—Ya llegamos —dijo Antonio, uno de los guardaespaldas.
Luna ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado, cuando miró por la ventana.
Estaban estacionados en el camino de entrada de su padre. La puerta principal brillaba. Luna no esperó a que la siguieran. Subió corriendo los escalones de la entrada y, cuando se abrió la puerta, vio a Irma, la cocinera, y abrazó a la mujer mayor. Había extrañado su comida y su compañía, era como una madre para ella.
—Te he echado de menos, niña—le dijo con dulzura.
—Yo también—le respondió. La abrazó, respirando el aroma de chocolate y canela. Luego se alejaron— ¿Esta mamá en casa o mi hermana?
—No mi niña, tu mamá esta de viaje con tu hermana, ya sabes como son—respondió —.Bienvenidos, pasen tengo preparada mucha comida—dijo amablemente viendo a Adá
