Maeve Justo cuando terminé de organizar los platos del desayuno, Luca se deslizó hasta la barra de la cocina con una sonrisa pícara. —¿Crees que tu madre tendría el mismo sabor exquisito que tú? —bromeó, inclinándose un poco hacia adelante como si estuviera realmente considerando la posibilidad. Antes de que pudiera reaccionar a su comentario, añadió, —deberías dejarme probarte para poder comparar, —y guiñó un ojo. Aunque su tono era juguetón, no pude evitar golpearle ligeramente el pecho con un toque de fingida indignación, aunque ambos terminamos riendo. En ese momento preciso, mi madre apareció en la entrada de la cocina, una sonrisa brillante en su rostro. —¡Ah, qué lindos se ven juntos! —exclamó, y algo en la forma en que nos miró me hizo sonrojar. No sabía si reír o aclarar