Cruce de destinos

Capítulo 13

Maeve

La cama se sentía fría esta mañana, las sábanas ahora revueltas y vacías donde una vez Kane había estado.

Una sensación de abandono y tristeza me invadió mientras me sentaba en la cama, con la vista todavía nublada por el sueño y la confusión de despertar sola.

Suspiré, sintiendo la ausencia de su calor como un vacío en mi interior. Me moví lentamente, dejando que mis pies tocaran el suelo frío.

—Buenos días, ángel, —su voz rompió el silencio, cálida y sorprendentemente cerca.

Me giré para mirarlo, encontrándome con su presencia reconfortante. Él ya estaba vestido con un traje elegante, listo para comenzar el día que tenía por delante. La visión de él tan formal tan temprano en la mañana me hacía sentir un contraste extraño pero agradable entre su apariencia sofisticada y mi propio desaliño.

—Te traje café, —dijo, acercándose a mí con un vaso humeante en su mano.

Se inclinó para depositar un suave beso en mis labios, un gesto tan cotidiano como extraordinario que hizo que mi corazón se acelerara de nuevo.

Este hombre será mi perdición, pensé, una sonrisa juguetona empezando a formarse en mis labios mientras aceptaba el café. Su presencia tenía ese efecto en mí, una mezcla de seguridad y peligro que me atraía irremediablemente.

—Pensé que te habías ido... —le dije, tomándolo de la mano.

La vulnerabilidad no era algo con lo que me sintiera cómoda, especialmente no con un hombre, pero Kane derribaba todas esas barreras sin siquiera intentarlo.

No me gustaba sentirme tan necesitada, tan deseosa de ser esa pequeña princesa en apuros que él siempre viniera a rescatar.

"Princesa en apuros y bien caliente," me burlé de mí misma, sacudiendo ligeramente la cabeza ante mis propios pensamientos traviesos.

—No te dejaré, ángel, nunca. —respondió él, besando mi mano con ternura. —Tengo que ir a trabajar, pero nos podemos ver después de clases.

Tomé un sorbo de café, dejando que el calor del líquido se mezclara con el calor de sus palabras, pensando en los quehaceres del día.

—Hoy tengo clases de baile después de la universidad, llegaré más tarde a casa. —le avisé, ya empezando a planificar mentalmente mi tarde.

—Entonces, te veré esta noche. —Kane sonrió, un brillo de complicidad y anticipación en sus ojos. —Te esperaré con la cena.

Antes de salir, Kane se giró hacia mí con una última observación, como si hubiera recordado algo importante en el último segundo.

—Por cierto, agendé mi número en tu teléfono. Cualquier cosa, me llamas, —dijo con una sonrisa que indicaba que había hecho algo más que simplemente guardar su número. —Y no llegues tarde a clase...

Una vez que la puerta se cerró tras él, la curiosidad me picó y busqué mi teléfono en la mesa de noche. Al desbloquearlo, fui directamente a mis contactos y no pude evitar soltar una carcajada al ver el nombre que se había puesto: "Profesor favorito."

Mientras me reía, el peso de su ausencia se hizo un poco más ligero, y su gesto aumentó mi anticipación por verlo de nuevo esa noche.

Con una sonrisa aún en mis labios, guardé el teléfono y me levanté de la cama, decidida a comenzar el día con un nuevo ánimo.

Estaba a punto de salir de casa cuando mi teléfono vibró suavemente en el bolsillo de mi chaqueta. Al sacarlo, vi que había un mensaje de Profesor Favorito. Un cosquilleo agradable me recorrió al leer sus palabras.

Profesor Favorito: "Ya te extraño"

Sonreí al leerlo, sintiendo cómo un calor subía por mis mejillas, tiñéndolas de un rojo sutil.

Respondí rápido, con un toque de humor:

Yo: "Eso no es muy profesional, profesor..."

Justo estaba por aclarar que era una broma cuando me llegó otro mensaje suyo.

Profesor Favorito: "Va a ser muy profesional lo que te haré esta noche..."

Wow, eso sí que subió mi temperatura. ¿Cómo se supone que responda a eso?

Yo: "Esperaré con ansias entonces."

Justo cuando estaba guardando el teléfono, otro mensaje entró, esta vez de mi grupo de amigas, que recientemente había cambiado su nombre de Chicas Superpoderosas a Cinco Menos Una. La urgencia en los mensajes de Sarah era preocupante.

Sarah: "Chicas, ¿han visto a Dani?"

Sarah: "No volvió al dormitorio anoche"

Sarah: "No responde a los mensajes"

Clau: "La vi irse con un chico ayer"

Yo: "Tal vez está con él todavía."

No me gustaba la idea de que nos fuéramos solas, siempre preocupada por la seguridad de todas. El día siguiente podía ser un caos hasta que la persona desaparecida diera señales de vida.

Sarah: "Pero no atiende el teléfono"

Sarah: "De verdad me preocupa, el tipo no tenía buena pinta"

Clau: "¿Y hasta ahora lo dices?"

Clau: "¿Alguna tiene su localización?"

Yo: "Yo la tengo, déjame ver."

Aunque podía parecer un poco obsesivo, todas teníamos nuestras ubicaciones compartidas. Era una medida de seguridad que, aunque se podría decir que era invasiva, había probado ser ventajosa en muchas oportunidades, como ahora.

Rápidamente abrí la aplicación de localización, si algo le había pasado a Dani, necesitábamos actuar rápido.

Mis dedos se deslizaron sobre la pantalla con una mezcla de ansiedad y preocupación, mientras esperaba que los datos cargaran.

Cuando la ubicación de Dani finalmente apareció, marcando un punto claro dentro del campus de la universidad, un suspiro de alivio se escapó de mis labios. Al menos estaba en un lugar conocido y seguro.

Me apresuré a enviar un mensaje a mis amigas para calmar el ambiente de preocupación que se había formado. Mis dedos tecleando rápidamente, intentando transmitir tranquilidad a través de las palabras.

Yo: "Chicas, encontré la ubicación de Dani. Está en la universidad."

Sarah: "¿Estás segura? Me siento mal por haber pensado lo peor..."

Clau: "Gracias a Dios. Deberíamos decirle que nos avise la próxima vez."

Yo: "Sí, le diremos a la hora del desayuno. Vamos a asegurarnos de que entienda que no debería preocuparnos así."

Con esa pequeña crisis manejada, guardé el teléfono y me apresuré hacia la salida del edificio. El alivio de saber que Dani estaba bien no eliminaba el hecho de que iba a llegar tarde a clase otra vez.

Mientras caminaba rápidamente hacia la universidad, pensaba cómo disculparme con Kane. Esperaba que entendiera y no hiciera un gran problema de mi tardanza.

Al entrar a clase, el corazón me latía a mil por la carrera desde el estacionamiento hasta el salón y por la ansiedad de entrar tarde. Kane estaba al frente, explicando algo en la pizarra.

Cuando me vio, sus labios esbozaron una sonrisa disimulada y sus ojos brillaron de una manera que solo yo parecía reconocer. Esa mirada decía claramente que estaba contento y tal vez aliviado de verme.

Justo cuando yo me movía para sentarme en un lugar libre, otro estudiante entró corriendo, respirando con dificultad. Kane lo miró, pero su expresión cambió completamente.

—No puede llegar tarde a mi clase —dijo Kane con frialdad. —Por favor, retírese de mi salón.

El estudiante, frustrado, intentó disuadirlo de que no lo corriera, pero Kane lo miró una sola vez y el chico se estremeció, y se fue.

Sophia, realmente me sorprendió cuando decidió meterse donde no la llaman, cuando hizo una intervención.

—Profesor, ella —señalándome con un dedo acusador, —también llegó tarde.

Kane la miró, y por un momento pude ver la irritación cruzar su rostro antes de que volviera a ponerse en modo profesional.

—La señorita Ryder ya me había informado sobre una situación de emergencia. Está justificado. No es el caso con este chico, señorita... —Su tono era inquebrantable y aunque era suave, llevaba un filo que no admitía réplicas. —No me interesa. Le pido que también deje la clase si va a cuestionar mi criterio frente a situaciones justificadas.

Sophia, con un mohín de desagrado marcando sus labios, se quedó quieta en su lugar, su cuerpo tenso por la frustración de que le llamaron la atención en público. A pesar de la advertencia clara de Kane, no pudo contener un murmullo apenas audible dirigido a su compañera de al lado.

—¿Cómo pudo haberle informado? De seguro está queriendo meterse en sus bragas —susurró con un tono venenoso, pensando que su voz no alcanzaría los oídos de Kane.

Sin embargo, Kane, captó el comentario con una claridad que sorprendió a todos, incluso a Sophia.