Ve por él

1760 Words
“Uh etgr ke” Escuché murmurar a Daeven. La piedra azulada en mi dedo brillo con suavidad para luego cubrirme con el mismo resplandor, ante la tenue luz azulada percibí calidez ya que el aire casi congelado me provocaba un frío que me llegaba a los huesos. Se elevó en lo más alto, sobrepasando incluso densas nubes para luego alcanzar un lugar en particular donde veía los rayos relumbrar con gran fuerza. Estaba convencida que los evitaría, pero mis ideas cambiaron en cuanto el Dragón voló con más presteza al lugar donde centelleaba la luz entre nubes grises. Daeven buscó el lugar donde parecía que la tormenta de rayos se volvía verdaderamente aterradora y amenazadora. Alcancé a escuchar un ensordecedor trueno; incluso de tal magnitud que el resto que retumbaba parecía una melodía, tan sólo vi el fugaz relámpago luego de que la centella nos cubriera. Me tragué el grito y no percibí nada más a excepción de un instante notar oscuridad. Al parpadear veía que el Dragón sobrevolaba en otro sitio. Veía el vórtice de energía oscuro, tal cual el que crucé con Antía, Galimatías e Inés. Me asombró notar que alcanzamos la marcha de muchos soldados tan altos como Baal y Daeven portar sus armaduras doradas con la inconfundible forma que solía llevar el Ejército Dorado del Alba. Tras el último el Dragón alcanzó el otro lado, elevándose en lo alto una vez más. Quedó visible a esa altura el desierto con la hermosa ciudad al centro. Mis ojos se fijaron en el gran palacio de grandes bóvedas y estilo incomparable tan blanco como la tiza en donde sabía que Jirel tenía su estrado. El cielo seguía nublando y oscurecido tal cual en Halvard, envuelto en densas nubes que parecían casi negras como atrayendo una de las más terribles tormentas que se centraban hacia un punto en el mismo lugar a la distancia. Hennak mantuvo el vuelo con agilidad hasta llegar a donde nos habíamos despedido con el señor Baal. Daeven siguió el vuelo hasta detenerse en una roca gigante que más parecía una montaña, con forma de elefante, justo donde la tormenta parecía estar atraída. No nos desmontamos, sino que el Dragón siguió volando en derredor, veía un poder cómo nunca antes emanar de ahí. De tal manera se veía que hacia el cielo refulgía una fuente de luz en color púrpura, que parecía atraer tal vez a la noche. Escuché el terrible sonido de crujir y noté el templo casi partido en dos partes. La tierra se abrió. Comprendí lo que ocurría en cuanto de la hendidura brotaban muchos guerreros sombríos con sus características armaduras y armas. —Daeven debes permitirme saber cómo llamar a Jon. No podemos concederles que ella tenga la fuerza necesaria. —Creo que tenías un medio de cómo encontrarte con él. ¿Dime cómo funcionaba? —Yo solía atraerlo a través de los sueños. —Entonces duerme. —No es tan sencillo, Daeven. Menos ahora advirtiendo lo que veo. —Tal vez te ayude un golpe, nada tan preciso para que quedes inconsciente. Sentí el vientre hundirse en cuanto el Dragón bajó de inmediato al suelo, casi se dejó caer. Al ras de la tierra se elevó suavemente para luego permitir a alguien treparse, cuyo cuerpo lo consiguió de un salto. Mientras se elevaba de nuevo, noté que alguien con alas doradas nos seguía, al igual que un Fénix blanco. Sentí sus brazos rodear mi cintura, me di media vuelta al comprender que se trataba de Nigromante. Veía su bello rostro, y su sedosa cabellera rubia ceniza, casi blanca hondearse con el viento. —Sabía que el señor Baal podría ayudarte. Sonrió ampliamente. —Sabes mejor en esa fortaleza que cualquier otra cosa que pudiera enseñarte. Me alegra tanto que estés bien. ¡Volver a verte aquí es incomparable! ¿Jirel intervino? Asentí sonriendo. —Lo mismo digo Nigromante. Lamento el mal entendido. Por supuesto que sí, ha liberado a Jon de cualquier asunto. ¿Conseguiste saber algo de Jon? —Me temo que sí. También creyó lo mismo que yo hace un rato. Asídemes se valió de la culpa para ofrecerlo. Su cuerpo ha sido profanado por muchos otros que no son él, pero que se mueven simulando sus habilidades. Asídemes es una hechicera de sangre y consiguió que quienes lo ocupan revelaran el nombre del sello, con al sangre de Jon ha sido más fácil que el suelo rumore con sencilles los signos. Han intentado abrirlo, pero sólo rompieron una pequeña brecha, sin embargo, eso ha sido suficiente para atraer a Farga, cuyo espíritu ahora busca un receptáculo para salir enteramente. Ya que su cuerpo sigue adentro. —¡Dios Santo!