CAPÍTULO DIEZ Alrededor de Sebastián, los preparativos para su boda se aceleraban, a pesar de lo poco que él quería que lo hicieran. Quería poder tener tiempo para estar a solas, para llorar debidamente por lo que había perdido pero, en su lugar, tenía que… —Su alteza, discúlpeme, pero si no está quieto no puedo tomar medidas —dijo el sastre. El hombre tenía la mirada agraviada de alguien que ya tenía demasiados preparativos para hacer en tan poco tiempo. Sebastián había visto a muchos otros con esta mirada en los últimos uno o dos días. Había poetas y músicos a los que se habían encargado que crearan las obras oficiales que marcarían el acontecimiento, sirvientes que eran responsables de decorar la sala, cocineros que discutían sobre los detalles del banquete de boda, entre otros. Seb