Capítulo 51

1415 Words
Maeve —Tenemos una cena formal esta noche en la casa de Jackie, —dijo mamá apenas crucé el umbral de la puerta. —Hola a ti también, —respondí con una sonrisa ante su saludo. Me acerqué a la cocina, donde ella estaba organizando lo que parecían ser ingredientes para algún plato especial, y le di un beso en la mejilla. —¿Podrías invitar a Luca? No ha aparecido por aquí y me gustaría que nos acompañe... —sugirió, mirándome con esa expresión esperanzada que conocía tan bien. —No tientes al diablo, —reí, llenando un vaso con agua del grifo. —Si lo nombras tres veces, seguro que aparece. Mamá soltó una carcajada, aunque su sonrisa no logró ocultar la sombra de preocupación en sus ojos. —No puedes negar que se ven muy bien juntos... —insistió, apoyándose en la encimera con los brazos cruzados, su mirada evaluando mi reacción. —Solo somos amigos, mamá, —respondí, mordiéndome el labio inferior. Sentía cómo la conversación iba hacia un terreno que prefería evitar, especialmente después de los días que había tenido. Inconscientemente, mi mano se deslizó hacia mi pecho, jugueteando con el anillo que Kane me había dado, que colgaba de una cadena alrededor de mi cuello. El gran zafiro verde esmeralda en el centro capturaba la luz y la devolvía en mil matices de verde profundo, casi como si tuviera vida propia. Los detalles ornamentales en el metal, con intrincados grabados que evocaban épocas pasadas, rodeaban la gema central, creando un halo de misterio y elegancia. Pequeñas piedras preciosas azules y verdes salpicaban el resto del anillo, cada una añadiendo su propia chispa al diseño barroco y exquisitamente extravagante. Sin lugar a dudas, era una obra de arte. Era cierto que el anillo parecía extraño para usar en esta época, algo más adecuado para un personaje de una novela de fantasía que para una estudiante universitaria en el mundo moderno. Pero el significado detrás de él, el amor y la historia que representaba, lo hacían infinitamente valioso para mí. Kane me lo había dado, confiándome algo de un valor incalculable, no solo material sino emocional. Eso me hacía sentir increíblemente afortunada y, sí, más enamorada de él que nunca. No estaba lista para llevarlo en la mano hasta que me graduara, una decisión que habíamos tomado juntos. Con un suspiro dejé caer mi mochila sobre una silla y me dirigí a la sala para tratar de relajarme un poco antes de empezar a prepararme para la cena en casa de Jackie. Sin embargo, cualquier pensamiento de relajarme se evaporó cuando, al entrar en la sala, me encontré con una figura que no esperaba sentada en el sofá. Un grito involuntario se escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo. —¡Te dije que dejaras de aparecer así! —le grité a Luca, su talento para hacer entradas dramáticas parecía mejorar cada día. —Lo siento, lo siento, —dijo, aunque el brillo en sus ojos decía que no lo lamentaba en absoluto. —Pero sabes que me encanta hacer una entrada memorable. Aunque intentaba mantener una expresión de enfado, la esquina de mi boca traicionó mi verdadero sentimiento al curvarse en una sonrisa reacia. No importaba cuánto quisiera estar frustrada con él, Luca tenía la rara habilidad de hacerme sonreír incluso en los peores momentos. —Algún día realmente me darás un infarto, y entonces ¿qué harás? —pregunté, medio en broma, medio en serio, mientras me acercaba al sofá para sentarme junto a él. —Oh, ya sabes, llamaré a Kane. Él sabrá qué hacer, —respondió guiñándome un ojo, haciendo que ambos estalláramos en risas. —Dices eso porque sabes que él te matará por haberme matado, y al final terminaremos los dos juntos en el infierno, —le dije entre risas. Él soltó una carcajada, asintiendo con la cabeza mientras su sonrisa traviesa iluminaba su rostro. —Bueno, al menos estaremos juntos, como debería ser, —respondió, su tono lleno de un humor que sólo nosotros podríamos apreciar en una conversación tan surrealista. Antes de que pudiéramos seguir con nuestra peculiar conversación, la voz de mi madre interrumpió nuestra risa. Ella se acercó a nosotros con una bandeja de galletas recién horneadas, una sonrisa amable extendida