Capítulo 38

1388 Words
Kane —¿A qué se debió toda esa escena allí atrás? —preguntó Ada y aunque sus ojos no me miraban, podía sentir su curiosidad pinchándome. Mis dedos se tensaron alrededor del volante, y mi voz salió baja y controlada. —Tenía que hacerlo. No te ilusiones. La frialdad en mi tono debió ser suficiente advertencia para que dejara el tema, pero ella nunca fue de las que se detienen fácilmente. —Sabes que tu novia estaba viendo, ¿no? —inquirió con un tono demasiado sarcástico para mi gusto. Paré el auto bruscamente al lado de la carretera, mi pulso latiendo furioso en mis sienes. Giré hacia ella, mi mirada era un claro aviso de que estaba pisando terreno peligroso. —¿Qué dijiste? —mi voz salió más afilada de lo que pretendía, cada músculo de mi cuerpo tenso, expectante a su respuesta. —Que la mo... Maeve nos vio en el estacionamiento de la universidad, —repitió mirándome con cautela. —No era mi intención que ella viera eso... era necesario, para protegerla de los rumores, —susurré más para mí que para Ada. Tragué saliva, intentando calmar la tormenta de emociones que me estaban consumiendo al punto de vibrar de frustración. —Tienes que calmarte, Kane. No es el fin del mundo, —intentó suavizar el ambiente, pero su voz sólo hacia que mi cabeza doliera más. "Debí haber sido más cuidadoso. Debí pensar en cómo esto la afectaría," me repetía a mí mismo. —Sí, lo es. Odié cada segundo de esa escena, —confesé, mirando al frente, sin ver realmente la carretera. —Lo que hizo esa chica... Sophia, no puedo creer que realmente comenzó ese rumor de Maeve acostándose conmigo por las calificaciones... —Kane, eres un vampiro pura sangre, uno de los más poderosos que conozco. ¿Y vas a dejar que unos simples rumores te asusten? —No se trata de miedo. Se trata de Maeve. Ella es todo para mí, y no puedo arriesgarme a perderla por algo tan... tan humano como esto, —dije, sintiendo el peso de cada palabra. —Esto no es solo un rumor de pasillo, esto puede dañar su reputación... su vida en la universidad podría volverse un infierno si la gente empieza a hablar. Tomé mi teléfono y me quedé mirándolo en mi mano, el corazón latiendo en mi pecho mientras me enfrentaba a la posibilidad de haber herido a Maeve sin quererlo. —Necesito arreglar esto, —murmuré, mi voz ronca por la tensión. —Bueno, si eso es lo que crees mejor, espero que estés preparado para las consecuencias. Maeve no es tonta, y estas cosas... estas cosas dejan huella. "Tengo que solucionar esto. No puedo dejar que Maeve piense..." Tomé aire con una respiración profunda, intentando aclarar mis pensamientos. Marqué su número, esperé, cada tono del teléfono amplificando mi ansiedad. Correo de voz. La frustración y el miedo se mezclaban en mi pecho mientras dejaba un mensaje, mi voz tratando de esconder la desesperación que sentía. —Ángel, por favor, necesito que sepas que lo de hoy... no fue nada. Necesito verte, hablar contigo. Por favor, llámame. —¡Demonios! —exclamé, lanzando el teléfono en el asiento de atrás con más fuerza de la necesaria. Ada me observó en silencio por un momento antes de hablar con su tono calmado. —Quizá solo necesita algo de espacio. —Ella no debería estar sola ahora. —Mi voz sonaba más cruda, y la frustración se hacía sentir en cada palabra. —Se trata de protegerla. —Kane, sabes que si necesitas mi ayuda, solo tienes que pedirla. Pero manejar las percepciones de todos no será fácil, ni siquiera para ti, —suspiró, su mirada se suavizó un poco. —Lo sé. Pero tengo que hacer algo. Ella no merece ser arrastrada a este lío, —dije, mirando hacia la oscuridad que nos rodeaba, casi como si pudiera encontrar respuestas en la noche cerrada. Arranqué el coche de nuevo, el silencio instalándose entre nosotros mientras la ciudad pasaba en un borrón por la ventana. Al llegar a su apartamento, abrí la puerta lentamente, llamándola con la esperanza de que simplemente estuviera en la ducha o cambiándose de ropa. Pero no había nadie. Mi corazón latía desbocado