A favor

1434 Words
Miré ante mí de nuevo el paraje del desierto al descender las arenas. Los Briares seguían a mi lado y al frente el señor Baal sosteniendo la varilla dorada con su mirada fija en mí. Al notar el cambio de lugar no pude evitar sentirme muy confundida. —¿Qué ha ocurrido? —Lo han solicitado ambos Regentes. No desean que te involucres, saben que desearas hacerlo porque tus sospechas van en la dirección correcta. Tragué una bocanada de aire, inclinando la mirada. Eso tenía sentido. —Creo que ya me conocen bastante bien. Señor Baal, siento que de a poco voy tomando los trozos que conectan algo que puedo ir comprendiendo, pero ahora más que nunca dudo de mí. De no ser por las circunstancias tal vez jamás habría conocido nada sobre lo que mi madre me heredó. Usted me concedió tener una piedra metarosa y con ella conseguí saber más de lo que pretendía. ¿Cómo lo supo? —En tu entendimiento hay capacidades encerradas en el hermoso velo de tu apariencia humana. En mi caso no tengo ese problema y puedo ver más allá. Fruncí el ceño intentando entender. —Esos dones que permiten lo que ahora voy comprendiendo al parecer estaban ocultos. —Así es. Se afinan y se elevan cuando te vuelves más y más consciente de ti misma. —Jon me hablo de una r**a de hombres que tenían el favor de entender a la naturaleza. Me dijo que yo provenía de ellos, pero no tengo idea de qué significa eso. Hace un momento vi a una oréade, una que falleció hace mucho tiempo, pero vino para decirme que un vaticinio se cumplía. Es tan confuso, señor Baal. —No debería enredar tu razón. El poder proviene de tu interior, tu r**a es una que tenía privilegio de alcanzar el otro lado. Y esa oreade trascendió naturalmente, pero no ha muerto. Al escuchar una vez más esa frase fue imposible no sumirme en recuerdos; y así volver a contemplar de nuevo a la madre de Nigromante. —¿Mi r**a? —Hubo varias razas de hombres cada cual, con sus particularidades, tal cual los elementos en la tierra. Si los hijos de los hombres pudieran imitar el modo en que los elementos al combinarse crean tanto, alcanzarían el todo y nada sería oculto. Pero entre ellos se limitan cuando se apartan por soberbia, cuando se envilecen, cuando destruyen y así cada vez se esconden más y más en la apariencia de lo que creen que parece real. Provienes de una casta de sacerdotes o sacerdotisas que sabían perfectamente traducir cualquier fuerza o energía y podían descifrar cosas ocultas. Por eso les llamaban los que mantenían el pacto entre la naturaleza y la vida, pero generalmente son los que pueden alcanzar cualquier lado. Durante mucho fueron perseguidos, así que eso los llevo a estar ocultos entre todos. Asimilaban con facilidad otros credos, otras costumbres, y seguían otros conocimientos. Seguramente tu madre fue una las últimas de ellos, ya que además de ser perseguidos mucho de lo que ellos solían hacer se fue perdiendo de generación en generación. Pero tu sangre todavía lo rumora perfectamente; una hechicera. Suspiré. —Pero al parecer hay un poco más en ti que tan sólo buena predisposición y la herencia de algo simbólico. Sin embargo, será tu deber encontrar esa respuesta. —Agregó. —Señor Baal, se lo agradezco tanto. Ha sido muy bueno conmigo. —No tienes porqué. Y no digas eso, bueno es sólo aquel que sin esconderse está oculto, pero ve. La calidad de un espíritu inteligente es esa discernir, iluminar, guiar. Aunque debo confesar que depende de quien busque, como invoque y que pida para se refleje tal o cual discernimiento, guía o iluminación. De pronto su mirada mostró un color oscuro y profundo que me hizo sentir un tanto vulnerable. Preferí tragar saliva y no ponerle tanta mente a su profunda mirada que podía dejar relucir algo que sin duda no puede acreditarse como normal o humano. —Si Jon ni Nigromante no desean que intervenga, creo que será muy difícil ayudarlos. —Has acertado. Pero, ¿cómo podrías hacer eso? —Nigromante cedería si le explico lo que sé. Pero con Jon es complicado… Se cruzó de brazos, mientras seguía viéndome con profunda atención. —Es evidente que sobre esa pasión que le arrebatas hay un instinto paternal muy grande. Esas palabras casi lograron herirme. —Siempre será un hombre complicado cuando se trate de ti. Ni siquiera pude parpadear. Casi sentí mi corazón traspasado, no me quedó duda que no sería nada fácil encararlo si me atrevía. —Tiene razón, señor Baal. He sido una ciega, pero creo que aún estoy a tiempo de poder cambiar algo. ¿Usted puede ayudarme a llegar con el Emir? —¿Te refieres al Rey Jirel, ese mismo a quien le dijiste que te quedarías en su Reino? Asentí, sin dejar de pensar en Jon y luego en rosas rojas de hermosos pétalos, pero sus tallos cubiertos a más no poder con agudas espinas. —Sí, el mismo. —No puedo ingresar contigo. Pero, sé lo que se ha quebrantado en las tierras de tu pueblo. Así que puedo concederte un favor, uno sólo. —Sí, ¿cuál sería? —Puedo ingresar al reino oculto de Akram, ya que Jon está allá. Pero, tan sólo llevaré tu mensaje. ¿Qué quieres decirle? Suspiré, sin dejar de pensar en Jon. Luego al ver las rosas rojas una y otra vez, al igual que la sangre emanar de ellas para volverse totalmente oscuras puede decirle lo que pensaba. —Que en su poder hay una criatura poderosa que debe ser liberada antes que la noche atraiga para siempre la oscuridad. Una de las rosas del mal ha germinado en el corazón de quien él creyó ser la mujer más noble, justa y obediente. Está a tiempo de evitar el gran mal que causará las astucias y los dones de ella. Que, si no cree, que compruebe la naturaleza del ser que enclaustra. Baal no contestó, pero noté que las arenas se elevaron de nuevo y Nigromante tomó forma ante mí. —Gracias Baal. Él asintió. Nigromante se aproximó a mí. —Alexia, perdona no podía responderte en ese momento. Pero entiendo lo que viste. De parte mía concedo tu intermediación. No pude ocultar mi profundo asombro. Sonreí tontamente, pero permitiendo que sus manos se posaran en mis hombros. —Nuestra Princesa es indispensable Baal. Ha sido admitida como guerrera y Jon lo aprobó. Lo quiera o no, es así. Si te parece bien, envía el mensaje que Alexia te solicitó, estoy a favor. Baal mostró un gesto de complacencia y casi al instante desapareció tomando la forma del viento. Me volví a Nigromante de inmediato. —¿Cambiaste de opinión? ¿Crees que es lo correcto? Sonrió y movió la cabeza en señal de asentimiento. —No podemos aplazar más lo irrevocable. Jon tenía mucha razón, no hay nada existente que sea del todo correcto. Depende sólo del contexto. Me quedé fija en sus ojos muy sorprendida. —Hay algo que no puedo callar ni ocultarte. Me conoces bien. Estoy convencida que hace un rato Jon se veía como Daeven, pero vi las marcas y estoy convencida que se trata de él. ¿Cómo fue posible? Respiró hondo. —Entre las causas y sus nombres hay abismos de cosas posibles. Detallarlas no tendría sentido, pero no te equivocaste. Vino para apoyarnos, pero ha vuelto. Jirel pidió que se cumpliera la condena de estar apresado en su Reino durante un mes lunar. —Asídemes no se conformará con eso. —Totalmente de acuerdo. Por ahora Daeven ha vuelto a su esfera. En cuanto se estabilice seguramente vendrá arrimarnos un hombro de nuevo. Esteban se hace cargo en conjunto del Ejército del Alba. Y las tropas que intentaban asediar han decrecido. Al parecer la intersección de Jon ha causado su efecto y hay un cierto control, pero muchas de las aldeas fueron devastadas. No pudimos hacer más, eso impulsó a Jon a responder el ataque. Mi corazón se llenó de dolor. —Comprendo. No podemos permitirle más a Jirel. ¿Crees que no sabe lo que Asídemes intenta? —No lo sé Alexia, pero todo apunta que sí. A él no se le escapa nada. No creo que pase por alto cada descuido de Asídemes. Pero está bien el aviso que has enviado sabrá que conocemos la verdad de sus intenciones. Ya veremos que responde. Asentí respirando hondo, mis ojos seguían cubiertos de lágrimas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD