Capítulo 26

1613 Words
Maeve Llegué al restaurante, un lugar bañado en luz suave y música de fondo que acariciaba los sentidos. La recepcionista me miró expectante cuando me detuve ante ella. —¿Tiene reserva? —preguntó con una voz que sonaba casi demasiado profesional. Me quedé en blanco por un momento, recordando que Kane no me había mencionado nada específico. —Uh, está a nombre de Kane Knight, —dije, sintiéndome un poco fuera de lugar. Ella me examinó brevemente, su mirada deslizándose de mi cabeza a mis pies antes de esbozar una sonrisa un poco tensa y asentir. —Por supuesto, sígame por favor, —dijo, girando sobre sus tacones con eficiencia. Caminamos por entre mesas elegantemente vestidas y parejas sumidas en conversaciones bajas. El ambiente era íntimo, casi demasiado, para mi nerviosismo creciente. Llegamos a una mesa aislada, con una vista impresionante de la ciudad a través de grandes ventanales. Me senté, agradeciendo el suave tacto del mantel bajo mis dedos, intentando disipar la tensión de mis hombros. —¿Desea comenzar con algún aperitivo? —preguntó el mesero, apareciendo como un fantasma a mi lado. Negué con la cabeza, mi estómago demasiado tenso para pensar en comida. —Solo agua, gracias, —dije, volviendo a revisar mi reloj. Eran exactamente las ocho. Pasaron quince minutos, y mi inquietud creció. La curiosidad y el ligero pico de ansiedad me hicieron sacar el móvil. Yo: "¿Estás bien? Te estoy esperando..." Intenté distraerme observando el ir y venir de los demás comensales, pero la espera se hizo más pesada con cada minuto que pasaba. —¿Le traigo algo para beber mientras espera? —el mesero volvió, su tono mostrando una pizca de simpatía. Asentí esta vez. —Una copa de vino, por favor, —murmuré, deseando calmar mis nervios. Ocho cuarenta y cinco. Dos copas después, y aún sin señales de Kane. Yo: "¿Tu sorpresa era dejarme plantada? " Yo: "Pues ya me tienes bien sorprendida." Yo: "¿Puedes venir por favor?" Yo: "¿Kane?" A las nueve, la paciencia se me agotó. La decepción se mezclaba con la preocupación, haciendo que mi corazón se sintiera pesado. Dejé algo de dinero en la mesa para el vino y me levanté, el sonido de mi silla raspando contra el suelo sonó demasiado fuerte en mi oído. El aire fresco de la noche me golpeó cuando salí del restaurante, el contraste con el ambiente cálido del interior me hizo estremecer. Con un último vistazo hacia el edificio, decidí que era tiempo de irme. Las luces tenues de la calle apenas alumbraban el camino y las sombras se movían caprichosas, como si bailaran al compás de mi desilusión. Seguía dándole vueltas en mi cabeza: ¿qué había cambiado tan de repente para Kane? Un susurro de decepción se escapó de mis labios, acompañado por un vaho que se dispersaba rápidamente en el aire frío. "Maeve, no seas ingenua," me regañé, sintiendo un nudo en la garganta. Entonces, atravesé la entrada del parque, donde la luz era aún más escasa, y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, no solo por el frío de la noche. Estaba a punto de acelerar el paso, de huir de cualquier cosa que pudiera joder aún más mi ya decepcionante noche, cuando un sonido me detuvo. Era un llanto, no uno cualquiera, sino uno que parecía cargar el peso del mundo en cada sollozo. "Solo sigue, Maeve. No es tu problema," me instaba esa parte racional que siempre buscaba protegerme. Pero algo en aquel sonido me clavó en el sitio, una mezcla de empatía y curiosidad que no pude ignorar. Me acerqué lentamente, cada paso crujiendo en el camino de grava mientras mi corazón se aceleraba por el temor de la oscuridad y la situación desconocida. El parque estaba prácticamente vacío, las luces de los faroles dibujando sombras fantasmagóricas sobre los caminos y los arbustos. —¿Estás bien? —pregunté, mi voz suave, tratando de no asustarlo. El chico levantó la cabeza, sus ojos rojos e hinchados por las lágrimas. Parecía sorprendido de ver a alguien más a esa hora. —No, no lo estoy, —respondió con una honestidad cruda, limpiándose las mejillas con el dorso de la mano. —Lo siento por molestarte, solo... parecías muy triste, y pensé que quizás necesitarías a alguien con quien hablar, —expliqué, sintiéndome un poco tonta por mi intervención. Se las arregló para esbozar una sonrisa temblorosa. —Gracias, —dijo, —es solo que... hoy supuestamente iba a ser una gran noche para mí y mi novia, pero... —hizo una pausa, luchando por encontrar las palabras. —Pero ¿qué pasó? —incité suavemente, sentándome a su lado, manteniendo una distancia respetuosa. —Ella... ella me dejó plantado, y luego me envió un mensaje terminando todo. Dijo que había encontrado a alguien más, alguien