Capítulo 41

1500 Words
Maeve El sonido del golpeteo en la puerta resonó a través de mi apartamento, y en ese instante una corriente de anticipación recorrió mi cuerpo. La cuchara que estaba utilizando para revolver los huevos cayó al suelo con un tintineo suave mientras me precipitaba hacia la entrada. Cada paso estaba cargado con la esperanza de ver a Kane, de despejar la confusión y el miedo que se habían instalado en mi corazón desde la noche anterior. Abrí la puerta con una sonrisa radiante que se ajustaba a mi rostro, una sonrisa que estaba lista para dar la bienvenida a su calor, su presencia que tanto había extrañado. Sin embargo, mi sonrisa se desvaneció tan pronto como la puerta se abrió completamente, reemplazada por una expresión de desconcierto. En lugar de Kane, encontré a Luca parado allí, con su sonrisa despreocupada y un brillo travieso en sus ojos. Llevaba un ramo de flores silvestres en una mano y una bolsa de pastelería en la otra, como si pretendiera convertir un desayuno casual en una especie de evento pintoresco. —Buenos días, Eve —dijo con un tono alegre que contrastaba drásticamente con el pesar que aún se agitaba en mi interior. —Esperaba encontrar a Kane aquí. ¿Está... ocupado? El tono de su pregunta era ligeramente inquisitivo, pero su mirada no buscaba sinceridad; estaba claro que disfrutaba de la situación incómoda en la que me encontraba. Mis dedos se enredaron nerviosamente en el borde de mi camiseta mientras daba un paso atrás, permitiéndole la entrada sin estar realmente segura de querer hacerlo. —No, Kane... él no está aquí —murmuré, mi voz un susurro vacilante que luchaba por ocultar la decepción. —¿Qué te trae por aquí a esta hora? Luca entró, dejando las flores sobre la mesa de la cocina y extendiendo la bolsa hacia mí como una ofrenda de paz. —Pensé que podríamos desayunar juntos, ya sabes, como amigos. Además, quería asegurarme de que estuvieras bien después de todo lo que pasó anoche. Me preocupo por tí, Eve. A pesar de su tono jovial, había una sinceridad en sus palabras que me hacía dudar. La preocupación en sus ojos parecía genuina, o al menos tan genuina como podría esperar de alguien tan impredecible como Luca. Coloqué las flores en un jarrón y preparé dos tazas de café, descartando los huevos, mientras una parte de mí se preguntaba si debería llamar a Kane para avisarle o si simplemente debía disfrutar del momento de calma antes de que otro caos, inevitablemente, comenzara de nuevo. —Imagínate si Kane nos encontrara aquí, ahora mismo. —Luca levantó las cejas en un gesto cómico. —Probablemente me usaría como saco de boxeo. —Oh, no solo eso, —dije, jugando con la idea. —Te colgaría del techo como decoración para halloween. Ya sabes, para darle un toque más... vampírico al lugar. Luca fingió un estremecimiento dramático y puso una mano sobre su corazón. —Ay, Eve, ¡qué cruel! Aunque, pensándolo bien, seguramente mejoraría la decoración de este lugar. ¿Quién necesita arañas de plástico cuando pueden tener a un vampiro media sangre colgando del techo? Ambos estallamos en carcajadas, la tensión disuelta temporalmente por el intercambio juguetón. —Pero en serio, —continuó Luca, su tono volvió a ser serio pero su sonrisa aún colgando en el borde de sus labios. —Si él entra por esa puerta, estoy corriendo hacia la ventana más cercana. No estoy listo para ser el último adorno de Kane. —Y yo estaré justo detrás de ti. No porque tenga miedo, sino para asegurarme de que no te pases de la raya con tu nuevo papel de decoración. Otro golpe en la puerta interrumpió el tranquilo momento matutino. Luca y yo los miramos asustados por un momento. —¿Podría ser Kane? —susurró él poniendo una mano en su boca para ocultar el sonido de su voz. —No, —le devolví el susurro, —él tiene llave... —¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué...? ¿Y yo por qué no tengo mi llave? —dijo ofendido, cruzando los brazos en su pecho. Rodé los ojos y me levanté para acercarme a la entrada. Apenas abrí la puerta, un grito de emoción escapó de mis labios, y sin pensar, salté hacia los brazos de la persona que menos esperaba ver tan pronto. —¡Mamá! —exclamé mientras la abrazaba con fuerza, sintiendo ese familiar y reconfortante aroma que siempre