ADDYSON
Miré con asombro la gigantesca mansión que tenía delante. Es solo una familia. Respiré hondo antes de bajarme del coche y alisarme la falda y arreglarme la blusa metida por dentro. Mi teléfono sonó y lo saqué para encontrar un mensaje de mi hermana.
De Hermana:
Buena suerte Addyson, ¡lo tienes!
Sonreí al teléfono antes de dejarlo caer de nuevo en el portavasos. De acuerdo. Mis tacones chasquean en el pavimento mientras me acerco a la puerta principal. Dudé antes de llamar finalmente al timbre, mordiéndome nerviosamente el labio mientras esperaba una respuesta.
Unos segundos más tarde abrió la puerta una señora engominada que supuse que era la señora Rodriguez.
—¿Addyson, cierto?— Preguntó y yo asentí en respuesta.
—Si señora.— Respondí sonriendo mientras ella me dejaba entrar.
La casa era preciosa. Estaba bellamente decorada, el tema era un blanco desnudo con todo moderno y elegante.
—Su casa es preciosa señora Rodriguez—. Sonreí girándome hacia ella. Ella sonrió y salió del vestíbulo hacia la parte principal de la casa.
—La cocina está allí—, señaló a la izquierda mostrándome la hermosa cocina. —El salón allí—, giró a la derecha mientras se colocaba el pendiente. —El baño por ese pasillo y unos cuantos arriba—. Me explicó y yo asentí comprendiendo.
—¿Mami? ¿Es esta la niñera?
Me giro hacia la escalera y veo a una adorable niña que baja gateando con cuidado.
—Sí lo soy, soy Addyson—. Sonrío mientras se acerca a nosotros, con una manta en la mano izquierda y un vasito en la derecha.
—Hola, mucho gusto— dijo con una voz angelical.
Su madre asintió antes de agacharse hacia su hija y plantarle un beso en la mejilla.
—Esmeralda pórtate bien. Mamá y papá volverán más tarde—. Dijo antes de volver a darle un beso en la mejilla haciéndola soltar una risita.
Yo también me agaché:
—Esme, eres una chica muy guapa—. La felicité. Volvió a soltar su risita juguetona antes de caminar hacia mí y pasar sus manitas por mi largo pelo ondulado.
—Me gusta tu pelo. Tú también eres muy guapa—. Soltó una risita rodeando mis brazos con los suyos.
—Me alegro de que también os llevéis bien, ahora, dónde está mi marido—. Se levantó y se alisó el vestido. —Por cierto, la lista de cosas importantes que debes saber está en el mostrador de la cocina. Nuestros números, sus alergias, qué hacer y qué no hacer, la hora de la siesta, etc.
—Sí, señora—. Asentí y también me levanté.
—No tienes que llamarme señora o Sra. Rodriguez, solo llámame Selena—. Sonrió y me dio una palmadita en el hombro.
Yo sonreí.
—Por supuesto.
—Muy bien, estoy listo—. Una voz grave retumbó.
Selena y yo nos giramos para ver al hombre con el aspecto más delicioso que he visto nunca. El Sr. Rodriguez. Bajaba las escaleras mientras se abrochaba y ajustaba el Rolex en la muñeca. Su pelo n***o perfectamente peinado sobre su cabeza reluciente de gel, mis ojos se posaron en su cara. Estudié su rostro perfectamente esculpido y sus preciosos ojos que no mostraban ninguna emoción, sus carnosos labios rosados y su mandíbula cincelada. Mis ojos se posaron más allá, donde su camisa abrazaba su cuerpo ancho y en forma con unos cuantos botones desabrochados en la parte superior, dejando al descubierto su pecho mostrando un tatuaje en el pecho.
—¡Papá!— Esme corrió hacia el señor Rodriguez. Sus ojos se iluminaron al ver a su hija y se abrazaron con cariño.
—¡Esta es mi nueva niñera!— Exclamó emocionada.
Los intensos ojos del Sr. Rodriguez se posaron en mí dejándome sintiendo escalofríos por mi espalda mientras sus ojos me examinaban.
—¿Ya veo como se llama?— Preguntó a su hija, sus ojos todavía en mí no mostraban ninguna emoción.
Se levantó y se ajustó las esposas dirigiéndose hacia mí y Selena. Me dio un codazo, haciéndome un gesto para que hablara.
Me aclaré la garganta antes de hablar.
—Mi nombre es Addyson.
Arrugó la nariz mientras me miraba antes de inclinarse para besar a su mujer. ¿Qué rayos? ¿Huelo mal?
