Capítulo 52

1478 Words
Maeve La tensión entre Kane y yo era palpable a medida que me acercaba a él, casi como una corriente eléctrica que se intensificaba con cada paso que daba. Su mirada fija no se apartó de mí, clavándome en el lugar con una intensidad que me hizo tragar saliva, pero también encendió una chispa de anticipación en mi estómago. —Señorita Ryder, —su saludo fue formal, pero su voz tenía un borde coqueto que la formalidad no podía ocultar. —Profesor Knight, —respondí con igual formalidad, manteniendo la mirada fija en sus ojos, desafiante. Él me examinó de pies a cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de admiración y algo más oscuro, más peligroso. Dió un paso al frente, invadiendo mi espacio personal, y sentí su aliento cálido cerca de mi oreja al susurrar: —Estás hermosa, ángel. Un escalofrío me recorrió la columna, pero conseguí mantener la compostura. —Tú no estás nada mal tampoco, —repliqué, mi voz baja y sensual. Él sonrió, un gesto que transformó su rostro, suavizando las líneas duras de su mandíbula por un momento. Sin embargo, su expresión cambió cuando su mirada se desvió por encima de mi hombro, y su ceño se frunció al ver a Luca. —Mamá lo invitó, —me apresuré a decir antes de que cualquier malentendido pudiera crecer entre nosotros. —Me lo imaginé, —respondió Kane, su tono seco, su mirada todavía fija en Luca antes de volver a mí. —No me gusta su olor en ti... Su comentario me provocó una sonrisa traviesa. Por un lado, la posesividad de sus palabras me excitaba; por otro, la intensidad de su deseo era indudablemente atractiva. —Sabes... Podrías dejarme tu olor en su lugar, —murmuré, apenas audible sobre el murmullo de la sala. Me miró fijamente, evaluando la sinceridad de mi oferta. Luego, una sonrisa lenta y segura se extendió por su rostro, y asintió sutilmente. Miré la hora discretamente; quedaban solo unos minutos antes de que la cena comenzara. Con una sonrisa juguetona, levanté una ceja y comencé a caminar hacia las habitaciones de invitados. Conocía bien la casa de Jackie, sabiendo exactamente dónde encontrar esos rincones ocultos donde nadie podría vernos. Mis pasos eran sensuales y decididos, invitando sin palabras. Él me siguió, sus propios pasos resonando suavemente en el pasillo. Apenas giramos en el corredor que llevaba a las habitaciones de invitados, Kane aceleró el paso, su determinación clara en cada movimiento. Antes de que pudiera reaccionar, sus manos encontraron mi cintura, sujetándome con firmeza y guiándome hacia una de las puertas que se abría a una habitación oscura. La oscuridad de la habitación nos envolvió, y sólo el tenue resplandor de la luz que se filtraba por debajo de la puerta iluminaba vagamente nuestros contornos. Él no perdió tiempo. Con una mano aún en mi cintura y la otra elevándose para acariciar mi mejilla, me atrajo hacia él. Sus dedos se deslizaron hasta la nuca, enredándose suavemente en mi cabello. Su tacto era tierno, pero su agarre decía más que mil palabras: no estaba dispuesto a dejarme ir fácilmente. Sentí su respiración, pesada y cargada de anticipación, mezclándose con la mía en el aire cargado de la habitación. Mi corazón dio un salto en mi pecho, mi piel se erizó de anticipación y mi cuerpo cedió a su demanda. Su agarre se apretó en mi cabello, arqueé mi espalda, presionando mi cuerpo contra el suyo mientras él arrastró mi cabeza hacia atrás, moviendo su boca por mi cuello, sus colmillos coqueteando con mi carne, antes de sentir la presión de sus dedos guiando mi rostro hacia el suyo. Atrapé su boca con la mía y moví mis manos para comenzar a desabrocharle los botones de la camisa, necesitando sentir más de su piel. Podía sentirlo sonriendo mientras me besaba con más fuerza, empujándome contra la pared y metiendo su rodilla entre mis muslos. Sus manos bajando y agarrando mis muslos mientras me levantaba el vestido y me sentaba en una mesa. Su boca presionó mi garganta, su barba rozando mi piel de la manera más deliciosa. Cerré mis piernas alrededor de él, acercándolo más para poder sentir su excitación frotándose contra mí a través de la tela de encaje de mis bragas. Mis músculos se tensaron, mi corazón latía con fuerza y mi cuerpo anhelaba más de él. Pasé las mis