Capítulo 32

1316 Words
Maeve Luca saltó en el lugar, una chispa de emoción infantil iluminando sus ojos. Parecía genuinamente emocionado por la posibilidad de una nueva amistad, pero su siguiente comentario rompió el breve momento de paz. —¡Genial! Entonces, ¿ahora podemos pasar a la parte donde nos besamos? —preguntó con una sonrisa pícara. Yo lo miré, absolutamente atónita, y luego solté una risa nerviosa, pensando que tal vez estaba bromeando. Pero la expresión esperanzada en su rostro me dijo que no era así. —¡No, Luca! Definitivamente no vamos a besarnos, —respondí, intentando mantener el tono ligero para no herir sus sentimientos. Pero Luca parecía no darse por vencido tan fácilmente y se inclinó hacia adelante, reduciendo el espacio entre nosotros con un entusiasmo que rozaba la imprudencia. —Pero, Eve, ¡soy un buen besador! Y he pensado mucho en eso... O, ¿qué tal si solo te pruebo un poquito? —sugirió, sus ojos brillando con un mezcla de curiosidad y algo que no llegaba a ser malicia, pero sí una incomprensión de las normas humanas. —¡No, Luca! —grité, dando un paso atrás. —¡Eso no es lo que hacen los amigos! Luca pareció sorprendido por mi reacción, y por un momento, su semblante se tornó serio. —Oh, ya veo... es un 'no' definitivo, entonces, —murmuró, aunque su tono todavía llevaba un ligero matiz de esperanza. Mientras tanto, Clau y Sarah seguían tranquilamente sentadas en el sofá, sonriendo al espacio, completamente ajenas al intercambio que acababa de tener lugar. —Luca, necesitas liberar a Clau y Sarah de lo que sea que les hiciste, —dije, cruzando los brazos y tratando de imponer algo de autoridad en mi voz. —No puedes jugar con sus mentes solo porque puedes. Luca pareció considerarlo por un momento y luego asintió con resignación. —De acuerdo, de acuerdo, —dijo finalmente, y con un gesto dramático de sus manos, —Chicas pueden volver a la normalidad... Ellas parpadearon confundidas, mirando alrededor como si despertaran de un sueño profundo. —¿Qué pasó? ¿Nos perdimos de algo? —preguntó Clau, frotándose los ojos. Miré a Luca, advirtiéndole con la mirada que debía ser más cuidadoso en el futuro, y él respondió con una sonrisa torcida y un encogimiento de hombros que pretendía ser inocente. Sin embargo, algo me decía que manejar a Luca iba a ser todo un desafío. —¡Nos vamos de picnic! ¡Y ustedes, chicas, serán las encargadas de los aperitivos! —exclamó, y su mirada juguetona no ocultaba la doble intención de sus palabras. Clau y Sarah, alegres y sin detectar la oscura broma, se levantaron de inmediato para comenzar a preparar cosas para el picnic. Yo, por otro lado, estaba estupefacta y no podía creer lo que acababa de oír. Me acerqué a él, mi rostro endurecido por la frustración y el temor de lo que este extraño vampiro podría ser capaz de hacer. —Escucha, Luca, al primer paso en falso que des con respecto a mis amigas, te conviertes en un vampiro muerto. Él levantó las manos, adoptando una expresión ofendida que no me convenció en absoluto. —Oh, Eve, ¿cómo podría lastimar a mis amigos? —dijo con un tono exageradamente inocente. El usar mi apodo tan libremente solo aumentó mi irritación. —No me llames así, —repliqué con firmeza, cruzando los brazos sobre mi pecho. —Pero si ellas te llaman así, ¿por qué yo no? —su sonrisa traviesa me irritaba aún más. Resoplando en frustración, me giré para ayudar a Clau y Sarah, que ya estaban preparando todo para el picnic. A pesar de la aparente inocencia de Luca, sabía que tenía que mantener los ojos bien abiertos. Estaba decidida a mantenerlo bajo estricta vigilancia; mis amigas no se convertirían en aperitivos bajo mi guardia. El campus estaba lleno de vida, con estudiantes dispersos por todo el césped bajo la luz del sol. Era un día