Hoy a las cinco de la tarde estaré tomando el avión sin regreso a New York.
No sé como sentirme al respecto todavía. Me duele dejar todo esto sin saber cuando podré volver, y más aún, me da terror estar con alguien que no sé quien es.
Con que tipo de persona voy a encontrarme.
Meto el último suéter que me queda fuera en la gran maleta que está encima de mi cama. Toda la ropa que tenía ha entrado a la perfección, solamente falta que en cuanto esté allí, los muebles me lleguen.
Lo que me resulta extraño es que todavía no he recibido ningún tipo de mensaje. Nadie me ha seguido ni hecho algún movimiento que lograra llamar mi atención. No lo entiendo. ¿Si quieren venganza, porqué no me están buscando?
No logré quitar información a mi prima más de lo que me ha dicho, según ella, no quiere verme involucrada en ello y prefiere encargarse por si misma; el solo pensar que puede terminar en peligro me desconcierta.
No deseo que ninguno de mi familia terminé mal por mi culpa.
Sacudo la cabeza. Necesito concentrarme en otra cosa.
Justo cuando voy a terminar de cerrar la valija, escucho el timbre de mi casa y opto por abrir rápido.
—Buenos días, muchacha—saluda con una sonrisa mi prima. Le doy otra en respuesta y dejo que pase—¿Tienes todo listo?
—La maleta está hecha. Solo queda darme una ducha—respondo mientras camino hacía la cocina. Ella me sigue con sus tacos puntiagudos—¿Quieres café?
Ella asiente. Apoya su bolso en la barra de desayuno.
—No puedo creer que vas a irte.
—Ni yo. ¿Has podido hablar con la abuela? A mi no me responde el teléfono.
—Lo siento, apenas tuve tiempo—admite apenada. Le entrego la taza y la toma en sus manos—. Pero podemos desviarnos antes de ir al aeropuerto. Si dices que ya tienes todo lo necesario, estamos aseguradas en cuanto al tiempo.
Asiento.
—De acuerdo. Tomaré una ducha y podremos irnos.
Una hora más tarde estamos en el coche directo a casa de mi abuela Beta. Ella ha sido una madre por mucho tiempo para mi, y el solo darme cuenta de que ya no la veré con frecuencia, hace que mi corazón se achique un poco más de lo que ya está.
Chiara se sale de la carretera para entrar a la que va directamente hacía la casa de mi abuela, en Canale di Tenno.
Un pequeño pueblo un tanto alejado del Lago di Garda, reconocido en todo el país como el más importante y el cual, queda al norte de Italia. Mi nana vivió aquí por años, toda su familia vivió aquí mucho antes de la Segunda Guerra, donde después de está, el pueblo comenzó a llenarse aún más. Todo en él es pintoresco y fascinante; como un cuento de hadas.
Mi prima entra con el coche al pequeño pero gratificante pueblo de nuestra abuela y después de pasar el camino de piedra, estacionamos frente a la casa. Todas sus estructuras aquí fueron armadas hace muchísimo tiempo, por el 1200. Las casas están tal cual aún haya pasado el tiempo, todos mantienen su esencia y su particularidad. Aunque también lo hacen porque los turistas frecuentan en varias épocas del año; para ellos es una reliquia.
Al bajar del coche, veo a mi abuela caminar hacía nosotras.
Una sonrisa se me planta en la cara.
—¡Mis cotorritas!—exclama ella llena de felicidad. Ama que la visitemos. Se acerca a mi primero y con sus manos arrugadas, me aprieta las mejillas mientras sonríe—Mi tesoro. ¿Cómo has estado? ¡Se siente como años que no te veo!
—Hola nana—digo entre risas. Le doy dos besos—. ¿Tú como has estado?
—Fenomenal. ¡Ay, mi cielo!
Se separa de mi y toma a mi prima también de las mejillas para plantarle dos besos. La colorada se ríe y la mira con dulzura; amamos a nuestra nana. Ha sido muy importante en nuestras vidas desde que somos crías. Su amor nunca nos faltó.
—¿Cómo estás, abuela?—le pregunta Chiara.
Nuestra nana sonríe.
—Ahora mucho mejor que las veo. ¿Qué hacen por aquí? Entren, pasen antes de que haga mas frío.
La seguimos a ella hasta las escaleras de piedra antigua que conservan todavía y subimos hasta el primer piso, donde abre la puerta grande de roble. Cuando entramos puedo sentir ese olor que tanto significado tiene: mi infancia. Mi casa.