en su rostro mientras saludaba a Luca. —Hola, Luca, qué bueno verte. Espero que estés listo, porque serás la cita de Maeve para esta noche, —anunció, dejando la bandeja sobre la mesa de centro con un gesto que parecía finalizar cualquier posible objeción. Me quedé mirándola con incredulidad, mis palabras atrapadas en la garganta mientras procesaba sus palabras. —¿Mi cita? La miré, tratando de discernir si estaba bromeando o si realmente había planeado esto sin consultarme. Por otro lado, Luca, lejos de sentirse sorprendido o incómodo, se iluminó con entusiasmo. —¡Eso suena genial! Será un honor ser tu cita, Eve, —exclamó, su energía y disposición evidentes en su amplia sonrisa. —Mamá, ¿estás hablando en serio? —logré articular, aún sin entender por qué hacia esto. Mi madre asintió, su expresión serena y decidida. —Por supuesto, querida. Creo que será bueno para ambos. Además, Luca es un joven encantador. ¿Quién mejor para acompañarte esta noche? Resignada y un poco abrumada por la situación, no pude hacer más que asentir. Luca me dio un codazo suave y guiñó un ojo. —Vamos, será divertido. Y quien sabe, tal vez esto nos evite el viaje al infierno, al menos por esta noche, —bromeó, intentando aligerar el ambiente con su humor. Me encontré en mi habitación eligiendo un vestido para la ocasión. Opté por uno azul que siempre había guardado para eventos especiales, aunque nunca imaginé que lo usaría en estas circunstancias y compañías. Mientras me vestía, sentía una mezcla de nerviosismo y excitación. Después de ponérmelo, me dediqué a peinarme y aplicarme un poco de maquillaje, algo suficiente para sentirme confiada pero no exagerada. Luca, que por primera vez me esperaba en la sala, había elegido un traje que le sentaba increíblemente bien, acentuando su figura de manera que le daba un aire de elegancia casual. Estaba impresionante, y por un momento, me sorprendí pensando en él como un hombre y no un niño.. Salimos del apartamento, mi madre, Luca y yo, compartiendo risas y conversaciones ligeras durante el viaje. La atmósfera era agradable, y por un instante, los nervios que había sentido antes se disiparon. Al llegar a la casa de Jackie, ella nos recibió en la puerta con un saludo cálido y acogedor. Su casa siempre había sido un lugar de encuentro para eventos y reuniones, pero esa noche se sentía más especial, tal vez por la compañía o por el esfuerzo adicional que Jackie había puesto en la decoración. —Georgia, tienes razón, se ven increíblemente adorables juntos, —exclamó Jackie con una sonrisa radiante, mirando a Luca y a mí tras darnos la bienvenida. Su comentario hizo que mis mejillas se tiñeran de rojo instantáneamente. —Solo somos amigos, —respondí, intentando disimular mi vergüenza con una sonrisa tímida. —Por ahora. —añadió Luca con una sonrisa juguetona. Su comentario provocó las risas de mi madre y Jackie, y aunque quise retorcerle el brazo por su osadía, la verdad era que su humor había ayudado a relajar el ambiente. Entramos a la sala, y mi paso se detuvo de golpe al ver a las personas reunidas allí. No eran solo amigos y conocidos de Jackie; para mi sorpresa, casi todos mis profesores de la universidad estaban presentes. El lugar estaba lleno de rostros familiares, cada uno de ellos sonriéndome mientras entraba. La sorpresa me dejó sin palabras por un momento. Miré a mi madre, buscando alguna explicación, pero ella solo me ofreció una sonrisa misteriosa, como si hubiera sido parte de este plan desde el principio. Mientras me detenía, tomada del brazo de Luca, una sensación inexplicable me recorrió la espalda, un cosquilleo que me hizo sentir observada. Me giré discretamente para buscar la fuente de esa sensación, esperando encontrar quizás a un profesor o un conocido observándonos. Sin embargo, lo que vi me heló la sangre. Allí, al otro lado de la sala, estaba Kane, mirándome con una intensidad que me hizo estremecer. Sus ojos, normalmente claros y tranquilizadores, ahora parecían demasiado oscuros. Su expresión era dura, los labios apretados en una línea delgada y los puños cerrados a su lado, claramente enojado.
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