Pasó una semana y me sentía muy contenta con tener en mi habitación a Esteban. Seguíamos siendo buenos amigos, pero de a poco me convencía que mi destino cobraba sentido a su lado. Muy de mañana nos levantamos para tener todo listo para la boda. Sabía que vendrían muchas personas. Desde que Sarbelia se había dedicado a mi padre y mi padre a Sarbelia, teníamos mucho trabajo. Esteban y yo no podíamos pensar en otra cosa más que en atender el trono de Halvard la mayoría del tiempo. Esteban tenía ya una semana en la que no se relacionaba con Inés, ella tenía el niño la mayor parte del tiempo y Esteban rara vez pedía a las mozas que se lo trajeran. La boda se celebraría por la tarde. Todo estaba impecable y se veía precioso adornado por doquier bellamente con grandes listones rojos y flore