en mi pecho mientras recorría cada habitación, solo para confirmar lo que ya sabía: Maeve no estaba allí. Justo cuando estaba a punto de salir para buscarla, la puerta se abrió bruscamente. Una de sus amigas entró con una expresión de confusión en el rostro al verme allí. —¿Has visto a Maeve? —pregunté de inmediato, sin darle chance a nada. —No, solo venía a buscar un vestido que dejé aquí la última vez... —respondió, mirándome extrañada. Luego, su mirada se volvió preocupada. —¿Qué pasó? ¿Maeve está en problemas? —Necesito encontrarla, —murmuré, apenas disimulando mi desesperación. —¿Está en peligro? —frunció el ceño, claramente alarmada ahora. —Sí, y no tengo tiempo que perder. —le respondí con brusquedad. Ella sacó su teléfono y empezó a buscar algo en él. Sus dedos volaron sobre la pantalla hasta que se detuvieron, y levantó la vista hacia mí, su expresión tensa. —Última conexión en el parque Highstone, —dijo mostrándome el teléfono. No necesité más información. Le asentí, agradeciéndole con una mirada antes de salir corriendo del apartamento. Corrí por las calles, dejando que mi velocidad de vampiro me llevara a cruzar distancias en un abrir y cerrar de ojos. Me desplacé por el parque Highstone, recorriendo de extremo a extremo en apenas unos segundos. No había rastro de Maeve, ni siquiera el más ligero susurro de su presencia. El parque estaba desoladamente vacío, lo que aumentaba mi sensación de urgencia y desesperación. Sacando mi teléfono con manos temblorosas, marqué rápidamente el número de Ada que contestó al segundo timbre. —Pon a todos los hombres a buscar a Maeve, ahora —ordené, intentando mantener la calma pero mi voz traicionaba mi ansiedad. —¿Qué ha pasado? —preguntó ella mientras tecleaba algo en la computadora. —Desapareció. No está en el apartamento, ni en el campus, ni aquí en el parque donde su teléfono tuvo la última conexión. Necesito que todos busquen, en cada esquina, cada callejón oscuro, en cualquier lugar donde pueda estar. —Entendido. Movilizaré a todos de inmediato. Mantén tu teléfono cerca, cualquier cosa que sepamos te lo haremos saber. Colgué y me quedé parado en medio del parque por un segundo más, cerrando los ojos e intentando captar cualquier rastro que pudiera guiarme hacia ella. La ciudad parecía un laberinto sin fin, cada esquina un posible escondite, cada callejón un potencial punto de peligro. El temor a que algo horrible le hubiera sucedido a Maeve me devoraba por dentro. Mi desesperación alcanzó su límite, cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo. Sin detenerme, lo saqué y miré la pantalla, encontrándome con una imagen que me hizo detenerme en seco. Maeve, sonriente y radiante, bailaba pegada a Luca en el Crimson, un antro conocido por su exclusividad para vampiros y sus mascotas humanas. Debajo de la foto, un mensaje de Vinicius, alguien con quien no deseaba que estuviera tan cerca de mi ángel. “Creo que has perdido algo. Todos están alterados por su aroma. Ven ya.” Un gruñido bajo escapó de mi garganta mientras la furia y el miedo se entrelazaban en mi pecho. Sin perder un segundo, cambié de dirección y me dirigí hacia el Crimson, mis sentidos completamente enfocados y cada músculo tensado para la confrontación que sabía que estaba por venir. Cada segundo que pasaba era un tormento, pensando en todos los ojos de los vampiros que estarían puestos sobre Maeve, deseándola, tal vez incluso planeando cómo llegar a ella. El pensamiento me llenaba de un odio primitivo. Al llegar a la entrada del Crimson, los porteros, reconociéndome, se apartaron de inmediato, permitiéndome la entrada sin decir una palabra. El ambiente cargado de la discoteca golpeó mis sentidos, el olor a sangre y lujuria era abrumador, pero nada de eso tenía efecto en mí. Solo una cosa me importaba en ese momento: encontrar a Maeve y llevarla de vuelta a salvo, lejos de los colmillos y las garras de cualquiera que intentara arrebatármela.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD