Noemí.
-Dime que me superaste y te dejo ir para siempre- me habla en un susurró.
Doy media vuelta y lo miro a los ojos.
-Si. - hablo firme- Busco otra oportunidad y deberías hacer lo mismo, Matías. Ya superalo.
-¿Sientes lo mismo con el? -pregunta acercándose a mi cuerpo.
Tengo que terminar esto de raíz. No puedo luchar contra esto mientras trabajemos juntos.
-Dime que te hace sentir más que yo. Que te importa más que yo.
Sus ojos recorren mi rostro y veo anhelo en ellos. Busca una esperanza que no estoy dispuesta a darle.
-No- digo con total honestidad- Siento más, mucho mas- miento mientras el da un paso atras- Si eso es un problema para ti, tal vez no deba venir más a trabajar.
Sus ojos se llenan de lágrimas y yo lucho contra todo para que los míos no me traicionen.
-No es problema. Puedo con ello. Siéntete cómo en tu casa. - murmura dolido.
Y se retira.
-Nos vemos mañana, chicas. Saben lo que tienen que hacer- anuncia antes de abandonar la oficina.
-Puedes decirme ¿que fue eso, amiga?
-Yo diciéndole que no hay más y el aceptando. - Le digo al borde de las lágrimas.
-Te dije, Noemí. Ahora tienes que hacerte cargo de lo que tu misma te buscaste- abro la boca indignada y ella me abraza- Se porque lo haces. Lo siento.
Ese día llore, lloré como nunca. Lloré por cobarde, por lastimar a una buena persona, por no afrontar las cosas y por no reconocer lo que siento.
Las semanas que le siguieron fueron una merecida tortura para mi. Matías me ha esquivado todo lo que ha podido, trata de estar el menor tiempo posible en la oficina y cuando está, jamás se dirige a mi.
Nuestras compañeras y mi amiga me preguntan si esta todo bien, pero yo las evitó.
Samuel es otro tema. Hemos salido a bailar, a cenar, a jugar billar y a andar en bicicleta. No es que parezca tan mal chico. En el trabajo, trabajó a la par conmigo y nos sacamos 80 sobre 100 y debo decir que la profesora es muy amarreta con las notas.
El tema recae en que en cada salida trata de que pase algo más, de darme alcohol o directamente, yo las suspendo a último minuto con alguna escusa.
Luego está que conocí a Martín. Físicamente es parecido a Matías. Como que inconscientemente lo busco en todos lados. Es un chico súper educado, de buena clase social y está marginado porque es un nerd. Su historia me recuerda mucho a mi chico y quizá por eso nos hemos acercado mucho este último mes.
Mañana viene mi tío porque ya pasaron seis meses y podemos pedir la anulación del matrimonio.
Ocultarlo ha sido otra tortura, ya que en este país, las actas se actualizan de modo automático. Menos mal que tenia duplicados de las actas previas al matrimonio.
En el trabajo una de nuestras compañeras está embarazada y va a trabajar un par de semanas más, ya que casi está por dar a luz.
Por una parte siento alivio al saber que mañana se termina todo y por el otro pienso que se termina lo último que alguna vez nos conecto a Matías y a mí.
-Bueno, amiga. Mañana se termina todo. ¿Cómo estás?- me pregunta mi amiga camino al aeropuerto.
-Supongo que feliz.
-No puedes suponer eso, Noemi. Lo estás o no.
-Si lo estoy- y finjo mi mejor sonrisa.
-Mis hermosas- mi tío nos abraza a ambas y nos da un beso en la coronilla- ¿Lista para ser soltera nuevamente?- me mira.
-Super lista, tio- finjo una emoción que en verdad no siento.
-Muy bien. Matías me avisó que nos ve allá porque tiene negocios pendientes- anuncia.
-Ok. ¿Quieres conducir?- le extiendo las llaves con un juego de cejas, ya que se que le encanta mi auto.
-No lo preguntes dos veces. Vamos.
En el camino me la paso preguntándome cual es ese negocio que tiene. Nunca mencionó nada al respecto.
Llegamos agotados a casa y nos vamos a dormir.
Desayunamos rápidamente y nos volvemos al aeropuerto. La audiencia es a las 10 de la mañana y debemos apresurarnos para llegar en hora.
Al bajar del auto frente a la corte, puedo ver a Matías hablando con una joven de unos 30 años. Morocha, pelo súper lacio y ojos verdes intensos. Viste un pantalón y un saco negros con una blusa blanca por debajo que la hacen ver estilizada. Mientras nos acercamos, solo un nombre pasa por mi mente, Pamela.
-Buen día, Matías. Llegamos- mi tío le extiende la mano.
-Buenos días. ¿como están?- nos extiende la mano a los dos y su toque produce una descarga de adrenalina mientras evita mi midad- Permitanme presentarles a Lucía.
-Un gusto. Mauricio, el abogado.
-Noemí- contestó Seca.
-Soy Lucía Blanco. Voy a ser la suplente de la compañera que sale de licencia. - se autopresenta mientras Matías solo la mira a ella.
-¿Va a entrar?- pregunta mi tío.
-Oh no, no. Vallan ustedes. - se gira hacia Matías. - Te veo luego, ¿si?
-Si. Ve tranquila, Lucía.
Ella se da la vuelta para irse y nosotros nos adentramos en el lugar.
-¿Sabe a que vinimos?- le pregunto firme y directo.
-Por supuesto. No tengo nada que ocultar, Noemi.
No me mira a los ojos pero zanja el tema caminando más rápido para quedar a la par de mi tío.
-Muy bien. Se piden las pruebas en ambos casos a consta de la solicitud de anulacion- pide el juez.
-No tenemos ninguna, ya que no existe vínculo marital, como habíamos mencionado en la sesión anterior. - acota mi tío.
El rostro de Dublin y su abogado no es muy feliz. Logramos lo que quería cuando se acerca de mala gana al estrado.
-Estamos de acuerdo, ya que no hay evidencias de que se haya consumado el matrimonio.
El juez lo mira con aspecto de que lo hizo perder el tiempo antes de su sentencia.
-Decreto que el matrimonio entre la señora Ferreira y el señor Rivero, queda anulado.