Capítulo 8

1349 Words
Maeve Después de un día que se sintió como una montaña rusa emocional, me arrastré hasta mi apartamento esperando no toparme con nadie en el camino. Y por "nadie", me refiero específicamente a Kane. Por suerte no estaba por ningún lado. La idea de encontrarme con él y tener que mirarlo a la cara después de lo que pasó con Jonas me hacía sentir un nudo en el estómago. Al llegar, dejé caer la mochila sobre una silla con un suspiro de alivio. Mi estómago gruñó, recordándome que había saltado el almuerzo, así que rebusqué en la cocina hasta encontrar algo rápido: unas galletitas y un café para despertarme un poco. Preparé el café, dejando que el aroma llenara la cocina, una dulce promesa de energía que necesitaba desesperadamente. Puse algo de música suave de fondo, algo tranquilo, y me senté en la pequeña mesa de la cocina para empezar a estudiar, masticando una galleta mientras abría mis apuntes, tratando de concentrarme en las palabras frente a mí. Justo entonces, mi teléfono vibró sobre la mesa, interrumpiendo el tranquilo mundo que había preparado. Al ver la pantalla, el nombre de mi mamá iluminó el display y no pude evitar que una sonrisa se esparciera por mi cara. —¿Hola, mamá? ¿Cómo estás? —dije, mi voz automáticamente más cálida, más ligera, al responder. —Hola, cariño, ¿cómo estás? —su voz sonó cálida y reconfortante al otro lado del teléfono. —Estoy bien, mamá, solo un poco cansada con la universidad y eso, —respondí, tratando de mantener el tono ligero, —¿Y cómo está todo lo demás? ¿Cómo está Jonas? —preguntó, su voz todavía cargada de esa calidez maternal que siempre parecía envolverme, incluso a través del teléfono. Sentí un nudo en la garganta al oír su nombre. Dudé un momento, preguntándome cómo decirle la verdad sin preocuparla demasiado. Mi madre siempre tenía un sexto sentido para detectar cuando algo no iba bien, y sabía que no podría esconderle nada por mucho tiempo. —Uh, mamá, la verdad es que... Jonas y yo ya no estamos juntos, —admití finalmente, soltando las palabras como si fueran piedras pesadas. Hubo una breve pausa al otro lado de la línea, y pude imaginar a mi madre asimilando la noticia, probablemente preocupada por cómo me afectaría. —Oh, lo siento mucho, cariño, —su voz se llenó de preocupación inmediata. —¿Quieres hablar sobre eso? —No, está bien, mamá. Fue lo mejor para ambos, —respondí, tratando de sonar convincente. No quería entrar en detalles, no cuando aún estaba procesando todo. Y para aliviar la tensión, mi mamá cambió rápidamente de tema. —Bueno, entonces, ¿has pensado en qué te gustaría hacer para tu cumpleaños este año? Ya sabes que está a la vuelta de la esquina. —Sí, he estado pensando en eso. Creo que lo mejor será volver a casa por unos días, —dije, sintiendo una ola de alivio al pensar en la familiaridad y el confort de mi hogar. —Eso suena maravilloso, —respondió mi mamá, claramente contenta con la idea. —Me encantará tenerte en casa, y haremos algo especial para celebrar. Charlamos un poco más sobre otras cosas y los preparativos para mi visita, la voz de mi mamá adoptó un tono más serio justo antes de despedirse. —Recuerda, cariño, todo pasa por algo. No te dejes llevar por el dolor de la separación. Estoy segura de que algo mejor está por empezar para ti, —me aconsejó con su sabiduría habitual, una mezcla de optimismo y cariño en sus palabras. Asentí, aunque ella no pudiera verme. —Gracias, mamá, realmente necesitaba escuchar eso... especialmente de ti. Te amo, —dije, sintiendo un cálido consuelo en su confianza. —Y yo a ti, más de lo que imaginas. Cuídate, cariño, —respondió antes de colgar. Coloqué el teléfono sobre la mesa, sintiendo una mezcla de gratitud y melancolía. Su última frase resonaba en mi cabeza, recordándome que, a pesar de todo, siempre había esperanza. Estaba a punto de volver a mis apuntes cuando un golpe en la puerta me sobresaltó. Dejé el cuaderno y me levanté, preguntándome quién podría ser a esta hora. Al abrir la puerta, una sonrisa instantáneamente iluminó mi rostro al ver a Clau parada ahí, con una enorme sonrisa y varias bolsas de compras en ambas manos. —¡Sorpresa! Pensé que podrías usar un poco de terapia de compras... bueno, o al menos, ver lo que compré, —dijo Clau, su entusiasmo llenando el espacio como siempre. —Clau, ¡qué alegría verte! —exclamé, haciéndole espacio para que entrara. Ella entró, dejando las bolsas en el suelo con un gesto dramático y se lanzó al sofá, mirándome con expectación. —¿Lista para ver todas las tonterías que compré y probablemente no necesito? —preguntó, y ambas estallamos en risas. Comenzó a sacar las compras de las bolsas con un entusiasmo contagioso, desplegando una variedad de prendas coloridas y brillantes sobre el sofá. Había vestidos, tops brillantes, y pantalones ajustados. —Mira esto, —dijo, sosteniendo un vestido rojo con lentejuelas que capturaba la luz de la habitación. —Te lo tienes que probar. ¡Vas a deslumbrar! —Oh, vaya, eso es realmente brillante, —reí, mientras tomaba el vestido y me dirigía al baño para cambiarme. Al ponérmelo, me sentí transformada; el vestido se ajustaba perfectamente, abrazando mis curvas y centelleando con cada movimiento. —¡Sal de ahí! Quiero ver cómo te queda, —gritó Clau desde el salón. Con una mezcla de timidez y emoción, salí del baño. Clau aplaudió con entusiasmo al verme. —¡Wow! Mira nada más a esta bomba sexy. Eve, estás increíble, —exclamó, y no pude evitar sonreír ampliamente ante su reacción. —Tu turno, —dije, mientras ella asentía y escogía un top de terciopelo azul y unos pantalones de cuero n***o. Se dirigió al baño y regresó rápidamente, luciendo tan chic y atrevida como siempre. —¿Qué tal? —preguntó, dando una vuelta para que pudiera verla desde todos los ángulos. —Te ves fabulosa, como una estrella de rock, —respondí, y ambas estallamos en risas. Continuamos probándonos diferentes combinaciones, cada una más divertida y fabulosa que la anterior. Clau había traído suficientes opciones como para vestir a un pequeño ejército, y cada cambio de ropa traía consigo una ronda de risas y comentarios divertidos. Era justo lo que necesitaba: un momento para desconectarme de las complicaciones emocionales y simplemente disfrutar de la compañía de una amiga. —Deberíamos hacer esto más seguido, sabes, —dije, mientras me quitaba el último vestido y volvía a mi ropa normal. —Totalmente, —respondió Clau, colocando la ropa de vuelta en las bolsas. —Nada como un poco de moda para curar el corazón roto. Pero ahora tenemos que ponernos serias, —declaró Clau, revolviendo las bolsas y sacando las prendas que habíamos seleccionado para la noche. Ambas nos cambiamos en mi habitación, eligiendo con cuidado la ropa que llevaríamos para la fiesta en casa de Amelia. Una vez vestidas, el departamento se transformó en un pequeño salón de belleza improvisado. Ella se apoderó de mi maquillaje, proclamándose como la artista, y con una habilidad que siempre me sorprendía, empezó a trabajar en mi rostro. Nos turnamos con el maquillaje, compartiendo consejos y risas, y luego empezamos a arreglarnos el cabello. El ambiente estaba lleno de energía mientras la música continuaba sonando de fondo. —¡Listas! —anunció Clau, mirándonos a ambas en el espejo. Nos sonreímos la una a la otra, satisfechas con nuestro trabajo. Tomamos nuestros bolsos y nos movimos para salir del apartamento, aún charlando y riendo por cualquier tontería. Cuando estaba cerrando la puerta con llaves, una figura cruzó justo frente a nosotros, dirigiéndose al apartamento de enfrente al mío. Mi corazón se saltó un latido al reconocer quién era. —¿Profesor Knight? —preguntó Clau, sorprendida, mientras él metía la llave en la cerradura del departamento de enfrente.
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