perfecto para un picnic, incluso si estaba en compañía de un vampiro juguetón pero potencialmente peligroso. Luca había elegido un lugar cerca de un gran árbol, lo que nos daba una agradable sombra y algo de privacidad sin alejarnos demasiado de los otros estudiantes. Aunque la multitud me tranquilizaba, no podía bajar la guardia completamente. Extendimos una manta y distribuimos la comida que Sarah y Clau habían preparado. Pronto, riendo y charlando, casi parecía un día normal entre amigos. Pero cuando las chicas decidieron ir a comprar bebidas, aproveché la oportunidad para obtener respuestas a algunas preguntas que me quemaban por dentro. —Luca, necesito saber... —comencé, observando su reacción cuidadosamente. —¿Eres un pura sangre o un media sangre? Luca se tensó, un movimiento imperceptible, pero noté el cambio. Sus ojos mostraban una sombra de seriedad. —Soy un media sangre, —respondió luego de una pausa, su voz baja. —Y si alguna vez te encuentras con un pura sangre, Eve, te aconsejo que corras. La advertencia me puso la piel de gallina, parecía como si el día soleado se hubiera oscurecido un poco. —¿Por qué? —mi voz apenas fue audible, el miedo se filtraba a través de mi curiosidad. Luca clavó su mirada en un punto distante, sus ojos se endurecieron como si visualizara algo que yo no podía ver. —Los pura sangre son la élite de nuestra especie, máquinas de matar perfeccionadas a lo largo de siglos. No sienten, no dudan. Matan primero, sin preguntas, porque no les importa el porqué, solo el acto en sí. Además, son muy pocos, lo que los hace aún más peligrosos y difíciles de prever. La risa incómoda se apoderó de mí, intentando disipar la tensión de las palabras de Luca. —No puede ser tan malo, ¿verdad? Luca simplemente frunció el ceño, a punto de responder cuando Sarah y Clau regresaron con bebidas. En ese instante, una pelota de fútbol se desvió violentamente hacia nosotros, golpeando mi hombro antes de que pudiera reaccionar. Jonas, que había estado jugando cerca, se acercó corriendo con una disculpa en sus labios que no alcanzaba a sonar sincera. —Lo siento mucho, Maeve, —dijo, aunque sus ojos no escondían una chispa de diversión maliciosa. Aunque él se disculpó, su sonrisa apenas velada dejaba claro que su arrepentimiento era todo menos sincero. A pesar de mi enfado, preferí no responder, pero Clau no se contuvo. —Quizás deberías apuntar mejor en el campo, Jonas, parece que solo le das a las chicas, —dijo con una risa maliciosa, cruzando los brazos. La situación podría haberse quedado ahí, un comentario ácido en respuesta a una jugada sucia, pero Luca decidió llevar las cosas un paso más allá. Se levantó con una sonrisa que no escondía su irritación y tomó la pelota. —Aquí tienes, amigo. —Su tono era amable, pero la fuerza con la que lanzó la pelota no lo fue. Jonas atrapó la pelota, pero el impacto lo hizo tropezar hacia atrás, ganándose unas cuantas risas de los que estaban mirando. —¡Oye! ¡Cuidado! —exclamó, claramente sorprendido por la fuerza del lanzamiento. —Sólo estoy asegurándome de que la recibas, —dijo Luca, su tono dulce desmentido por la dureza en sus ojos. —Tú deberías tener más cuidado la próxima vez, —continuó diciendo con un tono que bordaba la amenaza. Jonas se levantó, frotándose el estómago, y lanzó una mirada de advertencia antes de regresar al juego. Mientras se alejaba, podía sentir la tensión en el aire, pero Luca se sentó de nuevo como si nada hubiera pasado, sonriendo con satisfacción. Nosotros también volvimos a nuestra charla y al picnic, aunque la atmósfera había cambiado sutilmente. El resto de la tarde transcurrió sin más incidentes, tal vez no era tan malo tener a Luca en nuestro grupo...
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD