Noemí.
Hoy sigo encerrada en mi dormitorio y pienso que la vida es injusta.
Tal parce que decir 'quiero estudiar en otro pais' es un problema.
Todo porque mi padre piensa que aún soy la frágil niña de 10 años, pero se equivoca. Tengo 18 años recién cumplidos.
Por una parte estaba feliz en mi fiesta de cumpleaños, estaban ahí todos mis seres queridos y mis padres deciden que mi regalo es un apartamento en el lugar donde elija estudiar mi carrera universitaria.
Ustedes pensarán, ¿cual es el problema? El problema es mi padre. Mamá me entiende pero el no quiere que regrese a México a estudiar. Pensarán, son muchos gastos, pues dejen que aclare que tenemos una casa enorme allá. Si quisieran seguir alquilando, bien se puede cercar el apartamento que tiene al fondo. No es lujoso, pero yo puedo usar una de esas habitaciones para mis estudios y la otra para descansar. Pero no. Él no me escucha. Piensa que si viajo hasta allá me voy a morir. No sé qué piensa en realidad porque enseguida que dijo 'No, princesa, No estoy de acuerdo ' mi corazón se partió en dos.
Siempre que me hace una promesa la puede cumplir, pero esta de dejarme estudiar sonde elijo, no.
Mamá discute con él muy seguido por lo controlador y celoso que es conmigo, pero es sordo. ¡El hombre es sordo! Con Milagros, mi hermana más chica, no es ni cerca de sobreprotector que conmigo.
Bueno. Tal vez deba hablar un poco de mi infancia para ponerlos en contexto.
Resulta que nací en México hace 18 años. Mi mamá Alessandra me tuvo después de un viaje fugaz al país donde me encuentro actualmente, Uruguay. Ella regresó a México con mi papi David y nunca pensó en regresar.
David falleció cuando yo era una bebé de seis meses y ella me crío sola.
Cuando cumplí 5 años, mi madre recibió una llamada de su hermano que se había quedado allá. Resulta que Tito, nuestro tío, estaba muy muy enfermo, entonces mi madre y yo viajamos.
Lo primero que puedo decirles es que me enamoré de tanto verde, tantos animales andando por el campo en libertad, de sentir el olor del mar y tenerlo a media hora de distancia. Me enamoré de mi familia y de un señor que parecía el enemigo de mi mamá. En ese entonces era como su copia en miniatura, aunque ahora cambie mucho.
Allí pasaron muchas cosas locas y después nos volvimos.
Acá es donde verdaderamente comienza la historia que cargo.
Después de los seis años comencé a enfermar muy seguido. Un día le dieron a mi madre una noticia que la obligó a llamar a ese señor que ella parecía odiar y estuvo mucho tiempo con nosotras. Yo pasaba horas jugando con su barba y el leyéndome o hablando de mi salud conmigo.
Resulta que me sentaron para contarme una historia de dos enamorados que fueron separados por alguien malo y la enamorada se fue a otro país con la panza llena de huesitos. Con el tiempo los enamorados se reencuentran y le dicen a ese ser viviente que el enamorado es realmente su papá.
¿Adivinaron?
Bien.
Comenzamos a establecernos entre idas al hospital y todo y compramos la casa gigante de la que hablo. Tiempo después llegan mis hermanos Milagros y Salvador, encantadores nombres porque yo los elegí.
Milagros me regala una parte que yo necesitaba para vivir y mi mal se lo llevó el viento.
Resulta que antes de venirnos a la boda de mi madre, conocí al socio de mi papá. Recuerdo que sus ojos claros, su cutis blanco y su cabello n***o llamaron mi atención por un buen rato. Ellos hablaron de inversiones y yo quería hacer más dinero. Les juro que tenía nueve años, pero quería multiplicar los 500 pobres dólares que tenía. Primera negativa de mi padre que recibo y a punta de pucheros me prometió que cuando junte 50 mil, puedo invertir si su socio está de acuerdo. Fue una tarea ardua, muchos viajes de placer a los que no fui, dinero en juguetes y ropa que Invertí y becas de estudio para que ahorren ese dinero y poderlo usar.
A mis 16 años, le di mi cuenta, extensión de la de mis padres por supuesto, y le pedí que invirtiera en la empresa de mi padre. ¿Fue sencillo? Pues no. Necesite mis mejores armas, llanto, pucheros y recordarle su promesa a mi papi para que lo permita. Ahora se que da buenos resultados y quiero estudiar para ganar lo mismo que un inversor.
Lo malo de soñar es que esa carrera no está, porque acá no se estila la inversión. Por lo general se contratan terceros que se encargan de hacer las inversiones por ti.
Ahora necesito que mi padre me autorice a ir, porque aunque me enoje mucho por lo que pasa, lo amo demasiado para irme a otro país por meses y romper su frágil corazón.
Mi hermano pequeño, Germán, entra en la habitación y me cubre con sus brazos. Soy muy unida a todos, especialmente Milagros, pero Gabi tiene el carácter más parecido a mi. Es muy pequeño aún. El tiene 7 y los mellizos casi 10. ¿Seguiditos, verdad? Por suerte mi madre ya no puede tener más porque aunque los ame, tengo que compartir su amor con los demás.
Ami estar acá y andar a caballo en Chocolate, pero necesito crecer. Tal vez soy demasiado dramática pero acá no hay tantas opciones. La capital no me gusta porque parece una caja de zapatos. Aunque México es una ciudad muy grande, tengo todo lo suficientemente cerca. Acá tendría que andar en bus porque del modo en que manejan en la capital, no loca conduzco.
Maldonado esta más cerca de casa, pero las opciones se reducen a contabilidad, abogacía o magisterio. Lo que quiero es invertir y ganar mucho dinero por ello.
Aún me quedan unos meses para terminar el bachiller, los mismos meses que tengo para convencer a mi padre de que mi lugar está allá.