—Bueno, Addyson—, habló por fin, rompiendo el contacto visual. —Confío en que mi pequeña esté en buenas manos, ¿sí?
Nunca había oído a un hombre sonar tan sexy solo con decir sí. Dios, ¿ya estoy enamorada de mi jefe? Madura, Addyson.
—Sí señor, por supuesto.— Respondo, evitando que mi voz suene incómoda.
Se burla y se acerca a una mesa cercana cogiendo las llaves del coche.
—¿Cuántos años tienes?
—18, señor.
Suelta un tarareo lento antes de volver a mirarme de arriba abajo. cielos, ¿qué está buscando? ¿Un puto milagro?
—No invites a nadie a mi casa, no dejes entrar a nadie en mi casa a menos que sea yo o mi mujer. No bebas, sigue la lista que mi mujer te ha dejado. No…
—Le aseguro señor que soy muy responsable. Conozco mi trabajo—, suelto un suspiro tembloroso al darme cuenta de que probablemente fue una mala idea interrumpirle.
Selena se ríe nerviosamente antes de agarrar la mano de su marido y caminar hacia la puerta principal.
—Ya nos vamos cariño, cuida de mi bebé. Y Esme pórtate bien con Addyson, ¿vale?
La niña corre a mi lado y asiente con la cabeza enérgicamente viendo a su madre y a su padre salir por la puerta.
—Sí, mamá—. Responde dulcemente.
Cierran la puerta tras de sí y me vuelvo hacia la pequeña Esme que me mira con sus grandes ojos marrones de cierva.
—¿Qué quieres hacer, cariño?— le pregunto poniéndome en cuclillas a su lado.
Pone su dedo meñique en la barbilla y mira hacia arriba, entrecerrando los ojos pensando.
—¡TV Addy!— salta risueña y juguetona.
Ya me ha puesto un apodo. Me muero de risa.
Suelto una risita y la cojo en brazos, camino hasta el salón y la dejo caer en el lujoso sofá. Aterriza con una risita que me hace reírme de su dulzura.
—¿Qué quieres ver, cariño? —Me siento junto a la risueña niña, cojo el mando a distancia y enciendo la tele.
—¡Disney!—. Exclama emocionada señalando Disney+ en la pantalla del televisor.
Le sonrío y hago clic en Disney+.
—¿Cuál es tu princesa favorita? La mía es Moana.
Ella ladea su cabecita y levanta su ceja de mirada desvaída.
—También es mi favorita. Puedes quedártela.
Sonreí mientras hacía clic en Moana y dejaba que se reprodujera.
—¿Ah, sí?
Ella asintió con la cabeza haciendo que su pelo castaño se saliera del moño.
—Vale, vale, puedes quedártela.
Se alegró antes de recostarse en el sofá y fijar la mirada en la película que se proyectaba en el televisor de pantalla plana.
—Voy a por algo de picar, ¿vale?—. Le dije antes de levantarme y dirigirme a la lujosa cocina. Cogí la lista que había sobre la encimera y la ojeé brevemente.
Querida Addyson,
-Esme no puede comer dulces
-Esme tiene que acostarse a las nueve en punto de la noche
-Sus tentempiés saludables están en la nevera.
-Su cena son las verduras orgánicas
-Esme tiene una alergia a los cacahuetes así que ten cuidado
Nuestros números están ahí si necesitan algo y también la tarjeta negra.
Dejé la nota y me acerqué al frigorífico para encontrar exactamente lo que ella me había dicho: verduras en el estante superior.
Vi apio y zanahorias y los cogí, lavándolos antes de ponerlos en un plato antes de volver hacia la niña.
—Aquí tienes. —Le entregué el plato y su cara hizo una simpática mueca de asco.
—¿Mamá te ha dicho que me los des?—. Preguntó apartando el plato y poniendo cara de asco.
Me reí de su cara y asentí.
—Tu madre dijo que te diera cosas sanas. Nada de dulces.
—Mamá dice muchas cosas, como; yo también te quiero, pero besa al tío Mateo.
Mis ojos se abren de par en par ante la niña. Se supone que no debo oír esto, así que no sé qué decir...
—Ummm bueno, ¿tal vez ella besa su mejilla?— Respondí tratando de detener la conversación de continuar.
Es demasiado lista para su propio bien.
—No. Mamá besa al tío Mateo en los labios como a papá—. Señaló sus labios antes de coger una zanahoria y morderla.
HORAS DESPUÉS
—¡Ahí está mi pequeña! Ven aquí—. Una voz profunda y de acento grueso se escucha entre risitas.
Giro la cabeza y veo a un hombre guapísimo entrando en la sala, con los brazos abiertos para Esme.