dedos por su pecho, sintiendo cada músculo de su abdomen antes de llegar a la cintura de sus pantalones. Sus manos bajaron hasta llegar a los lados de mi ropa interior y las bajó mientras rompía nuestro beso. Me levanté un poco para facilitarle los movimientos y él dio un paso atrás, mirándome con fuego en los ojos, pasando la lengua por sus colmillos. Vi como se bajaba los pantalones y los bóxers mostrándome cada centímetro de él, bombeándose lentamente sin apartar sus ojos de los míos y mi boca se secó de deseo. Se movió, colocándose entre mis piernas, se aferró a mis caderas mientras me miraba a los ojos, enseñándome sus colmillos con una sonrisa oscura y se empujaba dentro de mí. Un gemido de placer se me escapó de los labios cuando él me llenó y eché la cabeza hacia atrás, mis ojos se cerraron mientras absorbía la sensación de su m*****o dentro de mí. Me retorcí debajo de él mientras sonreía oscuramente y aceleraba el paso entre gemidos que solo me empujaban más y más hacia el borde de mi orgasmo. Mi cuerpo se flexionó y se tensó debajo de él, mi espalda se arqueó mientras él me penetraba sin piedad y grité cuando exprimió una ola de placer de mi carne. Disminuyó un poco la velocidad mientras recuperaba el aliento, besando mi cuello, la sola vista de él entregado y desesperado por mí encendió mi lado mas oscuro. Jadeé por un momento antes de levantarme y rodarlo debajo de mí para poder sentarme encima de él. Kane gimió de deseo mientras me miraba y volví a cambiar el ritmo, llevándolo hacia su clímax. Incliné mi cabeza hacia atrás, mi cabello rozando mi espalda mientras mis músculos comenzaban a tensarse alrededor de él nuevamente. También podía sentirlo perdiendo el control y me mordí el labio mientras me movía un poco más rápido. El placer recorrió mi cuerpo y grité justo cuando se deshacía debajo de mí, mi nombre se derramaba de sus labios. Me dejé caer sobre su pecho y me quedé jadeando en sus brazos durante varios segundos mientras él pasaba los dedos por mi cabello. Me separé suavemente de Kane. Con movimientos algo temblorosos, me ajusté el vestido, asegurándome de que todo estuviera en su lugar. Kane se enderezaba también, arreglándose la ropa con gestos rápidos y precisos. Cuando ambos terminamos, nuestras miradas se encontraron y una sonrisa tonta apareció en nuestros labios, reflejo del sentimiento compartido que aún vibraba en el aire entre nosotros. —Te amo, Kane, —le dije, dando un paso hacia él, las palabras fluyendo con toda la sinceridad de mi corazón. —Solo a ti. Él, con esa sonrisa aún jugando en sus labios, se agachó para recoger algo del suelo. Eran mis bragas, que en el calor del momento habíamos olvidado. En lugar de entregármelas, sin embargo, las guardó en el bolsillo de su pantalón con un aire travieso. —¿En serio? —sonreí, cruzando mis brazos sobre el pecho mientras lo observaba con una mezcla de diversión y reproche. Sin perder el ritmo, él se acercó, tomándome de la cintura con una mano y atrayéndome hacia él. Me plantó un beso rápido, antes de mirarme directamente a los ojos. —Te amo, mi reina, —dijo, su voz baja y llena de esa vibrante emoción que siempre lograba hacer que mi corazón se acelerara. Con mis brazos aún enredados alrededor de su cuello, le di un beso rápido y dulce. —Ve tú, yo te sigo en unos segundos, —murmuré contra su oído, dándole una pequeña sonrisa cómplice. Él me miró, sus ojos destellando una mezcla de diversión y deseo, asintió con un leve guiño antes de soltarme suavemente y dirigirse hacia la puerta. Esperé un momento, tomando tiempo para recomponerme y asegurarme de que mi apariencia no revelara mucho lo que acababa de suceder. Caminé hacia la puerta y salí al pasillo, sintiéndome un poco como una adolescente que acaba de romper una regla, pero con la alegría secreta de quien no cambiaría nada de lo que hizo. Sin embargo, justo cuando estaba por girar hacia donde se encontraban los otros invitados, escuché un sonido detrás de mí. Alguien se aclaró la garganta, un sonido claro y deliberado que me hizo detenerme en seco. —Bueno, es muy poco ético lo que hicieron ustedes dos ahí, —dijo el profesor Rogers, sus palabras con un tono de desaprobación.
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