Era un pueblo pequeño, las personas se veían muy normales. Ariel recorrió todas y cada una de las calles, sin saltarse ninguna, le gustó que vio muchos niños jugando en las aceras, las personas salían a convivir con las demás y nadie la miraba de manera extraña, a pesar de lo obvio que era notar que ella no era de allí. ¿Dónde debía esconderse? ¿Cuál era el lugar perfecto? Ariel se hacía tantas preguntas, evitaba tener miedo en el día y lo dejaba para las noches, cuando estuviera a solas y pudiera llorar. “Señorita, ¿busca alguna dirección?” Una joven se acercó a ella, tendría menos de veinte años. “¿Puedo ayudarla?” “Miro el pueblo, veo si me agrada.” “Es un pueblo muy tranquilo y quizás eso no sea del agrado de muchos. ¿Me permite darle un recorrido por los lugares más destacados? M