había asociado con el hogar. Mi madre, un poco sorprendida por mi efusiva bienvenida, me devolvió el abrazo con una sonrisa igualmente luminosa. Al separarnos, notó la presencia de Luca, quien se había levantado de su asiento y nos observaba con una mezcla de curiosidad y admiración. —Mamá, él es Luca, un amigo —me apresuré a presentarlo, queriendo evitar cualquier malentendido desde el principio. Luca, sin embargo, con descaro y una sonrisa juguetona, extendió su mano hacia mi madre y dijo: —Un placer conocerla, señora. Maeve habla mucho de usted. Y aunque ella diga que somos amigos, yo me atrevería a decir que soy su novio. Sentí cómo mi rostro se teñía de rojo ante la osadía de Luca. Mi madre, acostumbrada a mi círculo usual de amigos bastante menos atrevidos, arqueó una ceja, claramente divertida y quizás un poco incrédula. —Vaya, eso es nuevo —comentó con una sonrisa, mirándome en busca de confirmación. Decidí no corregir a Luca en frente de ella; después de todo, enfrentar sus bromas era algo que ya había aprendido a manejar. —Bueno, digamos que Luca tiene un sentido del humor muy particular —expliqué, intentando suavizar la situación. Luca simplemente guiñó un ojo en respuesta, claramente disfrutando la pequeña confusión que había creado. Invité a mamá a sentarse y le serví una taza de café. Me moría de ganas de saber qué había traído a mi puerta sin previo aviso, pero por un momento, solo quería disfrutar de su presencia. Algo en su mirada me decía que esta visita no era solo una sorpresa casual. —Eve, he venido por el cumpleaños de Jackie y, de paso, estaré contigo unos días. La casa está demasiado sola sin ti, —mientras mamá hablaba, noté las líneas de preocupación en su frente, su forma de revolver el café con más fuerza de la necesaria. Algo más estaba pasando, algo que no quería decírmelo. —Mamá, ¿estás segura de que eso es todo? —pregunté, intentando mantener mi voz tranquila mientras me sentaba más erguida frente a ella en la pequeña mesa de la cocina. Ella me miró directamente, sus ojos revelando un rastro de inquietud que intentaba ocultar tras una sonrisa forzada. —Bueno, me han llegado ciertos rumores... —comenzó, dejando la cuchara a un lado y mi corazón dejó de latir. —Rumores que te involucran a ti y a un profesor... Mi corazón se detuvo, el tenedor que sostenía golpeó el plato con un tintineo. Luca, por su parte, se atragantó con su café, tosiendo y derramando un poco sobre la mesa. Se disculpó rápidamente, levantándose para ir a la cocina por una servilleta. Mientras pasaba junto a mí, murmuré entre dientes: —Cobarde traidor. —¿Es eso cierto, Maeve? —insistió mi madre mientras Luca desaparecía en la cocina. —¿Qué? —Mi voz sonó demasiado alta, casi chillona, y la letra "e" se alargó más de lo normal. —No, mamá, no es cierto. Mi madre me miró fijamente, tratando de descifrar si le decía la verdad. La tensión en mi voz era notable, demasiado aguda, casi como si estuviera a punto de quebrarse. Traté de sonreír para disipar sus dudas, pero el gesto se sintió tan forzado como sonaba mi excusa. —Bueno, solo me preocupaba, sabes, esos rumores pueden ser muy dañinos para un profesor... y para ti, —dijo con una calma que me hizo sospechar que no estaba del todo convencida. Luca regresó en ese momento, fingiendo una calma que no sentía. Su sonrisa era demasiado amplia, sus ojos un poco demasiado brillantes. —Sí, los rumores pueden ser tan molestos, —comentó, secándose con una toalla de papel y sentándose de nuevo. —Pero bueno, Eve aquí es muy sensata, ¿no es así? Le lancé una mirada que esperaba que interpretara como un claro aviso de que más tarde tendríamos una seria conversación sobre traiciones y lealtades. La forma en que su sonrisa vaciló me dio al menos algo de satisfacción. —Sí, claro, —dije, forzando una sonrisa para mi madre. —Bueno, eso espero, —dijo mi madre finalmente, levantándose para llevar su plato al fregadero. —Porque, sabes, siempre espero que seas honesta conmigo, Maeve. Asentí, sintiendo el peso de su expectativa y la amarga realidad de que mi vida se estaba complicando más de lo que podía admitir. Luca, por su parte, parecía demasiado contento de estar en medio del drama.
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