Maeve
—No sé, chicas, —suspiré, sintiéndome ahogada por la situación. —Todo esto es nuevo para mí, y no quiero meterme en problemas.
—Bueno, solo ten cuidado, —dijo Sarah, su tono serio por un momento. —Pero también, escucha a tu corazón. A veces, las cosas complicadas merecen una segunda mirada.
Asentí, agradecida por su apoyo, pero mi mente seguía divagando, dividida entre lo que debería hacer y lo que deseaba hacer. La figura de Kane, sentado solo en su mesa, seguía capturando mi atención, y sabía, en lo más profundo de mí, que esto no había terminado.
—¿Escucharon de la fiesta esta noche en la casa de Amelia? —dijo Dani, cambiando de tema abruptamente, —ya saben, por el inicio de clases.
—Yo no, me levanté directamente a la clase, —me reí, el recuerdo aún fresco de haber saltado de la cama y casi volar hacia la universidad.
—¿Les sirve que las pase a buscar a las ocho? —propuso Clau con un tono sugestivo, arqueando una ceja, claramente emocionada por la idea de otra noche fuera.
—Por mí está bien, pero pasa primero por nosotras, Eve demora mucho en elegir qué ponerse, —bromeó Sarah, poniendo los ojos en blanco con una expresión de falsa irritación que solo aumentó nuestras risas.
Estábamos en medio de nuestra charla y risas cuando una sombra se cernió sobre nuestra mesa.
Sophia estaba parada delante de mí, bloqueando completamente mi vista de Kane, quien todavía estaba sentado tranquilamente en su mesa. El impacto de verla tan cerca después de lo ocurrido me dejó helada por un momento.
—Eve, ¿podemos hablar? —su voz era tímida, casi vacilante, como si llevara una bomba delicada en sus manos a punto de estallar. Aunque claro, la bomba era yo.
La miré de arriba abajo sin poder evitarlo.
Jonas me había dejado por ella, me había destrozado diciéndome que había querido terminar conmigo hace tiempo, y todo por esta chica que hasta ayer consideraba mi mejor amiga. La traición todavía ardía en mi pecho.
—Me va que no, —dije con frialdad, cada palabra tintada con el veneno de la traición que no iba a olvidar, —y en lo posible no vuelvas a molestar.
Mi respuesta la dejó inestable. Su rostro palideció, y pude ver cómo luchaba por contener las lágrimas. Por un momento, sus ojos se nublaron, y su boca se torció en un intento fallido de mantener la compostura.
—Pero Eve, yo solo... —empezó a decir con la voz entrecortada, pero no pudo contenerse más, cortando cualquier intento de explicación.
Se dio la vuelta, llorando, los hombros temblando con cada sollozo. Caminó rápidamente lejos de nuestra mesa, dejando un rastro de susurros y miradas de otros estudiantes.
Mis amigas me miraron, sus expresiones mezcla de rabia y preocupación. Sabía que estaban enojadas con ella por haberse presentado así ante nosotras.
—Maeve, ¿estás bien? —preguntó Clau, su voz suave.
Asentí, aunque no estaba segura de mi propia respuesta.
—Estoy bien, —dije finalmente, aunque la amargura todavía teñía mi voz. —Solo... necesito un momento.
Después de la tensa escena con Sophia, el resto de la tarde me sentí extrañamente desconectada, como si estuviera flotando a través de mis clases sin realmente estar allí.
Sarah y yo compartíamos la última clase, así que caminamos juntas hacia el salón tratando de charlar sobre temas más ligeros, pero lo ocurrido en la cafetería todavía opacaba mi estado de ánimo.
La clase resultó ser una de esas sesiones particularmente monótonas donde el profesor parecía más interesado en leer directamente de las diapositivas que en interactuar con nosotros.
—Esto podría curar el insomnio de cualquiera, —susurró Sarah, una media sonrisa en su rostro mientras el profesor pasaba a la siguiente diapositiva llena de texto.
—Shh, podrías despertar a alguien, —contesté, conteniendo una risita.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la clase llegó a su fin. El profesor cerró su presentación, y todos comenzamos a recoger nuestras cosas. Mientras Sarah y yo salíamos del aula, una voz familiar y no deseada detuvo mis pasos.
—¡Eve! ¿Cómo pudiste tratar así a Sophia? ¡Eso estuvo muy mal! —exclamó Jonas, sus palabras saliendo como dardos envenenados.
Me giré para enfrentarlo, sintiendo cómo la ira comenzaba a hervir dentro de mí. Las palabras de Jonas, cargadas de acusaciones y exigencias, solo avivaban el fuego de mi frustración. Sus ojos brillaban con una mezcla de enfado y decepción.
—¿Y qué esperabas? ¿Que me quedara callada después de todo lo que pasó? —respondí, mi voz firme y clara, aunque por dentro me temblaba cada músculo.
—No tienes derecho a hablarle así. ¡Ella está destrozada! —dijo él, su voz elevándose ligeramente, atrayendo algunas miradas curiosas de otros estudiantes que aún salían de sus clases.
—¿Destrozada? —repliqué con incredulidad. —¿Y qué hay de mí, Jonas? ¿Te olvidaste de cómo los encontré a los dos?
Él parecía a punto de seguir gritando, la tensión entre nosotros estaba al punto máximo, pero algunos de nuestros compañeros comenzaron a detenerse, lo que probablemente lo hizo reconsiderar hacer una escena mayor.
—No es justo, Eve. Deberías pensar en lo que dices, —murmuró finalmente, su voz cargada de frustración.
—No me llames así. Y no me hables de justicia, —repliqué, sintiendo cómo la indignación crecía dentro de mí.
Jonas frunció el ceño, claramente molesto por mi interrupción.
—¿Celosa? ¿Es eso? ¿Estás celosa de Sophia?
El comentario me golpeó como una bofetada.
—¿Celosa? ¿En serio piensas que esto es por celos? —dije, elevando mi voz sin querer.
—Sí, lo creo. No puedes soportar que Sophia y yo... —comenzó a decir, pero no lo dejé terminar.
—¡No es sobre celos, Jonas! Es sobre traición. Es sobre todo lo que me hicieron tú y ella, —exclamé, sintiendo cómo mis palabras salían afiladas y claras.
Jonas se acercó un paso, su rostro a pocos centímetros del mío.
—Tú no entiendes nada, Eve. Siempre pensando en ti misma.
—¡No me llames Eve! —exigí, con la voz temblando de ira. —No tienes ningún derecho a usar mi nombre así.
Algunas personas alrededor comenzaban a notar la escalada de tono que estábamos usando con Jonas, pero eso ya no importaba. Él, cegado por su ira, alzó la mano en un gesto amenazante. Su intención era clara, pero antes de que pudiera hacer algo que ambos lamentaríamos, alguien intervino.
—No te atrevas, —se escuchó la fría voz de alguien detrás de él que había sujetado su mano con demasiada fuerza.
La cara de Jonas se contrajo de dolor. Moví la cabeza hacia la fuente de la voz y vi a Kane, quien lo miraba con una ira poco digerida en sus ojos.
—Si vuelves siquiera a respirar en su dirección eres hombre muerto, —susurró tan bajo que apenas lo escuché.
Jonas, visiblemente conmocionado y adolorido, asintió con dificultad y luego, soltando un gruñido, se retiró apresuradamente cuando Kane soltó su muñeca.
Lo ví corriendo hacia el patio de la universidad en el momento que Kane se giró hacia mí, su expresión suavizándose un poco al verme.
—¿Estás bien? —preguntó, con un tono de preocupación que contrastaba fuertemente con la dureza que había mostrado momentos antes.
Miró alrededor, notando las caras de los estudiantes que nos miraban, algunos con sus móviles en alto, grabando. El aire se tensó aún más, si eso era posible.
—¡Todos sigan caminando ahora! —gritó, su voz resonando en el pasillo, mostrando una autoridad y una faceta de él que no conocía, y verdaderamente, me recordó cuánto de él permanecía siendo un misterio para mí.
Intenté moverme pero él sujetó suavemente mi brazo, escaneándome con la mirada como para asegurarse de que realmente estaba bien. Sentí su preocupación, palpable y real, y eso me hizo sentir un poco más segura a pesar del caos.
—Estoy bien, de verdad, prof... —intenté asegurarle, pero me interrumpió.
—Kane, —dijo él, corrigiéndome suavemente, acercándose a mí. Su cercanía era reconfortante y desconcertante a la vez. —Tú y yo no hemos terminado, ángel.
Con esas palabras, se dio media vuelta y se alejó. Lo observé irse, sintiendo una mezcla de gratitud y confusión.