Todos los muebles conservan su lugar desde que estuve aquí la última vez. Mi abuela tiene una casa muy bonita y aunque ahora es algo pequeña, porque rento la parte de abajo para unos extranjeros, sigue siendo gratificante.
Sonrío al sentir un olor particular.
—Nana, ¿estás haciendo tu budín de moras?—pregunto mientras me quito los botines y voy hacía la cocina.
—Pensé que estaba alucinando, pero ahora que tú lo dices...—señala Chiara con una sonrisa mientras le da una calada a su cigarro.
Veo la pequeña estatura de mi abuela y me acerco a ella, apretando suavemente sus hombros delgados. Ella me sonríe mientras saca del molde de aluminio un gran budín. El estómago me gruñe al sentir el aroma.
—Lo había hecho para los Españoles de abajo, pero ahora que ustedes están aquí, les haré otro más tarde. Querida, prepara la tetera. Voy a llevar esto a la mesa.
Asiento mientras ella se retira de la cocina y tomo entonces la tetera, para llenarla de agua y ponerla al fuego. Mientras espero a que caliente me encuentro con ellas.
Solo pienso en que no sé tome a mal que me iré.
Se me partiría el corazón.
Quince minutos después estamos las tres sentadas en la mesa grande también de roble oscuro, con nuestras respectivas tazas de café y un tanto de leche, y el budín en el centro. Mi abuela está revolviendo el humeante mientras Chiara me da una mirada e inclina la cabeza, esperando que hable con ella.
Respiro hondo. Aquí vamos.
—Abuela—hablo entonces. Ella me mira a través de sus ojos grisáceos. Tomo sus manos entre las mías—En realidad, vine hasta aquí para contarte algo.
Se me queda mirando unos buenos segundos hasta que su sonrisa se ensancha. Frunzo el ceño. ¿Le ha agarrado algo?
—Oh, mi cielo...—empieza. Besa mis nudillos—Ya sé lo que vas a decirme, y, tienes todo mi apoyo. No tienes que pedir mi opinión.
La miro confundida, ¿realmente ha adivinado? Siempre supe que ella media médium pero no pensé que de esta manera. Chiara y yo nos damos una mirada antes de que vuelva a hablar. Ninguna entendemos.
—¿De verdad lo sabes?
—¡Claro!
Chiara abre los ojos, sorprendida.
—Vaya, eso fue rápido...
—¡Tienes novio!—exclama entonces mi abuela. Me quedo estática en el lugar mientras ella sonríe alegre.
Abro los ojos como platos mientras Chiara se atraganta con el pedazo de budín que ha ingerido debido a la risa que acumuló. Tiene que tomar un poco de café para poder recuperarse. Oh, mierda. Lo que me faltaba.
—Ahora que lo pienso, no te vendría mal eh—indica con una sonrisa divertida. Le enseño el dedo del medio.
—Vete a la mierda.
Mi nana entonces toma un sorbo de un café y me sigue mirando intrigada, esperando mi respuesta.
—¿Y donde lo has conocido al muchacho?
—No, abuela. No tengo novio—le aclaro en medio de la irritación. Esto no puede ser posible—, ni quiero tenerlo en un buen tiempo, ¿de acuerdo? Pero lo que tengo que decirte es otra cosa mucho más importante.
Entonces, cambia la felicidad en su rostro por una preocupante debido a mi falta de humor. Se empieza a preocupar, puedo notarlo. Maldita idea en la que me he metido.
—Cielo, ¿todo esta bien?
—Si, si lo está—aseguro intentando tranquilizarla. Prosigo:—Lo que quería decirte es que en realidad voy a mudarme a otro país. Voy a irme a trabajar a New York.
La realidad es que mi nana sabe muy poco acerca de lo que pasó años atrás con Jack, mi ex prometido. Y prefiero que así quede. Porque a pesar de que tiene setenta años, es una mujer mayor y necesita estar tranquila. No preocupada por lo que pueda pasarle a su nieta.
—¿A otro país?—repite. Yo asiento—Pero, ¿Cuándo te vas?
—Hoy a la tarde.
Frunce el ceño.
—¡Menudas sin vergüenza!—exclama entonces. Aquí vamos con el lado oscuro de la abuela—¡No me lo puedo creer! ¿Y no pensaban decirme antes?¡Apenas tuve tiempo de ver a mi nieta! Dannazione, ¡mi vedono faccia stupida!
Llevo mis manos a la cabeza, y suspiro. Cuando la nana empieza a hablar en italiano, es porque realmente está molesta. Tiene razón. Pero esto es a tiempo reloj, y necesito irme de aquí antes de que me encuentren.
Chiara se encarga de mi situación y toma las manos temblorosas de mi abuela.
—Nana, escúchame—le dice entonces. La nana la mira molesta—Nadie te está viendo la cara de estúpida, de verdad. Un cliente muy importante mío necesitaba una asistente y le recomendé a Sam. Ella es muy buena trabajando y necesita tener experiencia. Es una oportunidad única... Tú lo entiendes.
—Además voy a venir a verte o tú podrás ir a verme, puedo comprarte unos boletos una vez me instale allí.
—No viajare en un avión sola. ¡Ho il panico!
Mi prima respira hondo, reteniendo la paciencia. La abuela cuando se enoja suele ser un grano en el culo.
—Viajaras conmigo, abuela. Hemos venido hasta aquí para que Sam pueda despedirse tranquila y tú le estás dando más problemas que una vaca—le suelta ella. Ambas tienen un carácter mucho mayor que el mío—¡Un po’di pace!
Entonces se queda callada. Las tres lo hacemos. Y después de minutos en los que casi pierdo la cordura, ella se levanta y viene hasta a mi para abrazarme.
Eso me llena el alma. También le devuelvo el abrazo.
—Lo siento, cariño mío. Es solo que tenerte tan lejos de mi... No quiero perder a mi hermosa Tulipano —toma mi rostro entre sus manos y suspira—Aunque sé y presiento que estarás bien allí. Tú eres fuerte.
Asiento, intentando no derribar las lagrimas.
—Lo soy, nana. Lo soy. Y en cuanto pueda venir, lo haré. ¿De acuerdo?
A las cinco menos veinte los parlantes del aeropuerto resuenan por todo el lugar, avisando que el vuelo a New York sin escala partía en quince minutos. Así que con el check-in ya hecho, tomo la manija de mi maleta y voy hasta la fila con mi prima.
La verdad es que no quiero despedirme porque sé que terminaré llorando y no quiero hacer un papelón aquí, pero aún así siento los ojos nublosos.
Cuando solo me faltan tres personas adelante, me giro hacía Chiara.
Ella ya está llorando.
—No hagas eso—suplico en un murmuro, mientras la abrazo. Escucho su sollozo.
—Prométeme que vas a cuidarte. Si tan solo ocurre algo inusual...
La tomo de los hombros y hago que me mire a los ojos.
—Te llamaré, lo juro. Además te haré Skype todos los días.
Sonríe.
—Eso espero—indica. Frunce los labios—Vas a estar bien.
—Lo voy a estar mientras ustedes lo estén—determino mientras tomo sus manos entre las mías—Por favor, cuida a la abuela. Y cuídate tú también.
Chiara asiente para después quitarse las lagrimas de las mejillas. La chica encargada de tomar mi boleto habla:
—Señorita, su boleto por favor.
—Enseguida se lo doy—le digo. Giro hacía mi prima y la abrazo aún más fuerte, haciendo que unas lagrimas se me suelten del lugar. Voy a extrañarlos demasiado—Nos veremos pronto, ¿de acuerdo?
Mueve su cabeza en un asentamiento mientras me sigue aferrando a ella. Duramos unos segundos más hasta que la chica vuelve a hablar. Entonces Chiara se separa y la mira de mala gana.
—He pagado un boleto de mil euros, para que venga usted a querer apurarme—suelta con enfado. Río intentando callarla—Estoy segura que ninguno de sus familiares se ha ido para que sea así de insensible.
La chica la mira perpleja a través de sus ojos miel. La compadezco, Chiara puede ser muchas veces un dolor de cabeza y no va a callar su boca de pato.
—Lo siento, señora. Pero el avión está a punto de partir.
—Tranquila, Chia. Te llamare en cuanto aterrice, ¿vale?
—Bien—asiente y me da dos besos en las mejillas—Te quiero, Sammy.
—Y yo a ti.
Y dándome la vuelta, le entrego el boleto rápido a la chica. Está me indica por donde tengo que seguir y con un asentamiento, sigo derecho sin antes voltear y saludar con la mano a la pelirroja. Está hecha un mar de lagrimas, e inevitablemente, yo también.
Respiro hondo mientras camino por el pasillo.
—Aquí vamos, New York—murmuro.