Maeve Kane, con su pecho agitado y los ojos encendidos por una furia que no había visto antes en él, se abrió paso entre la multitud con la rapidez de un depredador. Su mano se cerró alrededor del brazo de Luca, arrastrándolo lejos de mí con un empujón que hizo que todos a nuestro alrededor se detuvieran para mirar. —¿Cómo pudiste traerla aquí? —gruñó, su voz un rugido bajo que hizo vibrar el aire tenso de la discoteca. Luca, con una sonrisa irritante y demasiado tranquila para la situación, se ajustó la camisa como si tal confrontación no fuera más que mero inconveniente. —Ella quería venir, y conmigo está a salvo —respondió con una calma que contrastaba drásticamente con la tempestad en los ojos de Kane. Sentí el aire frío de la discoteca rozar mi piel, y un escalofrío me recorr