“Cada noche no podía cerrar mis ojos porque temía que estuvieras por allí fuera sin un destino fijo, sin tu casa, sin tu hogar, huyendo sin tener idea de a dónde ir, Ariel. No me importan estos quince años de cárcel, excepto por ti. Por lo único que hago esto es porque estoy convencido de que no quiero estar aquí, mientras tú estás allí fuera sin yo saber nada de ti, pero más allá de mi necesidad de cuidarte, lo hago porque te amo y necesito estar a tu lado, Ariel.” Tenía su rostro fijo en la mesa, no podía mirarla, a pesar de que quería hacerlo, las lágrimas cayeron en aquella mesa y las pequeñas manos de Ariel secaron su rostro. Ella quería besarlo y abrazarlo, pero no era permitido. “Yo…” le lastimaba pensarlo y únicamente aceptó porque no había otra salida, solo esa. “Ale, eres lo úni