(Jon narración) A toda marcha la veloz yegua alcanzó el umbral del templo. Me apeé sobándole el lomo y agradeciéndole que me hubiera permitido llegar tan pronto. Todavía no se alcanzaba a distinguir a Asídemes y su escolta. Me aproximé a la roca gigantesca de arenisca rosa con forma de elefante. Labradas con perfección estaban talladas dos columnas, sobre el capitel una imposta con dos pilastras, con un arco lobulado para poder ingresar. Con sólo posar mi mano en la superficie de la piedra tallada de la pilastra, pude volver a recordar lo que ya antes pudo ocurrir. El cometido de atraerme recaía en ofrecer mi sangre para poder abrir un enlace y atraer a un aliado que pudiera manipular ciertas condiciones en mi estado, por mi naturaleza de mediador entre orbes. Distinguí una vez más en