta que no se habían visto antes en persona.
El ambiente se tornó frío, casi insoportable de momento. Mirkov hizo a Sergio revisar el termostato, a ver a cuántos grados estaban y si podían arreglarlo, pero antes de llegar al área, hubo una fuerte turbulencia que hizo que ambos cayeran de bruces al suelo.
No se detuvo ahí, algo andaba mal. Intentaron llegar hasta la cabina del piloto, y cuando lograron abrir la compuerta, esta estaba vacía.
—¿Pero qué m...?— no terminó su oración cuando se dio cuenta de que estaban cayendo en picado hacia el agua.
Abrió sus ojos a todo dar y tomó del brazo a su compañero que estaba en shock, llevándolo consigo hacia las salidas de emergencia, de donde tomaron un paracaídas que gracias al universo, Sergio sabía utilizar.
Saltaron al vacío, sabiendo que debajo de ellos solo habría mar.
...
El ruido de fondo no le dejaba dormir de nuevo, fantástico.
Tuvo que abrir los ojos muy a su pesar, pero su vista estaba nublada y su mente era un nudo de ideas confusas.
Distinguía apenas tonalidades rojas, negras y amarillentas ¿Dónde estaba?
Como pudo, se levantó del lecho donde yacía su cuerpo. Caminó con pasos atontados hasta lo que parecía la salida de ese lugar. Podía enfocar objetos, pero no por completo.
Vislumbró varias velas y una chimenea encendida. Una pluma en un tintero y una copa de cristal.
Qué lugar tan anticuado ¿Acaso olía a polvo?
Dió varios pasos más y se golpeó la cadera con una mesa de madera maciza.
—¡Demonios!— soltó por lo bajo, se sentía tonto y aturdido.
—¿Qué cosa?— dijo una voz a su lado derecho.
Miró de inmediato hacia donde provenía el sonido, pero solo pudo enfocar la silueta de un hombre vestido con ropas que parecían del siglo pasado. Quizás estaba disfrazado, no podía saberlo.
—¿Sergio? ¿Eres tú?— preguntó con repentino interés al recordar lo sucedido —¿Dónde estamos?—.
—Vaya, nunca he conocido a alguien con un nombre así ¿No le parece curioso?—.
—¿Quién eres, entonces? ¿Por qué no puedo ver bien?— cerró sus ojos con fuerza, tomando asiento luego en la silla que palpó momentos antes.
—Soy algo, pero no soy nadie ¿Sabe?— musitó la melodiosa voz.
—¿Cómo puedo confiar en ti si no sé tu nombre? Por favor, solo quiero salir de aquí y encontrar a mi compañero—.
—Mi nombre no es algo que quiera oír, mon sir ¿Por qué no me dice el suyo mejor? Le encontré inconsciente cerca de mis dominios—.
—Soy Mirkov, creo que tuve un mal aterrizaje, quizás eso explique mi visión borrosa y mi mente confusa ¿Tienes algún teléfono a mano? Necesito hablar con mi madre—.
—No uso el servicio telefónico, mon sir, espero que no le moleste, pero puedo acercarle a una cabina cuando se sienta mejor ¿Sí?— la sombra se acercó, tanteando la frente del empresario, confirmándole que tenía una fiebre alta.
—Bien ¿Podrías decirme dónde estamos?—.
—A las afueras de Aten, mon sir ¿Conoce estos caminos?—.
Frunció el ceño, qué modos tan antiguos de referirse a una persona. Negó conocer el territorio y lo siguiente que supo fue que lo llevó hasta el lecho nuevamente, diciéndole que descansara y se repusiera.
Cayó rendido de nuevo en menos de un minuto, deseando que fuera solo un mal sueño.