Paolo sale del apartamento de Arely y mira su reloj frunciendo el ceño pues ya no le da tiempo de ir a su departamento con lo que decide ir directamente a la casa de banquetes ya que su prioridad es y será Paola, recibe un mensaje de su hija diciéndole que ya le están esperando e intenta ir más rápido de lo usual odiando ser impuntual. Al llegar al lugar de la reunión se topa con la mirada inquisitiva de Antonia quien parece escanearlo con mala gana descubriendo su camisa arrugada, frunce el ceño y es entonces cuando la dulce risa de la hija de ambos les hace saludarse de la mano en un gesto demasiado impersonal para dos personas que vivieron por años y que se amaron con una intensidad desbordante que terminó en demasiados líos entre los dos.
Paolo no puede evitar sentir cierto remordi
