EXILIADO

977 Words
(Jon narración) Mi lugar de escape había sido elegido por Nigromante, me había dicho que estaba demasiado lejos de Halvard y de todo lo que estuviera cerca de allí, me dijo que para regresar debía cruzar el océano y que al hacerlo estaba a medio camino. Se lo agradecía con todo el corazón, lo mejor había sido ser exiliado por bien de todos. Aquella casa era un salón inmenso de entrenamiento. Tenía algunas ropas, y varias cosas para sobrevivir. Alrededor de la casa no había nadie más que habitará aquel bosque, excepto los animales y otras criaturas que lo tenían por hogar, ahora incluyéndome a mí. Estaba ante un cristalino río que recorría la parte de enfrente de la casa, estaba a una distancia prudente. —Es raro ver a alguien con su apariencia… Su voz me distrajo. —Hola… —Saludé volviéndome a sus voces. Sabía que sus espíritus puros pertenecían al bosque. —¿Puedes vernos? — Susurró una acercándose a mí. —También las escucho. Para mí ha sido normal convivir con espíritus, en especial con aquellos que están la naturaleza. Ellas, espíritus con apariencias de mujeres, no hay otra forma de definirlo, sus voces tampoco son humanas, pero podía entenderles sin problema alguno. —Eso es increíble, nunca antes habíamos notado a un hombre con el corazón tan roto… Había olvidado que para ellas mi espíritu también era visible. Y no podía mentir, si me sentía roto por dentro. —No soy tan humano, por eso puedo verlas y entender lo que dicen. —El lenguaje del espíritu es igual para todos los seres vivos. Es raro que las personas no puedan vernos ni escucharnos… —No todos, hay seres humanos que sí son capaces de oírlas. —¿A qué se debe guerrero que tengas el corazón tan triste? —No quería dejar ir a alguien especial para mí, pero si lo ven bien, tengo una marca en mi pecho, y eso significa que estoy bajo juramento. La más curiosa se acercó a mí, y con suavidad deslicé la camisa para que notará aquella marca. Era una cicatriz donde había sido rasgado pactando mi palabra. Era mi acuerdo con los herederos de Halvard. Su luminosidad tocó esa parte en mi pecho. —¡Cuánto lo lamentamos guerrero! Es verdad. ¿Por qué lo hiciste así? —Porque a veces hay hombres que no confían en la palabra de otros, al pactarla, saben que quien falle tendrá grandes tormentos. —El tormento y la tristeza que hay en tu ser, es muy grande. ¿Entonces fallaste a tu palabra? Sonreí. —No. No a mi palabra no, a mi corazón sí. El otro espíritu que la acompañaba se acercó a mí. Se veía acongojada al notar mi estado. —Las aguas de este río, han nacido del brote de un manantial en el cual una vez una mujer pidió ayuda a la naturaleza para calmar su tristeza, había perdido a quien amaba, había caminado mucho huyendo de su dolor parte de ella quería dejar de existir y estaba tan cansada que se quedó tendida en el suelo. Al elevar su tristeza al Divino Creador y pedirle una señal de que no estaba sola, las entrañas de la tierra se conmovieron y lloraron, cuando ella dejó de llorar notó que sus lágrimas se fusionaban con las lágrimas de la tierra, aquella mujer recordó que el hombre que ella amaba solía bañarse en los ríos y siempre le decía que si él hubiera podido convertirse en algo, él quería ser un río para calmar la sed de las criaturas y ser libre al recorrer la tierra, y deleitarse por siempre en la naturaleza. Sonrió al descubrir que aquel ser amado estaba cerca del Divino Creador y que ambos escuchaban su tristeza, supo que nunca había estado sola, ella había decidido creer que lo estaba, ese manantial se lo había confesado. Ese arroyo se convirtió en un río, el mismo que ahora ves corriendo con libertad. Sentí un profundo respeto, nadie creería que un río podía existir ante el sufrimiento de una mujer. Pero la naturaleza está en el corazón del ser humano, aunque suene raro, somos lo mismo. —Es un signo de que no hay que sentirnos arrastrados ante la tristeza. Podrías sumergirte en el río y dejar que sus aguas tranquilicen tu corazón. Se nota que quien sea esa persona especial, te corresponde. —Jon… Aquella voz me sonó familiar, estaba seguro que se trataba de Nigromante, pero no podía ser verdad, el portal estaba sellado. Me desvestí y preferí no pensar en nada más. Aquellos espíritus se introdujeron al agua y los acompañé, me lancé al agua. El río era profundo y con ellas me mantenía en el fondo tratando de dejar mi mente en silencio. —Alguien te busca, su corazón brilla y tu corazón le sonríe… Aquellos espíritus siguieron en la corriente del agua, mientras en mis dudas, salí a la superficie. Su presencia amigable, cariñosa, dulce, que hiciera danzar a mi corazón, no podía ser otra mujer. Alexia estaba allí, al asomar mi vista la vi, estaba pasmada observándome. Estaba tan absorto como ella, no tenía sentido que una vez más hubiera llegado a mí. Como un ser inmortal, estaba acostumbrado a ver cosas sin sentido ni la lógica convencional, viajar hasta donde nadie más podría en una vida, y aun viviendo así, nunca antes en mi existencia, me había sentido tan endeble ante una mujer con una mirada tierna, con esas exaltaciones y ataques de necedad. Ninguna mujer podría igualarse a ella. Evidentemente tal como había dicho Nigromante, ni un inmortal maldito pudo rehuirle al amor. Dejé las aguas yendo hacia ella, mientras su mirada seguía consternada sobre la mía. Mi corazón comenzó a latir, hechizado en su presencia. No podía comprender cómo había logrado llegar ante mí.
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