Ya todo estaba listo para la fiesta. Dorev cumple 24 años, y Sariel no podía estar más nostálgica, tanto, que abrió un cofre en donde guarda algunas cosas de valor, y sacó una pequeña túnica elegante que había pertenecido a Dorev cuando pequeño. Incluso había guardado unas botitas de cuero que también le pertenecieron al pequeño niño hada, y una diminuta tiara de príncipe.
La rubia se llevó las tres cosas al pecho y sollozó en silencio, no de tristeza, porque al fin y al cabo agradece todos los días a Dios porque sus hijos están vivos, sanos y fuertes, pero...ningún padre desea que sus hijos crezcan.
Ya Edgrev se le había ido de casa hace ocho años, Eirwen muy posiblemente tenga que irse en dos años, y Dorev...ella no sabe qué pase con él, pero no quiere seguir contándole los años de edad.
—Ay, cariño...—murmuró Marco, arrodillándose junto a su esposa y mirando las cositas de Dorev también con nostalgia.
—Siento como si hubiese sido ayer cuando vi a tres pequeños hadas andrajosos en Avalon, huyendo de la guerra, solos y a merced de todos los males —hipó, oliendo la túnica, como si pudiera recordar con eso el olor a niño pequeño de Dorev —. ¿Recuerdas nuestros primeros días en este castillo tras la guerra contra los Waldermon? Dorev sentía miedo y venía a dormir con nosotros —suelta otro sollozo, y Marco la acuna en su pecho — ¡Y no sé a qué horas nos volvimos abuelos!
A Marco no le gustaba recordar la razón por la que se volvieron abuelos tan prontamente.
Desde el triunfo contra Pandora, Marco no ha vuelto al Consejo de la Unión. Siempre envía a Dorev a que lo represente, siendo el único cuerdo entre todos ellos, porque si envía a Kailus, sabe que se comerá los ojos de Andrew.
Marco y Sariel por supuesto que aman a Eridan con locura, es su nieto después de todo, y aunque no fue planeado, Edgrev tomó la decisión de tenerlo aun cuando podría haberlo abortado —algo que no es visto como pecado mortal en Evelon— y es el niño más hermoso y dulce que puede haber en el mundo mágico.
Pero Marco aun le guardaba rencor a Andrew por lo que había hecho, que no fue solo embarazar a su hijo, sino romperle el corazón de paso.
Sí, tal vez Edgrev ya había superado aquello y ahora está profundamente enamorado del príncipe Gwyll y están en una relación seria, pero el que no lo supera es Marco.
Andrew hirió su orgullo como rey al “deshonrar” a uno de sus hijos, y quería que pagara, pero desearle el mal solo sería traerle la ruina a todo el mundo mágico, considerando que muchos reinos dependen de la fortuna de Mentholia.
Además...Marco no olvidaba que fue gracias a Andrew que Eirwen todavía sigue con vida, pero no quisiera que en serio su hija se casara con él al cumplir la mayoría de edad, que fue el ultimátum que le dieron las ninfas hace un año, cuando supieron que a Eirwen le había llegado su primera regla.
La primera regla de Eirwen fue un suceso traumático para todos, cuando debería haber sigo algo normal.
Dorev..., él fue el primero en sentirlo, en todo el sentido de la palabra. Antes de que esos sangrientos días llegaran, él percibió que su hermana estaba en los días fértiles y...se descontroló.
Ya desde hace años habían tenido claro que Dorev tenía que alejarse del palacio cuando Eirwen estuviera en sus días fértiles, pero todo pasó de una manera muy inesperada. Marco no había podido olerla, a pesar de que él también tiene un olfato sensible propio de las ninfas, y cuando Eirwen se despertó una mañana cualquiera estando en su primer día de ovulación, fue todo un caos.
La testosterona de Dorev se subió a unos niveles que nadie creía posibles, y si bien eso era algo que causaba una ninfa en cualquier varón, el hecho de que Dorev fuera un hada primitiva y que estuviera enlazado con la ninfa en cuestión —algo que no tenía precedentes— resultó ser...un desastre.
Por supuesto que Dorev no intentó violarla, no..., eso hubiera sido caer muy bajo, pero sí sentía cosas que eran impropias, considerando que Eirwen es su hermana.
Él mismo se encerró en su habitación con un hechizo que selló las puertas para que nadie entrara ni que él mismo saliera. Su pene no dejó de estar erecto en todo el día hasta el punto de dolerle, tuvo sudoración excesiva y de sus dedos salieron garras de lobo, descontrolándose así su magia.
Marco, con todo el dolor del mundo, se había visto obligado a llamar a Matt y a un escuadrón de los mejores guerreros hada, solo por si tenían que tomar medidas extremas contra Dorev.
Y mientras el escuadrón de guerreros hada aguardaba en las puertas de los aposentos del príncipe, Sariel se llevó muy lejos a Eirwen, lo cual solo empeoró a Dorev al sentir que alejaban a su pareja de su lado.
La cuestión fue que Marco tuvo que reunir a casi todo un ejército de hadas, elfos, licántropos y vampiros para contener a Dorev.
Cuando toda esa pesadilla pasó, Eirwen ha tenido que beber desde entonces un brebaje supresor de feromonas que le dieron en Evelon, en donde ya se habían presentado ese tipo de situaciones con mucha frecuencia en la antigüedad, pero con la medicina de los elfos pudieron superarlo.
El caso es que fue con ese incidente que todo el mundo se enteró de que Eirwen ya había llegado a la edad fértil y que por ende ya podía casarse y tener hijos. Pero Andrew les recordó que el contrato matrimonial dice expresamente que el matrimonio se celebrará apenas ella cumpla los 18 años.
Marco pensó seriamente en la posibilidad de enviar a Eirwen a Evelon, pero...no puede. Es su única heredera biológica, y que ella abandone el reino sería un problema político.
Así que...Marco tampoco quería que sus hijos crecieran, pero debían enfrentarse a esa triste realidad.
—Vamos, querida. Ya nos están esperando —dijo el rey de Emrystiel poniéndose en pie, y de paso ayudando a su esposa a hacer lo mismo —. Te ves hermosa, robarás miradas esta noche.
Sariel sonrió mientras sus damas se acercaban y le ponían la dorada corona de reina con diamantes incrustados.
—Sabes que los que se robarán las miradas serán nuestros hijos —dijo la nefilim, una vez estuvo lista.
En las cocinas del palacio, Eirwen comandaba todo junto a Alda. Ambas amigas habían crecido juntas en esas cocinas, así que habían desarrollado un especial gusto por la culinaria.
—¡Ay! ¡Alteza! ¡Usted no debería estar aquí! —le dijo la institutriz Amalia a la ninfa, pero esta la ignoró y siguió dando órdenes.
—Quiero esos pavos en su punto, ni más ni menos —ordenó Alda, mientras que Eirwen probaba una de las tartas de amapola.
—Un poco más de azúcar —le dijo la princesa a la encargada de los postres, corriendo por toda la cocina, con esa gracia y agilidad que solo una ninfa podía tener —. Ayudaré a endulzar las bellotas —mira con malicia a Alda —. Ya quiero ver cómo lord Callias se atora con ellas cuando esté muy borracho.
—¡Por supuesto que no! ¡Tu vienes conmigo! —exclamó Amalia, halando a Eirwen de una puntiaguda oreja, haciéndola soltar un leve quejido por el dolor, y la sacó de la cocina a rastras.
Amalia es una famosa institutriz mentholiana conocida en todo el mundo mágico, ya que ha educado a la mayoría de princesas de varios reinos en los últimos ocho siglos. Llegó a Emrystiel apenas Eirwen cumplió los diez años, una edad un poco tardía para que la princesa empezara con su educación cortesana, pero ya estaba dando frutos, ya que Eirwen con apenas 16 años ya se comportaba como toda una reina.
Una reina diferente, ya que muy pocas se involucran en los asuntos en que se suele meter Eirwen, como por ejemplo este, el de planear cada aspecto de la fiesta de Dorev hasta el punto de ayudar a preparar el banquete; pero al fin y al cabo, es una princesa perfecta, la que se espera que sea la digna esposa de un emperador.
Eirwen se reía cada vez que Myrddion le decía que Amalia se parece a Tronchatoro. Por supuesto que la ninfa se ha visto la película de Matilda. Cada vez que iba a visitar a Myrddion a Karis cuando eran niños, se tendían en el mullido tapete de la sala de estar para ver películas mientras comían palomitas de maíz y helado. Aun lo hacen, solo que con algo de incomodidad, ya no los dejan solos ni un segundo.
