Capítulo 42

1389 Words
Maeve Justo cuando terminé de organizar los platos del desayuno, Luca se deslizó hasta la barra de la cocina con una sonrisa pícara. —¿Crees que tu madre tendría el mismo sabor exquisito que tú? —bromeó, inclinándose un poco hacia adelante como si estuviera realmente considerando la posibilidad. Antes de que pudiera reaccionar a su comentario, añadió, —deberías dejarme probarte para poder comparar, —y guiñó un ojo. Aunque su tono era juguetón, no pude evitar golpearle ligeramente el pecho con un toque de fingida indignación, aunque ambos terminamos riendo. En ese momento preciso, mi madre apareció en la entrada de la cocina, una sonrisa brillante en su rostro. —¡Ah, qué lindos se ven juntos! —exclamó, y algo en la forma en que nos miró me hizo sonrojar. No sabía si reír o aclarar la situación, pero la presencia de Luca de alguna manera hacía que todo pareciera más ligero, incluso las bromas más atrevidas. Me apresuré a salir del apartamento, mi rostro probablemente revelando más de lo que debería. Al ver a Kane parado en el pasillo, su sonrisa habitual se desplegó al verme, pero le hice una señal con la cabeza y levanté la mano, deteniendo cualquier acercamiento. Mis ojos volvieron a la puerta de mi apartamento justo cuando Luca apareció, guiando a mi madre por el brazo con una familiaridad que me hizo fruncir el ceño. Kane se congeló en su lugar, su sonrisa desvaneciéndose mientras observaba la escena. Mi madre, con una expresión de confusión mezclada con una leve alarma, notó la presencia de Kane. Él, recuperando su compostura, se adelantó con una cortesía forzada. —Profesor Knight, ella es mi mamá, Georgia Ryder, —la presente rápidamente. —Hola, señora Ryder, es un placer conocerla, soy Kane Knight, profesor de Maeve... —dijo Kane, su voz mostrando una calma que dudaba que sintiera en este momento. Mi madre se volvió hacia mí con una mezcla de sorpresa y cuestionamiento en su mirada. —Asi que usted es el profesor de los rumores... —dijo, con su típica curiosidad para nada sutil, lanzando la bomba justo cuando menos lo esperábamos. Kane se mantenía erguido, con una calma que solo él podía manifestar bajo presión. —Realmente no estoy seguro a qué rumores se refiere, señora,— respondió con su voz grave. Luca no pudo contener una carcajada que resonó con más fuerza de la necesaria. —Ah, ahora lo entiendo,— dijo, acercándose a mí con una sonrisa juguetona. —Es porque viven en el mismo edificio. ¡Qué simpleza esos chismes! Mis mejillas ardían por la vergüenza y la frustración, pero también sentía un alivio al ver que Luca, por una vez, estaba usando su encanto para ayudar y no complicar las cosas. Me crucé de brazos, tratando de ocultar mi nerviosismo mientras intercambiaba una mirada con Kane. —Bueno, nos vamos de compras entonces,— anunció mamá con una energía que parecía sacar de la nada. Al despedirnos de Kane, sentía esa mezcla de remordimiento y ansiedad. Cuando entregué las llaves a Luca, algo en su mirada me hizo dudar por un instante. ¿Estaba siendo demasiado confiada con él? Mientras él y mamá conversaban animadamente al frente, me recluí en mi propio mundo detrás, mi dedo deslizándose sobre la pantalla del teléfono. Yo: "Lo siento, no sabía que venía." Profesor favorito: "No te preocupes, ángel. ¿Podríamos vernos más tarde?" Su respuesta inmediata me sacó una pequeña sonrisa. Yo: "Si, intentaré algo para pasar por tu apartamento." —Oh, ¿era hoy el grupo de estudios con las chicas? —Luca rompió el silencio con una pregunta que parecía inocente pero calculada. Su mirada a través del espejo retrovisor llevaba un deje de complicidad, como si estuviera leyendo mi mente o, más preocupante aún, mis mensajes. Sin embargo, su pregunta era el escape perfecto, una salida que ni siquiera había considerado y que ahora caía delante de mí como una bendición del mismísimo cielo. —Sí, las chicas y yo quedamos en la biblioteca... —respondí, intentando que mi voz sonara lo más natural posible. La