… ¿Qué ha ocurrido con el cuerpo de Jon? —Quien lo ocupa batalla contra Baal. Vine a ti porque quería verte y asegurarme que en verdad se trataba de ti. —Sí, soy yo que no te quede duda. —Me alegra tanto que se así. Daeven me ha compartido cuánto ha pasado desde que te encontraste con él. Sé que Jon permitió que varias de sus habilidades estuvieran en él. Me ha revelado que es posible atraer a ciertos espíritus en su ausencia para que se nos unan. —Sí justamente. Pero no tengo idea de cómo, ni quienes son. ¿Tú lo sabes? —Sí. Es algo que no puedo creer que se vaya a ejecutar, pero todo sea por la causa. —¿De quienes se trata? ¿Son aquellos seres en los que Jon puede convertirse? —No. Se trata de dos en especial que una vez fueron como tú o como Jon. Es lo que solía ser mi padre y el padre de Jon. Al parecer se les concedería volver para enfrentar la lucha que debió ser. De ahí la profecía, de ahí que tu seas tan necesaria. —¡Vaya no esperaba eso! —Es fuerte hasta para mí, créeme. —¿Cómo lo llevamos a cabo? —Por el momento debes ir por él. Sé que lo hallarás, mientras tanto atraeré lo pertinente para que ocupen su lugar con nosotros. Luego combatiremos. Pero debemos estar los cuatro para representar los cuatro lados de la tierra. Así que… Ve por él. ¿Lo concedes? —Sí, Nigromante, lo concedo. Colocó una de sus manos en mi frente para luego dejarme caer sobre su pecho. Por breve instante quedé notando la nada. Luego me sentí de pie en otro lugar. Aparecí en un gran salón oscuro. Pero al caminar entre las tinieblas se iluminó de pronto el suelo, noté los bloques de color blanco y n***o, tal cual el tapiz del tablero en el que solía jugar mi padre con sus ministros o cortesanos al ajedrez. El vació en el lugar me recordaba a estar sola. Pero al cabo de un rato de andar noté grandes muros y espejos, la gran mayoría rotos. Al notar mi reflejó en el espejo observé que de mi pecho fluía una luz a modo de una lámpara que con mis vestiduras blancas concedían tal resplandor. Incluso con ver lo que se escondía tras los espejos; es decir parecían puertas a otros mundos más oscuros, seguí avanzando. Escuchaba los susurros claros a mis oídos “No debe haber luz” “Ella abre puertas” “Ella busca el caos” “Ella arrebató su luz” Seguí andando con el corazón apretado. Sabía que tras de mí muchos de esos seres me seguían el paso. El anillo también brillaba, aunque sutilmente en comparación con la luz que emanaba de mí. Pero incluso si era suave, se volvía suficiente para abrirme espacio por donde ir. En lo más recóndito del lugar escuchaba risas, luego llanto. Por un rato no hubo más luz incluso se opacó la mía, tan sólo conseguía ver el resplandor azulado del anillo, pero delante de lo que la luz suave permitía ver, en momentos pasaban sombras pequeñas como niños andar, escuchaba claramente sus pasos y sus siluetas andar. Un par de veces conseguí ver sus ojos, pero tan fugazmente como para que se me helara la piel. “La redención sólo es para quienes conocen el infierno” “La vida no se acaba cuando la luz se apaga” Tanto deseé no sentirme a oscuras que deseé mucho tener al menos una vela. Sentía frío y muchos ojos observándome. Percibía no sólo el acecho sino la convicción de estar en peligro si seguía andando en la oscuridad en medio de ese lugar tan lóbrego. De pronto en todo lo que ya percibía claramente un canto de niños, mientras de la nada sostenía una vela encendida su fuego me ayudó a ver que seguía andando por el mismo piso. “Sin intención del bien, no habría mal. O quizá sin mal no habría intención del bien. No es oscuro nuestro hogar, hasta que alguien enciende la luz. Silencio, silencio, silencio o contaremos cuántos hay en este rincón” “Uno, uno, uno, uno, uno, uno, diez, diez, diez, diez, diez, dos, dos, dos, dos… Preferí no ponerle mucha atención a lo que podía escuchar. El canto me erizaba la piel y me obligaba a querer gritar para pedir auxilio. Tras la llama noté una gran sonrisa en un pequeño rostro, para luego soplar la vela. Cerré los ojos dejando de andar, deseando despertar o volver. ¡Junto a ellos había quedado en oscuridad! Pero el suelo tembló bajo mis pies mientras escuchaba risas. Di media vuelta, preparando mis piernas para correr. Pero al abrir los ojos la luz estaba encendida, elevé el brazo para mirar arriba. Pero me encontré con un rostro masculino, me estremecí a cuando estaba a punto de gritar, me cubrió la boca con una de sus manos. Empujándome contra un muro frío como el hielo. Las voces, los cantos, los pasos, las risas, los susurros cesaron de inmediato. No solté la vela, sino que seguí contemplando su rostro. Blanco, pintado en la mitad vertical y del otro con la extraña apariencia de una sombra profundamente oscura, que ni siquiera la luz de la vela podía iluminar. Usaba un traje que oscuro que reconocí al instante al igual que el único ojo azul que se distinguía tras ese raro maquillaje blanco. Me quedé sin aliento, mientras en él relucía una sonrisa casi sombría. Tan aterrador, pero masculinamente atractivo. Su cabello oscuro caía suelto hasta donde podía la vela iluminar. Sin duda lo había encontrado, pero me parecía tan aterrador como cuando portaba la maldición. ¿En dónde Jon estaba?
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