—¡Tío Mateo!— Ella chilló cuando él la levantó en brazos y le llenó la cara de besos, provocándole una risita.
—Ah—, me miró a los ojos, haciendo que mis mejillas se encendieran al ver al hermoso hombre que tenía delante. Se parecía tanto a su hermano, el señor Rodriguez.
—¿Quién podría ser esta encantadora dama, Hm?— Su voz rezumaba sensualidad.
Esme se zafó de sus brazos y saltó a mi regazo metiendo sus manitas entre las ondas de mi larga melena.
—Esta es...
—Esta es mi Niñera, Addyson—. Se giró y sonrió, peinándome con los dedos.
—Ella es realmente hermosa, ¿sí?— Se lamió sus labios rosados mirándome lentamente de arriba abajo.
Esme juntó las cejas y yo reprimí una risita mordiéndome el labio con fuerza.
Esme se volvió hacia mí y me dio un codazo.
—Respóndele.
Me reí suavemente y rodeé su pequeño cuerpo con las manos.
—Sí. Gracias por el comentario—. Sonreí mirando al hombre confundido y ligeramente sorprendido.
Arrugó las cejas antes de asentir ligeramente.
—Ya veo. Extranjera y hermosa. Exótica—. La forma en que lo dijo hizo que mi mejilla se sonrojara y se calentara. dios, los hombres Rodriguez eran sexys.
—Esme atrevida, es casi tu hora de dormir—. Dijo mirando su reluciente reloj.
—¡Pero tío! ¡Solo son las ocho y media! Por favor...— Le suplicó poniéndole ojitos de cachorrito y haciendo un mohín con el labio inferior.
—Lo siento, tu padre ya me odia bastante—. La levanta de mi regazo y la apoya en su cadera.
—Buenas noches mi amor, te veré mañana—. Sonrío y besa su mejilla regordeta.
—Buenas noches Addy...— La “y’ de mi nombre en sus labios se desvaneció en un bostezo soñoliento haciéndonos reír a Mateo y a mí.
Mateo me miró y volvió a mirar a su sobrina. Subió las escaleras y desapareció en la cima.
Respiré hondo antes de sentarme en el sofá y sacar el móvil.
A Hermana:
Creo que estoy enamorada.
No tardó en contestar.
De Hermana:
Los Rodriguez están bien. Especialmente para tu edad.
La curiosidad es lo que agitaba mi mente y nublaba mis ojos.
De Hermana:
¿Cuántos años tienen?
De Hermana:
¿Estás pensando en tirar de un hombre casado?
Jadeé ante su mensaje, pero le contesté rápidamente.
De Hermana:
No estúpida. Solo tengo curiosidad...
De Hermana:
Lucas Rodriguez tiene 34 años y Mateo Rodriguez 32.
Justo cuando estaba a punto de responderle, sus pesados pasos me hicieron apagar rápidamente y soltar mi teléfono.
—Hermosa, a qué viene este movimiento tan repentino—. Se rió entre dientes mientras bajaba trotando las escaleras de vuelta al salón. Cruzando los brazos sobre su amplio pecho, se apoyó en la pared.
Me reí nerviosamente poniéndome de pie, echándome el pelo hacia atrás dejándolo caer a mi espalda.
—Nada de movimientos repentinos, me has asustado—. Paso junto a él para coger las llaves del coche, pero me agarra de la muñeca y me vuelve a acercar a su duro pecho.
Mis ojos se abren de par en par y mis mejillas se calientan ante su repentino movimiento haciendo que me congele contra su ancho y duro pecho.
—¿Cuántos años tienes, Hermosa? —Su voz profunda me produce escalofríos.
—18.— Mi boca suelta una palabrota que me hace maldecirme internamente.
Me agarra la barbilla con sus grandes manos y me inclina la cabeza hacia su cara. Sus ojos se clavan en los míos, poniéndome aún más nerviosa. Separo los labios para decir algo, pero él junta los suyos con los míos.
Estoy sorprendida y dubitativa al principio, pero empiezo a mover mis labios contra los suyos. Él domina bruscamente los besos introduciendo su lengua en mi boca acariciando mi lengua con rudeza. Cierro los ojos y me sumerjo lentamente en el beso, disfrutando de cada momento antes de que me interrumpa un carraspeo.
Me aparto y me enfrento a un par de Rodriguez enfadados. Mierda.
—¿¡Qué coño está pasando aquí!? Mateo, ¿qué coño haces en mi maldita casa, gilipollas?—. Bramó, con las cejas fruncidas y la cara chorreando ira.