En el amor no hay posturas ridículas
ni cursis ni obscenas.
En el amor todo es ridículo y
cursi y obscena.
Mario Benedetti.
Mi reflejo en el espejo parecía un sueño. Mi vestido blanco de seda ajustado ligeramente a mi cuerpo y un velo de gasa con detalles de cristal. Estaba a punto de decir sí a una vida junto al hombre más maravilloso que encontré en mi camino.
Sabía que no sería fácil nada después de este día, pero valía la pena si pasaría el resto de mis años a su lado.
Era diferente de cómo pasé imaginando que sería este día, todo era demasiado lujoso y de cierta manera intimidante. Es hermoso, no hay duda de eso, pero no parecía algo que yo hubiera realizado para el día que uniré mi alma con la de Nicholas. Nadie le decía que no a Hilary. El vestido era algo viejo, como aquellas costumbres de las bodas donde usabas algo viejo, algo prestado, algo azul y algo regalado.
Todo fue tan rápido, no creí que fuera posible. Sabía que mis suegros gozaban de privilegios más allá de la costa oeste, pero ahora al ver todo el esplendor de la casa de campo en los Hampton se volvía más vivo. Era excesivo, pero pensar que al terminar el día seriamos esposos, volvía todo lo demás insignificante.
- ¿Lista? – llego Victoria con su lindo vestido de dama. Era bellísima. – El juez ya llegó. Solo faltas tú, nena, si no te sientes lista y quieres huir, dime. –Bromeó.
- ¡Basta! Deja de ponerla más nerviosa. -llegó interrumpiendo Sarah luciendo su hermoso cabello ondulado suelto. Brillaba.
Reí. Estaba muy segura de este paso aun cuando todos pensarán que estábamos siendo inconscientes, imprudentes. Éramos conscientes de nuestra corta edad, de no tener la mayoría de edad. Pero nos amamos ¿Acaso eso no era lo más importante?
- Vamos chicas ¡Estoy lista! ¡Oh por Dios! Ustedes lucen hermosas.-sonreí. - Muero de nervios ¿Nicholas está igual? -no pude evitar preguntar.
- ¡Está peor! Él me envió por ti para evitar que Victoria te persuadiera. – Sarah bromeó.
Salimos juntas de la casa hacia el jardín donde se encontraban todos los invitados y el juez esperando. El cortejo hizo sonar al cuarteto de cuerdas que se contrató. Nicholas esperaba por mí, tan apuesto en su esmoquin, la sonrisa más brillante y su mirada fija en mí. Era nuestro momento, si por alguna razón durante la planeación tuve dudas, después de verlo de pie junto a mí, se esfumaban. Tomo mis manos con fuerza, pero delicadamente.
Nada arruinaría esto, cuando envejeciéramos contaría la historia de nuestro amor, con una sonrisa en mi rostro. Creí en las vidas pasadas y futuras, en el destino y eso me daba la certeza para pensar estar con él, esta vida y en otra vida.
Había preparado durante todo este tiempo mis votos, quería que fueran perfectos, únicos y que nos identificaran.
Había llegado el momento de decirlos… esperaba a escuchar los de él, pero el juez me pidió a mi primero, era algo nuevo para mí.
- “Andábamos en la vida por diferentes rumbos, pero en el mismo camino. Y un día el tiempo nos encontró lado a lado, mano a mano. Y en medio de todo ese caos que me rodeaba, apareciste tú. No se arregló el mundo, pero con tu fuerza todo es más fácil. Sí, andábamos por rumbos diferentes, pero mi vida siempre estará a tu lado”. – sonreía tímidamente, sintiendo como mi corazón buscaba salida de mi pecho.
Él tiernamente tocó mi mejilla, un toque suave que me llenaba de vida. Cerré los ojos para disfrutar de aquel instante, para guardarlo en mis memorias. Al abrir los ojos para que él continuara con sus votos, el miedo se internó en mi ser, pues no era Nicholas tomando mis manos sino el hombre que lo acompañaba en aquellas fotos. Ese hombre de mirada rabiosa y sonrisa diabólica, apretaba mis manos con ira. Me lastimaba.
Todo se quemaba a mí alrededor mientras las risas de los invitados hacían eco en el jardín. Trate de soltarme, pero me sujetaba con fuerza. No veía a Nicholas por algún lado. Poco a poco las personas y sus risas desaparecían dejándome sola con las llamas y ese hombre. Cerré los ojos tratando de alejar esos pensamientos, pero aun sentía como tomaba mi muñeca con fuerza. Daba tirones con el fin de soltarme y salir corriendo, me era imposible gritar, sentía haber perdido mi voz. Abrí de nuevo los ojos, todo seguía igual excepto por que ahora me sujetaba Nicholas. Lágrimas caían sin parar por mi rostro. Buscaba liberarme, no entendía qué ocurría. Que debía hacer.
- ¡No te dejaré libre! ¡Eres mía! Lo entiendes. – su voz revelaba tanta ira.
- ¡DÉJAME! -Grite.
Desperté agitada, sudorosa, temblando bajo el recuerdo de la ira en la mirada de Nicholas. Odiaba esto, mis recuerdos, momentos con Nicholas se transformaban en lo más perturbador.