Y hablando de Myrddion...
El rubio se apareció en la cocina junto a Pip. Ambos muchachos, siendo contemporáneos, se habían hecho muy amigos desde que Myrddion iba a Emrystiel de visita. Al hijo del capataz le encantaba escuchar las teorías científicas del astrofísico.
Alda estaba de lo más concentrada dando órdenes en la cocina, hasta que Pip se le apareció por detrás y la abrazó, dándole un sonoro beso en la mejilla.
La chica pecosa estuvo a punto de regañarlo, pero él se inclinó para darle un pico en los labios.
Sí, ambos son novios desde hace un año. A Eirwen se le hacía de lo más tierno aquel romance, ya que Pip y Alda se conocieron desde pequeños. Ella deseaba tener un amor así, y miró a Myrddion, que intentó robarse un pastelito, pero una cocinera lo pilló y le dio una palmada en la mano.
El astrofísico se acercó entonces a la ninfa, y sus ojos brillaron al verla. Ella ya estaba lista para la gran fiesta, con un elegante y juvenil vestido violeta con falda de tul capeada, con vuelo y diseños geométricos de terciopelo a juego con su perfecto cuerpo, el cual Myrddion trataba de no ver de más cuando estaban en la piscina de la mansión de Merlín en el Tel Aviv.
Los dos son conscientes de que se gustan, y mucho, pero..., también son conscientes de que no pueden estar juntos, y no solo por el hecho de que Eirwen esté comprometida con el emperador Andrew II, sino porque...son de mundos distintos, y tienen proyectos de vida muy diferentes. No encajan por ningún lado, aunque así lo quisieran.
Muchas han sido las veces que Eirwen ha llorado por esa cuestión, y Sariel la ha tenido que consolar. Por supuesto que la ninfa ha pensado que la vida ha sido muy injusta con ella; prometida a un príncipe desde su primer mes de vida, y ahora que él es rey, toda la presión de que el reino más poderoso de todos tenga herederos recae en ella. Amalia no deja de repetirle que debe mantenerse “pura” para su esposo el emperador, y aunque no es más explícita al hablar, Eirwen sabe que se refiere al sexo. Por supuesto que su madre ya le ha hablado del tema, aunque antes de eso lo hizo su tía Jelena, cuando la encontró a ella y a Myrddion besándose en la piscina hace un año, algo que la hija de Lucifer por supuesto ha ocultado para que no se formara todo un escándalo familiar.
No fue un beso pasional como los que Eirwen de a ratos veía que se daban sus padres; fue un besito, casi un pico, pero no sabe por qué su tío Merlín formó tanto escándalo, ya que apenas los pillaron, el mago se llevó aparte a Myrddion para darle una reprimenda.
“Él ni siquiera fue capaz de esperarse, desvirgó a mi mamá antes de casarse” había dicho Myrddion de mala gana después de esa reprimenda, y ella se escandalizó.
Por supuesto que para Eirwen, al haber crecido en un mundo no tal liberal como del que venía su madre, saber que una mujer había perdido la virginidad antes de casarse le pareció terrible, y cuando le preguntó a Sariel sobre eso, la rubia apenas se sonrojó y le confesó que ella tampoco se había esperado hasta casarse, y que de hecho no lo había hecho con Marco, sino con Vlad.
Eirwen no volvió a mirar a su tío-padrino con los mismos ojos después de saber que fue el que le quitó la virtud a su mamá. No lo odia, por supuesto que no, lo sigue amando con locura, es solo que...le sorprende que ambos hayan estado juntos, cuando son tan amigos.
—Te ves hermosa —dijo Myrddion, acercándose a la ninfa para saludarla con un beso en la mejilla.
—¡Myr! —exclamó ella con cara de puro terror, recordándole que aquella forma de saludar que es tan normal en el mundo mortal, es muy impropia ahí.
—Oh, lo siento, lo olvido de a ratos —dijo él, guiñándole un ojo.
Ella no evitó sonrojarse. Siempre se sonrojaba cuando estaba con él, y hoy no sería la excepción.
