CAPÍTULO SEIS Sofía sentía el flujo rítmico del barco en algún lugar por debajo de ella, pero era algo distante, en el límite de su conciencia. A menos que se concentrara, costaba recordar que hubiera estado jamás en un barco. Sin duda, no podía encontrarlo, a pesar de que era el último lugar en el que podía recordar haber estado. En cambio, parecía estar en un lugar sombrío, lleno de una neblina que cambiaba y se hinchaba, una luz fracturada se colaba a través de ella de modo que parecía más el fantasma de un sol que su realidad. Dentro de la neblina, Sofía no tenía ni idea de en qué dirección era adelante o en qué dirección se suponía que debía ir ella. Entonces oyó el lloro de un niño, cortando la niebla con más claridad que la luz del sol. De algún modo, el instinto le decía que el