Las palabras nunca
alcanzan cuando lo
que hay que decir
desborda el alma.
Julio Cortázar.
Cómo responder después de cinco años esperando por este encuentro. Cómo reaccionar ante la posibilidad de que el amor de mi vida fuera un espejismo. Cómo recibir al hombre que más amaste y odiaste en una vida.
Me quede paralizada, sentía que la respiración y mi voz había abandonado mi cuerpo en el instante en que mis oídos alcanzaron su voz, las palpitaciones en corazón iban a mil por hora, formándose un nudo en mi garganta ¿Que debía hacer? ¿gritar?
- ¿Amor? – cuestionó en un susurro.
Toda la habitación se encontraba en la penumbra, tal como yo, como nosotros.
Acumulando tantas dudas en cinco años, era una enorme bola de preguntas sin respuesta que llegaba a quitarme el sueño. Sin embargo, se presentaba la oportunidad de cerrar ese capítulo o continuarlo. No sabía cómo hacer ninguna de las dos cosas, me cegaba ante otra posibilidad. En realidad él estaba vivo
- Maca… Dime algo. No tengo mucho tiempo. -continuaba susurrando.
Ira, decepción y coraje colisionaron formando una bomba en mi interior, como resultado de esta revelación. Después de tanto, él simplemente no tenía tiempo.
Encendí las luces del loft, exponiendo la ironía que impregnaba el apartamento. Estaba tan vacío como el hombre enfrente de mí. Sin poder evitarlo, la risa escapó por cada poro de mi piel, la más cruel que creí poseer.
- ¿Cómo has estado? -ironice caminando hacia la nevera. - ¿te gustaría un poco de vino?
Miraba incrédulo. Por lo menos no era la única que estaba mal con esto.
- Vendí casi todos los muebles. -señale. – Espero no te moleste. Envié tus cosas con tu mamá.
Bebí una copa después de otra, la necesidad de apagar todas mis emociones era primaria.
- ¿Podemos ser serios? – caminaba hacia mí.
- ¡No! Y deja de caminar. – espete. - ¿Qué diablos quieres Nicholas? ¿Qué diablos quieres de mí? ¿De nosotros? ¿Qué diablos haces aquí? – la rabia se liberaba con cada palabra.
- Quiero que hablemos. Macarena, nena necesito que confíes en mí y hablemos. Pero, por ahora no tengo tiempo. Confía en mí, dame los paquetes que has recibido. – camino un poco más.
Me quedé mirando a un punto perdido, incrédula ante sus palabras, trataba de darle sentido a los siete años de mi vida que se llevó y que ahora me caían encima.
- Maca, amor. Necesito esos paquetes, son importantes y peligrosos. -sentenció tocando mi mano.
Volví mi mirada a él quitando mi mano y caminando lejos, dándonos espacio. El simple roce estaba a punto de derrumbarme.
- ¿Peligrosos? – cuestioné.
- Si, amor son muy peligrosos. Estoy solucionando todo para volver a ti. Te he extrañado tanto. – sonaba sincero, como antes. - ¿Amor? – trataba de acercarse de nuevo.
Recordaba que para mí ser cínica era tan fácil antes de conocerlo, esas palabras dulces no me afectaba, segura y práctica, me forzaba a dudar de sus intenciones. Maldecía este día, y todos aquellos en los que creí en sus palabras.
- Dame espacio. – camine hacia las puertas del balcón. Estaba siendo espinoso respirar.
- Entiendo que esto ha sido demasiado para ti, que es difícil asimilar y no sabes que pensar, pero nena sólo quiero que me escuches. Entrégame esos sobres, necesito alejarte de esto.
Evitaba bajo cualquier causa que las lágrimas broten frente de él, pero la impotencia ante sus palabras estaba siendo una avalancha en mi camino. Quería hablar, gritarle y decirle todo aquello que se acumuló, pero la verdad me golpeaba con fuerza, me sentía impotente al tenerlo enfrente y no abrazarlo.
- Vete antes de que llame a la policía. – sollocé.
- Maca, amor. Por favor. – suplicaba con terror en su mirada, por primera vez en este encuentro lo vi perder la pose.
- Dime una cosa Nicholas, ¿estás aquí por mí o por los sobres? -indague, aunque ya gozaba de la respuesta.
Tambaleó ante la pregunta, dudaba y poco a poco iba perdiendo esa capa de seguridad con la que se plantó en el apartamento. Me llenaba de ira y dolor su desdén e hipocresía.
- Amor…
- ¡Vete! – lo interrumpí. – Vete antes de que comience a gritar y se venga abajo todo tu teatro, y no sirva de nada después de cinco años. Vete y no vuelvas a buscarme. Vete por donde llegaste. Piensa que aquella chica ingenua capaz de dar su vida por ti, murió cuando una tormenta te arrancó de su lado. – Sentencié tratando de no flaquear.
Me mantuve lo más firme, sin apartar la mirada de él, esforzándome por no derramar lágrimas frente a él.
- ¿Amor?
- Adiós Nicholas.
Incrustándose el dolor más profundo en mi corazón, le quitaban de un momento a otro la libertad para latir. Mi alma se rompía, era imposible, pero no había manera de explicar lo que sentía al ver alejarse el amor de mi vida con otra parte de mí. Pero era la última vez que le permitía quedarse con algo de mí.
Lo vi saliendo por la escalera contra incendios robándose la esperanza que me había mantenido de pie durante los últimos cinco años.
Me dejé caer al suelo tomando mis piernas cerca de mi pecho, buscando abrazar cada parte de mi cuerpo, como si pudiera protegerme así de nuevas heridas. Me fue imposible contener el llanto un minuto más.
Ahora estaba hecha de agua salada que buscaba salir, pues con tanto que decir las lágrimas lo expresaban todo.