Ariel estaba recostada a su cama, Alejandro había acomodado sus almohadas, dejándola a una buena altura para comodidad de su espalda y su cuello, que también le dolían. “Gracias por limpiar la habitación, siento que hayas tenido que hacerlo.” Dijo. El olor que había era muy agradable. “No fue nada. Necesito hablar algo contigo, mañana tenemos que ir a otro doctor y…tengo que decirte algo.” Se sentía nervioso y a la vez muy triste porque aquel descuido había sido de él y nunca pensó en esa posibilidad, sobre todo porque ya habían pasado dos meses de ese hecho y ella nunca expresó sentirse diferente o extraña. “¿Qué tanto sabes de tu cuerpo?” “¿Qué pregunta es esa? ¿Qué tengo que saber de mi cuerpo? Sé lo necesario.” “Lo que quiero decir es…¡no sé qué tanto sabes! Y pensar en explicarte