mentira dejaba un sabor amargo en mi boca, pero era necesaria. —Bueno, yo esta noche pasaré por lo de Jackie así que no te preocupes por mí. —Mamá se giró para sonreírme desde el asiento delantero. Me apoyé en el respaldo del asiento, el sol de la mañana filtrándose a través de la ventana y calentando mi piel. Mi madre desapareció dentro de una tienda llena de brillantes accesorios de cocina, dejándonos a Luca y a mí solos en medio del bullicioso centro comercial. Aproveché ese momento para hablar sobre lo que había sucedido antes. —Gracias, Luca, en serio. No sé qué habría hecho si tú no hubieras estado ahí hoy. Él me regaló una de sus sonrisas torcidas, esas que siempre parecían prometer travesuras. —Oh, eso te costará al menos una probadita, —bromeó, guiñando un ojo. No pude evitar reírme ante su comentario y le di un golpe juguetón en el brazo. —¡Ni lo sueñes! Estábamos recostados sobre la baranda de la terraza del centro comercial, observando la multitud abajo. De alguna manera, estar ahí hacía que todo pareciera menos complicado, menos real. Fue entonces cuando Luca rompió el silencio, su voz baja pero intensa. —Haría lo que fuera por ti, Eve, de verdad. Lo miré, realmente lo hice, y en sus ojos encontré una sinceridad cruda. Era un chico que luchaba contra la soledad, buscando un lugar en el mundo donde ese sentimiento no fuera una carga tan pesada. Sin pensarlo, di un paso hacia él y lo abracé. Sus brazos me envolvieron con fuerza y su cabeza se apoyó en la mía. Sentí su respiración, lenta y un poco temblorosa, como si estuviera intentando no romperse. Justo en ese momento, el sonido de la voz de mi madre nos hizo dar un salto. Había vuelto de la tienda, con una sonrisa que conocía demasiado bien. —Se ven tan bien juntos. Nos separamos rápidamente, ambos un poco sonrojados. Luca pasó una mano por su cabello, nervioso, y yo intenté encontrar algo interesante en mi teléfono. El centro comercial estaba repleto de gente, pero de alguna manera, el día se deslizaba suavemente como si nos encontráramos en una burbuja de normalidad que raramente experimentaba. Mi madre iba de tienda en tienda, arrastrándonos a Luca y a mí en una especie de maratón de compras. Ella parecía tener energía inagotable, seleccionando ropa para mí y cada tanto, un accesorio o dos que consideraba "absolutamente necesario" para Luca, que aceptaba cada regalo con una mezcla de sorpresa y gratitud. —¡Oh, mira esto, Luca! Definitivamente es tu color, —dijo mi madre, sosteniendo una bufanda de un azul intenso. Luca la examinaba, sonriendo. —Gracias, señora Ryder. Es perfecta. Era extraño, pero agradable, verlo interactuar tan fácilmente con ella. Sus movimientos, sus expresiones, todo en él era tan... humano, que por momentos olvidaba su verdadera naturaleza. No había nada en sus gestos que delatara al vampiro dentro de él; sólo un joven encantador que podría ser amigo de cualquier persona. Después de un día entero de risas y bolsas de compras, regresamos al apartamento justo cuando el cielo comenzaba a oscurecerse. Luca nos había dejado, diciendo que había quedado con unos amigos , cosa que sabía que no era cierta, pero no le dije nada. Mi madre, sin perder el ritmo, se preparó para salir con su amiga. —Voy a cenar con Jackie, cariño. No me esperes despierta, —dijo mientras se aplicaba un último toque de lápiz labial. —Diviértete, mamá. Una vez que se fue, me encontré en el silencio de mi apartamento, sola con mis pensamientos. Sonreí, sabiendo que la soledad no duraría mucho. Cambié mi ropa por algo más cómodo pero adecuado para una 'sesión de estudio' y tomé un libro al azar antes de escribirle un mensaje. Yo: "¿Estás en tu casa?" Su respuesta demoró más de lo que hubiera querido. Me senté en la sala esperando su respuesta, cuando finalmente ví que me estaba escribiendo. Profesor favorito: "No, ángel, te aviso cuando llegue." Yo: "¿Todo bien?" Profesor favorito: "Sí, te veo más tarde."
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