que realmente la entendía, —sus palabras salieron entrecortadas, y sentí cómo se quebraba nuevamente. Las palabras del chico sonaron dolorosamente familiar, y sentí cómo mi propia situación con Kane se reflejaba en su historia. El dolor de ser dejado plantado, la sorpresa y la confusión, todo se mezclaba en una empatía que no pude evitar. —Lo siento mucho, —dije sinceramente, —sé lo difícil que es. Esta noche también me dejaron esperando. Se siente horrible. El compartió una mirada de comprensión, y por un momento, el silencio entre nosotros habló más que cualquier palabra. —¿Cómo te llamas? —pregunté, intentando aliviar la tensión. —Luca, —respondió. —Maeve, —dije extendiendo mi mano, que él estrechó débilmente. —Gracias, Maeve, por detenerte. Realmente necesitaba hablar con alguien, aunque sea un extraño, —sus ojos reflejaban una gratitud sincera. Nos quedamos sentados en silencio por un momento, el aire de la noche llevaba consigo un frescor que hacía que nuestras respiraciones se tornaran visibles en pequeñas nubes vaporosas. —Luca, eres un chico muy apuesto y con un gran corazón, eso es evidente, —dije, intentando inyectar en mi voz tanto de sinceridad como de aliento. —Estoy segura de que encontrarás a alguien que realmente valore lo que tienes para ofrecer. Él me miró, y por un momento, algo pasó por sus ojos. No podía descifrar si era simpatía o admiración, pero definitivamente había una luz que no estaba allí antes. Pareció sorprendido, tal vez por la franqueza, tal vez por el cumplido. —¿Realmente lo crees? —preguntó, su voz ligeramente temblorosa pero más firme que antes. Asentí, colocando mi mano sobre su hombro en un gesto de apoyo fraternal. Sentí cómo se tensaba ligeramente bajo mi toque, luego se relajaba, aceptando el consuelo. —Sí, Luca, lo creo. —Mi voz era suave pero firme. —No permitas que este momento de tristeza te defina. Eres más fuerte de lo que crees, y mereces a alguien que vea eso en ti. Él sonrió, un atisbo de confianza asomándose en su expresión. Miró hacia el cielo nocturno, como si buscara confirmación en las estrellas. —Gracias, Maeve. No sé qué habría hecho si no te hubieras detenido, —su voz llevaba un tono de agradecimiento profundo. Nos levantamos del banco, ambos sintiendo como si un peso se hubiera aliviado un poco. Las palabras que había compartido con Luca resonaban en mi mente mientras caminaba hacia el apartamento de Kane. Me sentía decidida y eso se reflejaba en cada paso que daba, necesitaba que él me explicara, que me dijera toda la verdad. Al llegar frente a la puerta del apartamento de Kane, la impaciencia y la preocupación se apoderaron de mí. Golpeé varias veces, pero no hubo respuesta. Recordé la llave que me había dado esa mañana y la saqué temblorosa de mi bolso. Con manos que apenas obedecían, abrí la puerta. Lo que mis ojos vieron al cruzar el umbral fue una escena sacada de una pesadilla. El apartamento parecía un campo de batalla. Más de cinco cuerpos yacían dispersos por el suelo, en posiciones grotescas, como muñecas rotas abandonadas en un juego macabro. Mi respiración se cortó, y por un momento, me quedé paralizada en la entrada. Obligándome a moverme, corrí hacia los cuerpos, esperando contra toda esperanza encontrar algún signo de vida. Pero cuando puse mis manos sobre el frío pecho del primero, supe que era inútil. No había pulso. La realidad de la muerte me golpeó con brutalidad, cada cuerpo confirmaba mis peores miedos. El olor metálico llenaba el aire, y una mancha gruesa y oscura de sangre se extendía desde la cocina hasta la habitación, como un rastro siniestro que invitaba a seguirlo. Con el corazón en la garganta, seguí el rastro de sangre que manchaba el suelo de madera, cada paso aumentando mi terror. No quería imaginar qué más podría encontrar. —Kane, —casi no reconocí mi propia voz, ahogada por el miedo y la angustia. Él estaba en el suelo, su camisa destrozada y manchada de rojo oscuro, su respiración era tan tenue que cada elevación de su pecho parecía ser la última. Me arrodillé a su lado, las lágrimas corriendo libremente por mis mejillas, el miedo estrangulando cada palabra que intentaba formar. —¡Kane! —grité, mi voz rompiéndose mientras extendía la mano para tocarlo, para asegurarme de que aún estaba conmigo. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, sus ojos se abrieron ligeramente. La debilidad marcaba cada línea de su rostro, pero la frialdad de sus palabras me detuvieron en seco antes de que pudiera tocarlo. —Vete ángel. Esa simple orden, dada con tal esfuerzo, sonó como una amenaza. Pero no podía dejarlo, no así.
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