Estuvo a punto de tomarlo de la mano para caminar al gran salón de eventos, pero recordó que eso sería muy impropio también.
Mientras, en la suite que compartían los príncipes hada, Edgrev estaba terminando de arreglar a Dorev, mientras que Kailus afilaba el diente de quimera que aún seguía utilizando como collar.
—Papá invitó a la corte de las hadas, tal vez podamos tener diversión esta noche después de la fiesta —dijo el mayor de los hadas.
—Cállate, Kai. Nosotros no llevamos una vida lujuriosa como tu —replicó Edgrev, mientras le ponía la tiara de príncipe a su hermanito.
—Pero sí tienes una pareja que te da como a rata en balde por todos los pasillos del palacio de Evelon —comentó Kailus haciendo una sonrisa maliciosa, y Edgrev le sacó el dedo medio.
Dorev se miró al espejo y sintió nostalgia. Ya cumplía 24 años, y aunque aparentaría tener 20 por muchos siglos, sabía que su mamá estaba sufriendo. Él siempre ha sido “el niño” de la casa, y desde que llegó a la veintena, Sariel no deja de llorar en cada cumpleaños.
—Eres tan bonito —le dijo Edgrev, acariciándole los hombros.
—Sí, a ver si aprovechas eso y te consigues al fin una novia —dijo Kailus, y Edgrev lo fulminó con la mirada.
Así es. Dorev a sus 24 años sigue siendo soltero y...virgen.
Él es plenamente consciente de que ya casi ningún varón hada llega virgen a su edad. Su tío Raquiel lo contentó hace poco confesándole que él no había tenido su primera relación s****l sino hasta los 23.
A Dorev por supuesto que no le sobraban las propuestas. Princesas, duquesas y hasta reinas se le habían insinuado en todos estos años, pero...él siente que debe mantenerse soltero y puro para alguien. Y por supuesto que él sabe quién es ella, pero no se lo ha querido decir a sus hermanos, aunque ellos ya se hagan a la idea.
Él está enamorado de Eirwen. Sabe que está mal, son hermanos, y aunque no lo sean de sangre, eso no quita el hecho de que siguen siendo familia. Pero no es algo que él pueda controlar. Su sangre primitiva le está jugando esa mala pasada, sabe que está enlazado a Eirwen, y ese lazo que tienen las hadas es...inquebrantable.
Merlín lo había intentado. Había intentado romper aquel lazo con todos los conocimientos mágicos que tiene, pero por poco y muere al hacerlo. Eso va más allá de la magia.
Incluso Sariel les había pedido ayuda a los ángeles, específicamente al arcángel Chamuel, que es el experto en las cuestiones del amor, pero ni él pudo deshacer un lazo tan fuerte.
Pero en algo ayudaba el hecho de que Eirwen no sintiera lo mismo por Dorev, no al menos con la misma intensidad de lo que él siente por ella.
—Aunque yo no esté de acuerdo con los consejos que te da Kai de irte por ahí a frecuentar burdeles de hadas y ninfas, y que sé que no lo harás...—dijo Edgrev, haciéndole unos últimos retoques a la larga melena castaña de su hermanito —sí deberías aprovechar esta ocasión para cortejar a una bella dama.
Dorev torció el gesto, no estando de acuerdo con eso, aunque sabía que su hermano no se lo estaba diciendo para joderlo, sino por razones que los tres conocían perfectamente.
—No puedes estar con ella, Dorev, ni siquiera si no fuera nuestra hermana —le recordó Edgrev, hablándole con suavidad, quitándole una pelusa invisible de su fino traje —. Tan solo mira mi caso..., yo también estoy enlazado a alguien, pero fui capaz de olvidarme de él y continuar mi vida con otro.
—No has olvidado a Andrew. Siempre me preguntas por él —interrumpió Kailus sonriendo con malicia, y Edgrev se le lanzó encima en el sofá —. ¡Auch! ¡Mamaaaaaá!
La suite de los hermanos hada estaba encima de la recamara de los reyes, así que Sariel y Marco escucharon un fuerte golpe.
—Creí que ya habían superado esa etapa —murmuró Marco, rodando los ojos —. Yo me encargo, tu ve adelantándote, amorcito —se inclina y le da un dulce a su esposa.